La condición «islada», escribir desde las Baleares
Cartagena, ciudad protagonista de tantas historias, de tantas idas y venidas, es puerto de tragedias como la reciente muerte del poeta José María Álvarez, a ... quien seguiremos leyendo y venerando, pero también de hermosas coincidencias, como la que este lunes reunió en el Palacio Consistorial a Carla Nyman (Palma de Mallorca, 1996) y a Patricia Almarcegui (Zaragoza, 1969), dos autoras bien interesantes que hablaron en la inauguración de esta edición de La Mar de Letras de 'Las islas como inspiración y experiencia. Dos escritoras isleñas'.
La sección literaria de La Mar de Músicas, el festival más conocido de la Región de Murcia y una de las citas con las músicas globales más esperadas en la península, dedicada este 2024 a islas del Mediterráneo, ofrece esta semana, según Belén Rosa de Gea, su coordinadora, «distintas maneras de contemplar el mundo: miradas veteranas y jóvenes, de aquí y de allá, del periodismo, la música, la poesía o la filosofía... Nos llevarán a Lesbos, Sicilia, Malta, Ítaca, Mallorca o Menorca. Todas son miradas mediterráneas, azules, profundas y viajeras». Un ejemplo de lo que podemos denominar «pensamiento archipiélago», según Carlos S. Olmo Bau, profesor de Filosofía del IES Jiménes de la Espada de Cartagena: «Es decir, una actitud intelectual y emocional, filosófica y poética a la vez, cuyo eje es la relación entre iguales diferentes».
Esta era la primera vez que Carla Nyman, escritora y directora de escena, autora de la novela 'Tener la carne' (Reservoir Books, 2023) e interesada en el teatro inmersivo, experimental, en la cuestión de la escatología y en la representación artística de la orificialidad, coincidía con Patricia Almarcegui, escritora y profesora de Literatura Comparada, investigadora de las culturas orientales, de la estética literaria y de los estudios culturales, y autora de ensayos, libros sobre el viaje y novelas como 'Las cosas que no viví' (Candaya, 2023).
La mallorquina Carla Nyman y la menorquina Patricia Almarcegui abren La Mar de Letras con una reivindicación de la escritura «con cuerpo y corazón»
Ambas autoras consideran que los lugares determinan la escritura y las voces de los escritores. Almarcegui dijo que «en mi caso yo he deseado que el lugar determine mi forma de escribir. Yo agradezco que se me considere como una escritora isleña, porque yo nací en Zaragoza, y quizás por eso yo veo la isla, los colores, los vientos... con el imaginario de una mujer que viene del desierto que es Zaragoza. Los relatos de estos últimos 11 años que he vivido en Menorca son fruto de los lugares que piso, y deseo que sean así. Cada vez lo tengo más claro, y cada vez me interesa más como tema de investigación. Los otros son también los espacios y los lugares: nos hablan, nos cuentan...».
En el caso de Carla Nyman, pese a que la insularidad no se explicita en su literatura, ni siquiera la idea del espacio aislado por haber nacido en Mallorca [es hija de padre murciano y de madre finlandesa], de la que salió con 18 años, sí que cree que se traduce de otra manera. «Puede ser la vivencia como un duelo a través de la literatura, a mí siempre me da la sensación de que la estructura arquitectónica de una isla o de un archipiélago es justo una estructura agujereada. Esa sensación permanente de estar rodeada de agua, de sentir que solo hay 100 kilómetros y más allá te caes al agua, te da una sensación de inquietud, de duelo permanente, como un naufragio geográfico. Ese deseo de reunión tal vez mueve mi obra».
En 'Las vidas que no viví', un título que es un sintagma poético, Anna y Pari (refugiada iraní) son las dos protagonistas, cuyas voces hablan, más bien, por más de 30 mujeres que Almarcegui entrevistó a lo largo del tiempo, y de distintos lugares del mundo y generaciones. Podría haberse titulado 'Las vidas que no podrán vivir'. «Porque estas son las vidas que han vivido, y las vidas que han elegido. Son dos mujeres que también deciden lo que quieren. Y cuando decides lo que quieres vivir también tienes derecho a olvidar lo que has decidido vivir. Son dos mujeres, sí, y son lo que no vivieron, lo que vivieron y lo que eligieron, decidieron y perdieron».
A lo largo de una serie de conversaciones la novela nos cuenta sus vidas mientras resisten en los últimos días previos al desahucio del hotel abandonado donde viven; y es también la historia de Menorca e Irán, dos lugares indesligables de su propia vida. De hecho, Almarcegui decidió vivir en una isla, Menorca, y se aproximó a Oriente como investigadora y al Islam por las imágenes negativas que se construyen desde Occidente. «Fui viajando para comprobar 'in situ' si todo eso dicho sobre el islam y el mundo árabe coincidía, doce años de investigación que hacen confluir mi corazón y mi cuerpo nuevamente en Irán y en Menorca en esta novela». Un tercer personaje que descartó conectaba estos lugares con Japón. Esta obra de Almarcegui, «un canto de amor a Menorca», aunque no haya mundos ideales, sirve para poner sobre la mesa los problemas de dos mujeres en crisis y de un lugar vulnerable, coartado y amenazado por el turismo de masas invasivo, la gentrificación, la crisis de la vivienda...
La novela 'Tener la carne' empezó siendo un monólogo teatral, «pero como ocurre con los géneros literarios, que fluyen entre sí, también son líquidos, que sea el lector quien ponga nombre a este trampantojo», sugiere Carla Nyman. Novela o pieza dramática, en cualquier caso encontramos a C., una chica que, con la complicidad de su madre, ha matado a su novio, Bruno, y, además, pasean al muerto por la costa de Almería en pleno mes de agosto. Madre e hija están convencidas de que lo que han hecho estaba justificado y era necesario, y se lo comentan a un interlocutor, Su Señoría, una especie de juez que nunca acabamos de desvelar quién es y, además, nunca responde, por lo que la protagonista va dejando esas comunicaciones en el buzón de voz. «Un monólogo frenético, porque el juez no acaba de contestar nunca, y la confesión es un diálogo con sus propias perversidades. Ella es un cerebro roto, una mente rota. Esto también le permite huir de toda ley, de toda categoría». 'Tener la carne' aborda la exploración de lo escatológico («no somos cuerpos sólidos ni monolíticos, estamos agujereados»), con bastante humor, y los celos, el amor, los cuidados, la violencia, los lazos familiares... «El frenesí de los celos de la protagonista comienza a despertar al descubrir que su pareja se corta las uñas sistemáticamente, y eso ya declara el inicio de un duelo, porque ella simbólicamente entiende que si se corta las uñas es porque está generando un corte en la relación entre los dos. A ellas les arrebataron el amor y el cariño todos esos hombres huidizos que nos les permitieron cuajar una relación afectiva real. Ellas cubren esos vacíos con una relación anómala, estrechando el cordón umbilical que las une, y fundiéndose en todo: comparten alegrías, duelo, tristezas... dos cabezas del mismo monstruo».
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