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Dead Combo actuando en La Mar de Músicas, este martes. Pablo Sánchez del Valle / AGM
Canción ligera

Canción ligera

Jornada la del martes en el festival marcada por la irregularidad, con un concierto sensacional, otro de relevancia menor y una decepción

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Miércoles, 24 de julio 2019, 16:27

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Jornada marcada por la irregularidad, la de la noche del martes en La Mar de Músicas. Con un concierto sensacional (Dead Combo), otro de relevancia menor (Pascuala Ilabaca) y una decepción desde el punto de vista artístico y creativo, aunque no interpretativo, el de la sobrevalorada Mariza: la estrella portuguesa ha abandonado la pasión del fado para entregarse definitivamente a la ligereza de la canción lírica. Ya lo venía apuntando cada vez más (esos duetos junto a Sergio Dalma) y en Cartagena tuvimos la prueba fehaciente.

Jornada del martes en La Mar de Músicas

  • Conciertos Pascuala Ilabaca & Fauna / Dead Combo / Mariza

  • Lugar Plaza del Ayuntamiento / Patio CIM / Auditorio Parque Torres

  • Calificaciones Regular / Muy bueno / Cierto interés

Es una lástima, aunque a ella parece irle bien. Tampoco el público pareció descontento –ni entusiasmado–, pero fue arrancarse por Amália Rodrigues en la despedida y tomar cuerpo la pregunta: ¿por qué? ¿Por qué siendo capaz de emocionar así prefiere optar por la inocuidad de su repertorio actual? Más que La Mar de Músicas aquello parecía una gala lírica de TV, de aquellas que presentaban Ramón García y una folclórica de tiros largos. O peor, aquella gala de infausto recuerdo llamada 'Murcia, qué hermosa eres'.

Mariza maneja bien los tiempos, hace cantar al público, le pide ánimos (eso no se pide, eso se ofrece y se gana), pero no hay emoción, no hay sentimiento, no hay latir del corazón, solo corrección y cosmética. Un concierto de Mariza es como beber un vaso de agua: no sienta mal, pero no seduce ni embriaga. Una lástima, teniendo una voz tan bella. ¿Fado para guiris? Lo segundo sí, lo primero no. Dicen que Lisboa ha cambiado mucho, espero que no tanto.

Un cuchillo llamado Reverb

Tras comprobar que a Pascuala Ilabaca no le ha sentado bien su última sesión chamánica, perdiéndose por poco productivos caminos de folk progresivo y onanista por momentos infumable –en la recta final retomaría la buena senda que la ha llevado a convertirse en una de las mejores trovadoras chilenas–, el momento estelar llegaría con el apabullante directo de Dead Combo.

Entre Tarantino y David Lynch, entre Bobby Perú y Ry Cooder, entre la oscuridad de Morphine y un Ennio Morricone ebrio de humo y rock and roll, el quinteto lisboeta ofrece una sucesión de piezas reverberadas que se clavan como cuchillos, no sin antes agarrarte por la cintura y darte dos vueltas de campana con triple tirabuzón. Cómo caigas es asunto tuyo. La de Dead Combo no es una propuesta formalmente amable, antes bien, es una especie de tormenta nocturna de alta electricidad ambiental que juega con el ruido como un elemento más pero siempre con un sentido acústico y estético.

António Antunes (guitarra), António Quintino dos Reis (guitarra), Gonçalo Leonardo (contrabajo), Gonçalo Prazeres (saxo, teclados) y el sensacional baterista Alexandre Frazao juegan a deconstruir un buen número de músicas populares, desde una perspectiva nunca evidente. Desde luego la de Portugal –hay más fado aquí que en el concierto de Mariza, aunque no lo parezca–, pero también el blues, la música cubana (¿eso que sonaba como el infierno era un chachachá?), la del desierto americano, la verbena latina e incluso el jazz. Su último álbum, 'Odeon Hotel', que desgranaron en su mayoría, es un lugar peligroso. Tanto como recomendable. Conciertazo. Y vamos a uno por velada, mínimo.

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