Enrique de León: «Ya de pequeño iba para gran escapista. Mi madre me metía en la cuna y desaparecía»
«Decían que era la reencarnación de Houdini», cuenta el mago sanjaviereño, autodidacta y admirador de Juan Tamariz: «Por muy mal que se pongan las cosas, de todo se puede salir»
Enrique de León tuvo una adolescencia como actor, en cortometrajes básicamente, y en la compañía teatral Tespis, con Lorenzo Píriz-Carbonell. «Pero yo, desde pequeñito, ... siempre hacía cosas de magia. Amateur, claro. No sabía que eso podía ser una profesión. Eran juegos. Al igual que te pueden contar un chiste, yo hacía un truco de magia». Fue, como tantos niños, un admirador de Juan Tamariz, descubridor de los poderes de la cartomagia para el gran público.
–Estando de gira con Tespis hacen parada en un bar de Campoamor y ahí se da cuenta de algo. ¿Qué ocurrió exactamente?
–Empezamos a jugar a las cartas, y yo hice los cuatro jueguecitos que recordaba de pequeño. Y en ese momento se monta un corro de toda la gente que había en el bar, y cuando acabo hay una ovación y un aplauso enormes. Vino el dueño y nos dijo: 'Estáis todos invitados. Si venís mañana, os invito a más cosas'. Al día siguiente volvimos con el resto de cosas que sabía y no había hecho ese día. Otro aplauso enorme. Y todos invitados. Y era verano. Yo ya no sabía más cosas, pero tiré de memoria y de algún libro y así empecé en esto. Desde ese momento me prometí que cada día estudiaría algo nuevo. Por la necesidad de ilusionarme a mí mismo también.
«Unos niños vinieron a mí con una paloma muerta. Pedí una pajita y le hice una RCP y a los diez segundos salió volando. Fue algo mágico»
–No aprendió entonces en ninguna escuela de magia...
–Soy completamente autodidacta, no tuve ningún profesor.
–¿Qué acogida tuvo?
–En aquella época era la magia como algo misterioso y extraño, como algo muy secreto. Ahora la encuentras hasta en TikTok. Entonces se entendía que pudieras ser autodidacta, pero hoy está abierta la magia a autodidactas, hay muchos más magos, y todos tienen estilos diferentes.
–¿Hay mucha superchería?
–Antiguamente había más mentira. Muchos ilusionistas lo que hacían era aprovechar su formación mágica para engañar a las personas, por un lado. Para timarlas, o para conectar con el más allá. Los ilusionistas buenos, que son los que a mí me gustan, siempre se han dedicado a desenmascarar a todos estos timadores, como pueden ser Robert-Houdin y Harry Houdini. Ahora la magia está más a la orden del día y sabes que te pueden timar, y todavía se siguen utilizando ramas del ilusionismo para, por ejemplo, carteristas o ladrones de poca monta que se aprovechan de los demás.
–Si aceleramos la película de su vida hasta hoy, después de haber actuado en algunos de los escenarios más importantes del mundo, ¿cuándo pensó que había logrado una hazaña personal?
–Yo voy paso a paso. Conforme voy consiguiendo retos pienso que estoy en lo máximo, pero luego siempre subes más peldaños. De corazón, cada vez que veo a una persona sorprenderse, e ilusionarse, ese momento me llena tantísimo que es como llegar a lo máximo, como estar en un estado de ilusión permanente. Ahora bien, haber estado en Las Vegas, o grabando anuncios para Hollywood, eso me hizo tener una dimensión del mundo mucho más grande.
–¿Qué hace un murciano de San Javier en Las Vegas?
–Yo voy para allá porque es la meca del ilusionismo y lo que quiero es codearme con los más grandes. Muestro una rutina que tenía de grandes ilusiones, allí los grandes aparatos gustan muchísimo y valoran mucho el trabajo. Ellos siempre dicen: 'Buen trabajo', 'buen trabajo'. Me pasó que un día me dicen: 'Vente mañana a Los Ángeles que vamos a grabar una cosa'. Yo tenía que volver para España y tuve que cambiar el vuelo, porque tenía muy metida en la cabeza una frase de Antonio Banderas, que decía que se fue a América sin saber nada de inglés y a cualquier cosa que le preguntaban respondía: 'Of course'. De acuerdo, de acuerdo...
–¿Qué parece mentira?
–Haber estado cinco años seguidos en la Gran Vía de Madrid. Eso puede ser uno de los hitos de mi vida. Porque yo vi ahí cuando era pequeño grandes musicales, y, de repente, te ves compartiendo calle con los grandes artistas de España y del mundo. Creé mi propio show, y se estuvo haciendo en el Palacio de la Prensa, ¡toda una sala para mí! Intento reinventarme. Hice 'Navidades mágicas'. Luego 'Navidades mágicas 2' y 'Navidades mágicas 3', 'Magia alucinante'... En la primera hice juegos con un árbol de Navidad, en el último adivinamos la lotería... Intento que siempre haya todos los estilos de magia, que pueda ir un niño de 5 años y uno de 155, que le pueda gustar a todo el mundo. Que haya algo de escapismo para adultos...
En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza El restaurante Miramar y el Club Náutico de Santiago de la Ribera.
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Una canción 'Believer', de Imagine Dragons.
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Un libro para el verano '¿Quién se ha llevado mi queso?', de Spencer Johnson.
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¿Qué consejo daría? Ve el mundo con los ojos de la infancia, ilusiónate como un niño.
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¿Cuál es su copa preferida? La Copa de Europa, la Champions.
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¿Le gustaría ser invisible? No, uno de mis objetivos es ser notable en la vida y dejar huella.
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Un héroe o heroína de ficción Superman.
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Un epitafio «Para ver la magia no hacen falta los ojos, sino el corazón».
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Leyenda del ilusionismo.
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¿Tiene enemigos? Por mi parte no, pero sé que por tema de envidias sí.
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¿Qué es lo que más detesta? La mentira, la falsedad.
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Un baño ideal En el Mar Menor.
–¿Puede la magia atraer turismo? El I Festival Internacional de Magia de San Javier –del 31 de julio al 3 de agosto, con Anthony Blake, Dúo Kybalion, Luis La Font y Magic Luna, entre otros–, es la prueba de fuego.
–Ha habido que lucharlo bastante, porque venimos de un tiempo inestable y hay otras prioridades, y se puede entender. Pero se han lanzado de cabeza y nos están apoyando un montonazo en el Ayuntamiento de San Javier y el proyecto ha ilusionado al alcalde, José Miguel Luengo, y ojalá que tenga continuidad, lo noto en cómo habla y en su mirada. Ahora nos toca demostrar que estamos a la altura de lo esperado.
–¿Qué admira de otros magos?
–La creatividad y que sean ellos mismos, que no plagien. Estamos en un ámbito laboral en el que hay gente muy parecida, y eso a mí me estimula menos como creativo. El efecto mágico está muy bien, pero al final debes contar una historia, aportar un poco de nosotros.
–Tiene 37 años. ¿Qué es lo más mágico que le ha sucedido?
–Yo ya de pequeño iba para mago, para gran escapista, decían que era la reencarnación de Houdini porque mi madre me metía en la cuna y yo inmediatamente desaparecía, y no sabía cómo, porque había barrotes altos. Pero hay algo que va más allá de la propia magia. Después de un espectáculo benéfico en el Teatro Romea, con todo el mundo en pie, cuando salía a la plaza de Julián Romea me hice fotos con gente que había ido al espectáculo, y se acercaron a mí unos niños con una paloma muerta en las manos. Algunos de ellos me acababan de ver en escena, y habían sido testigos de veinte mil milagros en el show, y me pidieron que la salvara. Me quedé sin saber qué hacer. Había una terraza cerca, y no quería quedar mal, y me puse a hacerle la RCP a la paloma, recurrí a una pajita y la RCP. Sabía que la paloma estaba muerta porque tenía la pata tiesa, pero tiesa, tiesa. Y empecé a coger las dos patitas, y a balancearlas sobre su buche, y cuál fue mi sorpresa que a los diez segundos se giró, revivió y salió volando. Eso es uno de los episodios más mágicos que me han sucedido. Me dieron un aplauso, ¡y pensaron que era parte del show!
–¿Qué recuerda con emoción?
–De gira en pueblos de Albacete, en un lugar esperaban que el espectáculo acogiera unas 40 personas. No tenían escenario ni nada. La sorpresa fue que se llenó, había más de 1.500 personas. Tuve que subirme a un camión para que me pudiera ver la gente.
–¿Qué magia es la que más gusta?
–En España gusta mucho la cartomagia, la magia de cerca, a pocos centímetros, la popularizó Juan Tamariz, y ya venía de Arturo de Ascanio, aquí se le da mucho valor. Yo me he especializado en grandes ilusiones, que tienen un idioma universal que no tiene otro tipo de magia. A mí lo que más me gusta son los escapismos. Houdini es el mejor escapista que ha habido, y luchó contra los medios falsos, y fue un gran publicista. Yo estudié además Comunicación Audiovisual. El escapismo enseña que por muy mal que se pongan las cosas, de todo se puede salir. Al final, con ilusión y esperanza, de todo se puede escapar. Es algo precioso.
–¿Cuál es su sitio mágico?
–San Javier, donde viví mi infancia, mirando a las estrellas en verano con el buen tiempo. Donde ocurren primeros amores y cosas por el estilo. Poder llevar a ese sitio un Festival Internacional de Magia es cerrar el círculo. Mi madre nació en Córdoba y mi padre en Madrid, pero yo nací en San Javier y he vivido aquí. Mi padre era piloto del Ejército del Aire.
–¿No le dio por la aviación?
–He ido muchas veces como tercero de cabina. Mi padre [el capitán Javier de León] ha estado como profesor de la Patrulla Águila, ha tocado casi todos los aviones y luego se pasó a la aviación comercial. Ha viajado por todos sitios.
–¿Cuánto le queda para ser leyenda?
–No dependerá de mí, sino del tiempo y del público. No me preocupa serlo en vida. Ojalá surja en algún momento de la historia que he aportado algo a este planeta, y que he podido ser de ayuda a otras personas. Además, he descubierto una nueva forma de sentirme feliz con la magia, que es a través de cómo lo está viviendo Magic Luna, que está empezando una carrera brillante y el cielo es su límite y lo ha demostrado. Es la única maga de la Región de Murcia, y está rompiendo muchísimas barreras.
–¿En quién piensa a menudo?
–En mi abuelo, todo lo que hago está dedicado a él, creyó en mí siempre, le encantaba verme hacer magia, y murió en Madrid en 2020 de Covid.
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