Néstor Lisón: «La paternidad te ayuda a quitarte egos. Mis hijas son un acicate para seguir»
«Hay tantas injusticias que pienso que tenemos que mejorar nuestro entorno en lo que podamos y hacer más felices a los que nos rodean», asegura el fotógrafo y cofundador del blog de crítica fotográfica Cienojetes
No es fanático del kebab, pero una noche, en pleno confinamiento, le apeteció comida turca. Al día siguiente amaneció sin apetito. Pensó que sería una ... gastroenteritis. Su médico de familia, en tiempos de Covid y consultas telefónicas, creyó que era coronavirus. «Hasta que un día le dije que parecía que tenía síntomas de diabetes, con sequedad de boca, sed, orinaba muy claro, blanco. Me hicieron un análisis de sangre en el centro de salud, y ese día me llama el hombre desde su casa, que le habían contactado del Reina Sofía y me dijo que tenía fracaso renal agudo. Y ahí empezó la fiesta». Lo cuenta con naturalidad, con el cielo revuelto -«la noche del primer reventón cálido en nuestras vidas», dirían los meteorólogos al día siguiente-.
Parece un chiste. La fiesta a la que se refiere Néstor Lisón Briones (Murcia, 1971), fotógrafo, cofundador del blog de crítica especializada en fotografía Cienojetes (https://cienojetes.com/about/), licenciado en Geografía e Historia y técnico auxiliar de gestión de emergencias (112), es la de su periplo por hospitales. «En el análisis, la creatinina salió disparada. Y eso denota que el riñón no estaba funcionando». Pese a todo, Néstor nunca pierde el buen humor, ni las ganas de comer. Ni, por supuesto, de hablar de fotografía. En lo aparentemente insustancial él ve siempre sustancia. Anárquico, olvidadizo, peculiar.
-¿Nunca antes había tenido ningún problema con los riñones?
-Qué va. La cuestión renal es una consecuencia de mi enfermedad, que es el mieloma múltiple, cáncer de médula. Hay algunos que son más agresivos que otros. Como yo iba a entrar en los 50, pues decidí coger el más agresivo. Tenía todavía 49 cuando me diagnosticaron. Esto fue cuando se me terminaba el permiso de paternidad de mi segunda hija. Imagina el pastel de María, mi mujer; con una cría de cuatro años, un bebé recién nacido y el marido ingresado, sin saber aún que tiene algo chungo.
-Un torbellino de sensaciones.
-Pasó una cosa supercuriosa. Como ven que el riñón fracasa, me llevan a una nefróloga y me ingresan en una planta de enfermos renales del hospital. Y ya se meten otros especialistas. El día que un internista me dice que creen que puedo tener una enfermedad rara y que me tienen que llevar a la Arrixaca, yo les pregunto: «Entonces, ¿descartamos la palabra cáncer?». Y me dijeron que sí. Me traen la comida. En el hospital la comida suele ser mala. Pero ese día me trajeron un asado de pollo que estaba riquísimo. Empiezo a comerme el asado, e irrumpen en la habitación un hematólogo, con una enfermera, y me dice que por los análisis tengo lo que tengo, y que me tienen que hacer una prueba. ¿Eres hipocondríaco?
-No, por ahora no.
-Pues es una extracción de médula que te la hacen perforando con una pequeña broca o punzón el hueso del esternón. Te afeitan el pecho, te ponen anestesia local y te hacen la extracción. Yo allí me enteré de todo el pastel. La nefróloga me dijo si llamaba a mi familia, y le dije que no, que lo haría yo. Me quedé solo, y antes de hacerlo me terminé el asado, que estaba buenísimo. Nunca he atravesado la fase esa de negación.
-¿En quién suele pensar?
-Aprendí mucho de mi suegro, de la dignidad con la que llevó su enfermedad, un cáncer. No quería morirse, y aprendí mucho de él. La vida no es justa, eso está clarísimo. Porque te ves a mucha gente que se cuida y hace deporte, y coge una enfermedad grave, y otros que están acartonados, y que se meten de todo, y ahí están. Creo que nuestra generación se ha alimentado menos sanamente que la de nuestros padres. Y supongo que la supervivencia de noventa y pico años desaparecerá por el cambio climático o por yo qué sé.
«Utilicé mucho una Agfa de mi padre, de esas que duplicaban los fotogramas. Hasta que un día la perdí en la cola del paro»
-¿En qué le ha cambiado la vida el diagnóstico de la enfermedad?
-Si las enfermedades las manda el demonio, como dicen algunos, y el demonio te conoce bien, a mí me conocía muy bien. Porque una de las cosas que más me gustaba en la vida era viajar, y ahora tres veces a la semana tengo que estar enganchado a la máquina de diálisis. Y luego me encantaba comer, que es un placer, pero ahora como tengo que limitar la ingesta de potasio, de fósforo y de sodio, por ese orden, pues hay muchas cosas que ya no puedo ingerir.
-¿Qué significa el viaje en su vida?
-Hay una cita de Pessoa que me gusta mucho, «lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos». Y también es interesante lo que escribe Pessoa antes de decir eso: «La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos». Y tiene razón. La fotografía es tan subjetiva que cada autor o cada persona se fija en una cosa que le interesa según su momento, su pensamiento. Y el viaje ahora lo tengo que reducir, pero no hay que irse muy lejos para disfrutar. Desde luego, el viaje enriquece, abre perspectivas, redimensiona.
-¿Rehúye lo exótico?
-Lole y Manuel cantan en un fandango: «Mira si soy trianero, que estando en la calle Sierpes me considero extranjero». Cada vez me gusta menos la fotografía del típico extranjero que va a país exótico, y me interesa más la visión de los fotógrafos locales que fotografían su mundo, porque tienen más referencias.
-Cayó rendido al poder de la imagen. ¿Hasta qué grado?
-La fotografía me va seduciendo con el tiempo porque tiene una cualidad muy atractiva: es un instrumento sencillo y puede ser complejo. Yo empecé como todos, queriendo fotografiar momentos de tu vida que te gustan, personas que te marcan y poco a poco vas profundizando. Me regalaron una cámara por la Primera Comunión, y utilicé luego mucho una Agfa de mi padre, de esas que duplicaban los fotogramas. Hasta que un día la perdí en la cola del paro, en el Inem. La dejé olvidada en la silla de espera. Volví y pregunté, pero se la llevaría algún desempleado.
-¿Para qué ha sido una oportunidad la enfermedad?
-La enfermedad me obligó a parar. Yo soy muy impulsivo, podía llevar varios proyectos en mente. Y ha sido una oportunidad para editar fotografías que tenía. Hay proyectos que empezaste hace tiempo y que te han dejado de gustar, porque tu mirada va cambiando, y también tus intereses. A veces piensas que ya no tienes nada que ver con eso. A veces le coges cariño a algunas fotos, pero, por ejemplo, en el discurso narrativo de un fotolibro se puede caer, por mucho cariño o muy buena que sea la fotografía.
En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza Cualquiera que tenga buenas tapas, o que haga buenas marineras. La cerveza a palo seco no me gusta.
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Una canción 'Veinte años', de María Teresa Vera, en la voz de Omara Portuondo y Compay Segundo, me gusta. Pero elijo un fado, 'Lágrima', de Amalia Rodrigues, también cantada por Dulce Pontes.
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Un libro para el verano Un fotolibro de un fotógrafo valenciano, 'Tiempo despacio', de Paco Llop, y 'Poesías completas' de Antonio Machado.
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¿Qué consejo daría? No doy, salvo que me lo pidan expresamente.
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¿Cuál es su copa preferida? Probé un cóctel en Italia, el Spritz. Pero prefiero cerveza y vino.
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¿Le gustaría ser invisible? A veces lo soy.
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Un héroe o heroína de ficción Mazinger Z y Spiderman.
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Un epitafio [Se lo dejo a mis herederos]
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Una mejor persona.
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¿Tiene enemigos? No sé, los olvido, no soy nada rencoroso en este sentido.
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¿Qué es lo que más detesta? La falsedad y el egoísmo.
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Un baño ideal En Calblanque, por no irnos demasiado lejos.
-¿Con qué definición se queda?
-La fotografía es escribir con luz, si atendemos al origen. Y el fotolibro, en cierta manera es un objeto único, porque para mí lo interesante es que tiene un discurso narrativo. En unos más conseguido, en otros menos. Pero hay un discurso. Es un libro de autor. Porque aúna imágenes, que hay que seleccionarlas y ordenarlas; también diseño, y, a veces, texto.
Como Marco Aurelio
-¿Qué fue una casualidad?
-Por ejemplo, que cuando me empecé a poner mal estaba leyendo el libro 'Meditaciones', de Marco Aurelio. ¡Qué casualidad, tío! Porque habla mucho de la enfermedad, de aprovechar el momento, de la dignidad, de que la muerte forma parte de la vida... Decidí hacer lo que decía Marco Aurelio. Por supuesto que en la enfermedad tienes tus momentos de bajón, que tienen que pasar y que además te ayudan. Pero hay que saber buscar el lado positivo de las cosas. Y tengo anotada una cita de Marco Aurelio: «Es vergonzoso que en una vida en la que el cuerpo no se rinde, tu alma sea la primera en hacerlo».
«Si las enfermedades las manda el demonio, como dicen algunos, y el demonio te conoce bien, a mí me conocía muy bien»
-¿Qué son para usted sus hijas?
-Ellas son un acicate para seguir. Clara va a cumplir dos años en septiembre. La paternidad te ayuda a quitarte egos. Porque ya hay una criatura cuya existencia es más importante que la tuya. Un amigo me dijo que mira más cómo conduce.
-Su proyecto 'Al margen', un conjunto de imágenes en blanco y negro con una visión real del río Segura, nos presenta un viaje interior a una especie de 'no lugar'.
-Yo en aquella época tenía un proceso de cambio y decidí hacer esas imágenes en blanco y negro para hacerlo más reposado. Quizás había ahí en mi mente un no lugar. Yo no he querido llamar a muchas puertas para exhibir mi trabajo. El mundo del arte cada vez me da más repelús. O estás gestionando todo el tiempo tu presencia en redes sociales o haciendo peloteo, o haciendo contactos, sea más o menos interesante lo que propongas, o es difícil salir. Y por lo que sea, mi imagen del río Segura no interesaba a la administración. Pero en 'Al margen' está mi río. Recuerdo una imagen de ese trabajo: una torre de alta tensión llena de por dentro de cañas, y por fuera habían desbrozado el cañaveral. A mí me pareció bonito.
-¿Siempre es curioso y cáustico?
-Pues será, si lo dices tú. Siempre lo he sido, sí. Un fotógrafo no tiene que tener una imagen tópica de las cosas, porque para eso ya tiene la televisión, ¿no? No quiero parecer repelente, pero el fotógrafo Elliott Erwitt, que tiene un libro que es solo de perritos, dice que la fotografía es el arte de la observación. Hasta ahí estamos de acuerdo, «pero se trata», continúa, «de encontrar algo interesante en un lugar ordinario». ¿Cuántos fotógrafos necesitan irse a un lugar exótico porque no saben llegar a este punto? Hay fotógrafos como la copa de un pino como Steve McCurry o Sebastião Salgado que lo han hecho, pero es que hoy no hace falta. Hay fotógrafos como Martín Chambi que retrató a la población y a su gente de Perú, y su visión era muy interesante. Y eso el fotógrafo explorador a veces no lo ha tenido en cuenta porque ha llegado en plan casi misionero con una cultura visual que tiene sus referentes, pero me interesa cada vez menos lo exótico y más lo autóctono.
-Pudo parecer muy exótica su exploración en la última década de playas de toda la Península para descubrir que no son tan idílicas como nos habían contado. De ahí salieron su mordaz serie de 'antipostales'.
-Es muy curioso que en la playa hay una falta de prejuicios admirable. Además, ocupas una parcela de territorio que haces tuya. En algunos sitios se montan líos con las sombrillas. Me interesan las personas, forma parte de mi carácter. Y este proyecto nace por aburrimiento, porque a mí no me gusta la playa, estar ahí vuelta y vuelta. Tantos meses con la misma rutina es casi peor que la rutina laboral. Competir por la mañana por el espacio, estar aperreado por el sol... A mí me gusta más la playa en septiembre. Porque el resto de meses hasta para nadar tienes que llevar cuidado y no chocar con los demás, incluidos barcos o motos acuáticas.
«Hay tantas injusticias que pienso que tenemos que mejorar nuestro entorno en lo que podamos y hacer más felices a los que nos rodean»
Entre extremos
-¿Qué es lo que más admira del trabajo de otros profesionales?
-No me gusta poner etiquetas de lo que es o no es fotografía, prefiero el fotodocumentalismo más clásico. Como decíamos en Cienojetes [el blog de Nacho Canon (Óscar Cánovas) y Nicon Pepinos (Néstor Lisón), germen del libro 'Cienojetes, el gatillazo de la fotografía española', editado por Paco Gómez en Fracaso Books], estoy entre lo pirotécnico y lo conceptual, no me gusta extremarme.
-¿Volverá a la carga Cienojetes?
-No sabemos si volverán, pero no con ese formato. Cuando ya empezamos a notar que comenzábamos a repetirnos, dijimos que era mejor terminar como los grandes deportistas que se retiran en la cumbre del éxito que darle vueltas a la plastilina.
-¿Qué le gusta recomendar?
-Un fotolibro que me gusta mucho lleva por título 'Lisboa, Cidade Triste e Alegre', de Victor Palla. Y también me gusta 'Sleeping by the Mississippi', de Alec Soth. No son las típicas fotos de reportaje de semanario. De Robert Frank, 'Los Americanos'. Y españoles hay muchos autores que me encantan, como Navia y Cristóbal Hara.
-¿Qué es necesario?
-Tomarse las cosas con humor. Para mí es una gran puñeta tener la enfermedad, pero al mismo tiempo me ha traído cosas positivas, como tener mucho apoyo y acercarme más a los familiares. Lo triste de mi situación es que no tiene curación, aunque la medicina ha progresado y mi cuerpo va a recibir más castigo que otros.
-¿Qué es lo que más le preocupa ahora?
-En esta vida la salud es lo más importante. Morirme no me preocupa, pero sí dejar a mis hijas sin papá tan pequeñas. Pero no le tengo especial miedo a la muerte; sí a sufrir. Hay tanta injusticias que pienso que tenemos que mejorar nuestro entorno lo que podamos y hacer más felices a los que nos rodean. Hace unos días me di cuenta de la cantidad de plásticos que hay entre piedra y piedra en la playa de Rihuete de Mazarrón. Ahora que soy padre, me da por pensar en el mundo que tendrán mis hijas, y lo mismo eso ya lo dirían mis padres...
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