Fuensanta Muñoz Clares: «Si no puedes ayudar, al menos no estorbes; la clave del budismo zen es la sensatez»
Estío a la murciana ·
«Cuando Fernando y yo nos habíamos ya casado, mi padre [el pintor Manuel Muñoz Barberán] me decía [risas]: '¿Pero por qué te has casado tú con ese de Albacete? ¡Déjalo y vente aquí a vivir con nosotros!'»Nacida en Murcia en 1952, hija del gran pintor lorquino Manuel Muñoz Barberán. Es la mayor de nueve hermanos; con la más pequeña, Bibiana, se ... lleva 16 años. Madre de dos hijos, abuela de cuatro nietos, profesora de Lengua y Literatura, escritora, budista. Tomamos té muy frío rodeados de árboles que ha ido plantando su marido, Fernando, en un paisaje escondido de Ulea.
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-Veo que sigue usted fumando tabaco liado.
-Que no está bien, lo sé, pero ya no tengo ganas de meterme en una lucha para dejarlo después de tanto tiempo. Que no es excusa, que a lo mejor estoy adelantando mi muerte..., todo eso lo sé, pero, hoy, sigo.
-La niña que fue.
-Yo qué sé, corrían los tiempos de Maricastaña. A ver: cuando nació mi primer hermano, teniendo yo once meses, mi abuela me descubrió mi primer diente. Era muy llorona, muy sensible, creo que todo me afectaba.
-¿Qué sentía?
-Adoración por mi padre, que además siempre se ocupó mucho de mí. Recuerdo que con 4 años me llevó con él a Madrid, a una chiquilla con trenzas. Y como él no sabía hacérmelas, no tuvo mejor idea que soltarme los pelos y comprarme un gorrico, y así me llevó por todo Madrid, con los pelos enredados. Disfrutar del Museo del Prado junto a mi padre fue algo impagable. Siempre que podía, me llevaba con él, hice muchas veces de su dama de compañía [risas]. Le gustaba contarme cosas, hacerme preguntas, y hasta al final de su vida, cuando ya estaba muy malito, tenerme cerca...; mi padre era un padrazo excelente para todos nosotros, con mi madre organizándolo todo desde la retaguardia.
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-Y usted encantada con él.
-Sí, sí, muchísimo. Cuando Fernando y yo nos habíamos ya casado, mi padre me decía: '¿Pero por qué te has casado tú con ese de Albacete? ¡Déjalo y vente aquí a vivir con nosotros! Aquí estarías tan a gusto haciendo tus cosas, como Santa Teresa'. [Risas] Yo le decía: '¡Por dios, papá, qué cosas tienes!'. Y el hombre se partía de risa.
-¿Qué quiso ser?
-Bueno, como todas las crías de la época, en algún momento monja, en algún momento profesora y en algún momento madre. En fin, nuestras opciones eran un poco impuestas -también podías ser enfermera, o administrativa-, y ninguna nos planteábamos entonces la posibilidad de ser topólogas.
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-La vida.
-Vas descubriendo que es terrible y maravillosa. Incluso si a ti te va muy bien, alrededor tuyo verás desgracia y sufrimiento. Hoy puede ser preciosa, mañana no sabemos.
-¿Qué cambio decidió hacer?
-En un momento crítico de mi vida me marché de profesora a Ceuta, y estuve viviendo ocho años entre Ceuta y Marruecos hasta que nació mi nieto Marcelo, que hoy tiene 25 años, y regresamos. De pronto, los hijos ya son mayores, porque me casé muy joven, y te lo cuestionas todo en tu vida, incluido tu matrimonio. Primero me fui yo y luego se vino Fernando. Terminó siendo un periodo maravilloso de nuestra vida. Alquilamos una casa en una playa de Marruecos, nada más cruzar la frontera. Tenías las dos caras de la vida: la riqueza y la pobreza, la felicidad y la infelicidad, la salud y la enfermedad, y todo en plan extremo.
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-¿Volvería a hacerlo?
Como dice Agatha Christie, de la que me estoy leyendo sus memorias, no vuelvas nunca a un sitio donde fuiste feliz. Ya nada será nunca igual.
-¿Qué ha sido en la vida?
-He sido afortunada. Nací en una familia muy bonica donde había cultura y posibilidades; no éramos ricos pero teníamos un buen pasar. Y también estoy muy orgullosa de la familia que hemos creado Fernando y yo; y he tenido un trabajo muy hermoso, aunque terminas de adolescentes, que son una maravilla pero muy cansinos, hasta los pelos. Te quitan mucha energía, pero yo he disfrutado mucho con ellos.
-También creo que en algún otro momento se planteó ser periodista.
-Sí, con doce o trece años se lo dije a mis padres, pero un tío mío, cura, me pregunto: '¿Tú sabes que te tendrás que quedar sola por la noche con un montón de hombres?'. Y a otra cosa.
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-¿Qué imagina a veces?
-Otras vidas que pude haber tenido. No hablo de reencarnaciones, porque no creo en la reencarnación, sino de las vidas que hubiese podido tener de haber tomado otras decisiones. Tuvieron su peso las limitaciones que teníamos entonces las mujeres, y a lo largo de la vida se van sumando las aspiraciones que no se van cumpliendo.
-¿Qué otras existencias?
-Imagino una vida como creadora de moda, otra como escritora con cuyos libros hubiese podido ganarme la vida, otra como músico...; mi padre me matriculó un año en el Conservatorio, pero me aburrí como un mono y lo dejé. Ahora, una de mis nietas toca el arpa, y la otra el fagot. También me habría encantado ser una aventurera.
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-¿Cómo llegó usted a hacerse budista?
-Fernando siempre estuvo interesado por el aspecto filosófico del budismo, y yo tanto por el artístico como por el literario. Pero como en nuestro momento la religión fue tan intrusiva en la vida de las personas, sentíamos rechazo por todo lo que sonaba a religión, a dogma... Pero un día, estando de guardia en la biblioteca de mi centro, encontré por pura casualidad un libro de [el monje zen] Dokushô Villalba, ahora nuestro maestro, titulado 'Zen en la plaza del mercado'; me pareció muy interesante y ahí empezó todo. Descubrimos Luz Serena [Villalba es fundador y presidente de la Comunidad Budista Soto Zen española, y fundador y director espiritual del Monasterio Luz Serena], empezamos a ir y, una vez que yo tuve claro que también se cultivaba allí el sentido del humor, porque donde no hay sentido del humor yo no me quedo, empezamos a profundizar en el budismo zen.
-¿Le ha ayudado?
-Poco tiempo después de empezar en Luz Serena pasé una enfermedad que podía haber acabado conmigo, un linfoma bastante duro. Tenía 61 años, y no tuve miedo. Me dispuse tranquila a recibir el tratamiento médico. Sabía que aquí estamos todos flotando sin saber muy bien cuándo nos va a caer el rayo final. Y me dije que, si había llegado el momento, yo había tenido una vida más o menos aceptable y larga, sin apuros económicos, con el amor de una gran familia.
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-¿Qué le aportó?
-Me hizo relativizarlo todo; tienes otra mirada sobre la vida y sobre el mundo, una mirada mucho más adecuada, no tan centrada en tus propios egos. El deseo de vivir y de ser feliz lo llevamos todos dentro, pero el budismo te hace sentirte parte de un todo universal. Y aprendes que todo lo que nace muere, y que tú no eres más importante que cualquier otro ser vivo que habita en este planeta. Lo que nosotros tenemos es más poder, eso sí. Esa planta que ves ahí depende de mí, porque si no la riego la pobre se muere, igual que si a un niño no le enseñas no aprende. Todos los seres vivos tenemos una función en la vida. El budismo te hace apreciar la importancia de todo lo pequeño, y te aporta incluso una mirada más comprensiva, aunque no lo justifiques en absoluto, con las cosas que te hacen mal. Todo cobra sentido.
-¿Qué es importante hacer cada día?
-Hay que procurar estar atentos a lo que ocurre alrededor, en el sentido de detectar las necesidades de los demás. Pero ser budista no quiere decir ser buena persona, quiere decir plantearte una forma de vida que es respetuosa con los demás y con la naturaleza. Yo haré todo lo que esté en mi mano para que haya un ambiente mejor, para que los demás estén mejor. En cuanto a ti, vive contento sin dejarte avasallar. Y hay una cosa del budismo que a mí me gusta mucho: la sensatez, que tampoco es que solo sea propia del budismo. La clave del budismo zen es precisamente el término medio, la sensatez, el ver las cosas dentro de lo posible con la mayor claridad, y no violentarlas.
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-¿Qué es mejor?
-Si no puedes ayudar, al menos no estorbes. Hay por ahí una pintada que dice: 'Fuego al mundo. Quema tu parte'. Pues el budismo dice lo contrario: 'Bondad al mundo. Aporta tu parte'.
-¿Qué le divierte mucho?
-Estudiar japonés, en el Servicio de Idiomas de la UMU, con una profesora excelente llamada Michico Akaboshi. Y el mundo de la costura, al que estoy enganchada desde que me jubilé. Todo empezó estando cinco años en el taller de El Recreo, con una estupenda Marisa de profesora. Me fui porque, según ella, ya no tenía nada más que enseñarme; después descubrí la Mercería Café Bouton, una pequeña empresa del Barrio del Carmen, algo más que una mercería al uso. Organizan cursos con diseñadores como Maya Hansen y Shingo Sato. Nunca en Murcia había habido algo así. Les estoy muy agradecida. Ya tengo mi propio pequeño taller en casa y sigo formándome. También me encanta leer, leo muchísimo y de todo desde siempre.
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En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza La Tapa Murciana, en Murcia.
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Una canción 'Lazing On A Sunday Afternoon', de Queen.
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Un libro 'Don Quijote de la Mancha', de Miguel de Cervantes.
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Su héroe o heroína de ficción Los personajes femeninos de Jane Austen.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Buena persona.
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¿Lo que más detesta? La prepotencia.
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Un baño ideal. En un río.
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Una copa Un cóctel San Francisco.
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¿Tiene enemigos? No lo sé, pero no creo.
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¿Le gustaría ser invisible? En ocasiones.
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Un consejo Vive tomando conciencia de cuanto te rodea.
-¿Cocinamos?
-Todos los días, procurando poner la máxima atención en ello. En los monasterios zen, el cocinero es un maestro muy respetado. En mi segundo viaje a Japón, comimos en Kamakura en un restaurante donde servían cocina de monasterio. Jamás he comido algo tan delicado y tan especial.
-¿Qué es verdad?
-Que conforme te vas haciendo mayor, en tus recuerdos empieza a haber más gente muerta que viva.
-Usted y la política.
-Soy una persona de izquierdas; primero, entre otras cosas, lo fui fruto de la rebeldía juvenil, pero más adelante porque tomé verdadera conciencia de las cosas que ocurren. Digamos que soy una socialdemócrata radical, no creo en esa socialdemocracia mezclada con el liberalismo capitalista. Lo que estamos viendo ahora mismo es un capitalismo liberal absolutamente desbocado.
Luis Rubiales
-¿Qué es un horror?
-Un horror es ese señor del fútbol llamado Luis Rubiales. No tiene vergüenza. Cogerle la cabeza a una mujer y darle un beso... Y que haya mujeres que no lo vean mal. Muchos hombres lo justifican porque siguen siendo unos cerriles. Tratar como algo normal algo tan humillante es tremendo. Se creen que están por encima de todo.
-¿A la India ha ido?
-No, ni voy a ir.
-¿Qué no le preocupa?
-Pasar desapercibida. De hecho, las mujeres, cuando nos hacemos mayores, nos hacemos un poco invisibles porque ya no tenemos atractivos sexuales. Para mí es una liberación. Viví una época de machismo muy dura.
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