La profesora Pilar Garrido, en el Cuartel de Artillería de Murcia.

«¿Burkini? Que se bañen como quieran, ¡por Dios!»

profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la UMU

Antonio Arco

Jueves, 25 de agosto 2016, 23:48

En la casa de Pilar Garrido (Plasencia, 1976), profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la UMU y coordinadora general del Campus 'Mare Nostrum', huele por las mañanas a café y cardamomo recién molidos. Y se respira una alegría extraña, como de campo de lavanda.

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  • 1

  • -¿Un sitio para tomar una cerveza?

  • -Os gêmeos, en Carcavelos (Portugal).

  • 2

  • -¿Qué música le suena en el teléfono móvil?

  • -Ninguna.

  • 3

  • -Un libro para el verano.

  • -'En la llama poesía (1943-1959)', de J. E. Cirlot.

  • 4

  • -¿Qué consejo daría?

  • -Si te esfuerzas, verás los frutos.

  • 5

  • -¿Facebook o Twitter?

  • -Facebook.

  • 6

  • -¿Le gustaría ser invisible?

  • -Tanto como eso, no.

  • 7

  • -¿Un héroe o heroína de ficción?

  • -Yuha.

  • 8

  • -Un epitafio.

  • -Pondría la receta de la tarta de queso que yo hago.

  • 9

  • -¿Qué le gustaría ser de mayor?

  • -Arabista y payasa de circo.

  • 10

  • -¿Tiene enemigos?

  • -Supongo.

  • 11

  • -¿Lo que más detesta?

  • -La apatía, la abulia.

  • 12

  • -¿Lo peor del verano?

  • -Cuando mis hijos no están conmigo.

-¿Qué estuvo bien?

-Me pasé mucho tiempo viviendo en Oriente Medio y en el Norte de África; incluso llegó un momento en el que no sabía si volvería alguna vez a España. Conozco Marruecos, Argelia, Túnez, Siria, Jordania...; he residido en Palestina, he pasado temporadas en Yemen...

-¿Cómo se ha sentido en esos lugares?

-Feliz, y muy bien tratada. En cada lugar del mundo, lo que tú ofreces es lo que tú recibes. Lo importante es tu actitud, tu forma de interactuar como ser humano; el sexo es completamente circunstancial, y tu apariencia también. Siempre he tenido mucha curiosidad y deseos de aprender.

-¿Nunca menospreciada por el hecho de ser mujer?

-No, en absoluto: ni menospreciada, ni violentada; al revés. Todo el mundo me ha respetado. Yo nunca voy enredando, soy discreta y amable. Y siempre me he llevado fenomenal con los profesores y con los alumnos de las universidades en las que he estado.

-¿De qué tiene la suerte?

-Tengo una gran facilidad para el desapego, tanto en el terreno emocional como, por supuesto, con todo lo material. Puede que el hecho de haber vivido en tantos sitios haya influido, pero lo agradezco porque no me cuesta horrores recuperarme de las decepciones sentimentales, ni me siento atada a los sitios o a las cosas. También creo que es una suerte la enorme facilidad que tengo para ilusionarme con la vida y para vivirlo todo con mucha intensidad. Disfruto de cada día como si fuese el último de mi vida, y me sigue apasionando viajar y conocer a gente distinta.

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-¿Qué es lo más importante?

-Mis hijos son lo más importante, lo esencial, lo indiscutible, lo más maravilloso que he hecho en la vida, la mayor fuente de conocimiento vital y de gozo. Mis dos partos fueron en el agua. He amamantado a Vera hasta los 6 años, y a Andrés hasta los 4 años. Ahora tienen diez y siete años.

-¿Cómo resultó esa experiencia?

-Cuando me divorcié, eran dos bebés prácticamente. Sacar adelante a dos niños tan pequeños tú sola no es fácil, pero yo encontré mucha satisfacción en esa entrega. No voy a negar que a veces acababa destrozada físicamente, porque maldormir durante años con dos niños al lado que maman cuando quieren es duro. Pero ver la cara de felicidad de tus hijos es algo casi orgásmico, te aporta una felicidad interna inmensa. Yo nunca había necesitado ser madre para sentirme realizada como mujer; yo me sentía ya realizada, plenamente, con mis estudios, mis diccionarios, mis viajes... He tenido una vida apasionante, que ha sido posible porque he trabajado mucho. Pero cuando llegaron ellos descubrí otro tipo de intensidad. La crianza de mis hijos ha sido apasionante, aunque llegó un momento en el que estaba muy flaca, ojerosa, y parecía un fantasma andante. Pero era todo tan dulce, cada detalle de mi relación con ellos me parecía un regalo: que se quedasen durmiendo sobre mi regazo, verlos sonreír cuando se despertaban. Había días en los que hubiese necesitado siete manos, pero ellos son la aventura más apasionante de mi vida. Ahora son unos viajeros espectaculares, se relacionan con todo el mundo, comen de todo... Mi hijo, siendo un raspajo, se despertó una mañana y me dijo: «Mamá, ya sé para lo que estoy en el mundo: para quererte mucho».

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-¿Qué ha comprobado?

-Conviene llevar cuidado con las personas que tienen unos egos gigantes.

-¿Cómo es usted?

-Fácil para convivir. Huyo de convertirme en un problema, los problemas de verdad tiendo a resolverlos por mí misma, creo que sé respetar los espacios y los tiempos de los demás. Soy trasparente, soy lo que se ve. Reconozco mis imperfecciones, que son muchas, y creo que estoy disponible cuando se me necesita.

-¿Algo más?

-Me caracterizan la alegría de vivir, el amor propio y la capacidad de esfuerzo. Siempre he procurado gestionarme yo mi propia vida, no ser dependiente de nadie en ningún aspecto, desde el económico al emocional. Nunca me han llamado agobiante, no me gusta cohartar la libertad de nadie.

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-¿Qué haría si pudiera?

-Cogería mi furgoneta Marco Polo y me iría con mis hijos a viajar por el mundo durante un año.

-¿Qué echa de menos?

-A mis hijos cuando les toca estar con su padre.

-¿Qué es díficil?

-Que se tambalee mi paz interior.

-¿Con qué frecuencia le hierve la sangre?

-Siempre me dicen que tengo sangre de horchata, porque soy muy tranquila. Intento calmarme rápidamente cuando me indigno. He estado en la 'segunda intifada' en Palestina y en campos de refugiados, conozco bien el sufrimiento ajeno y la injusticia. Me indigno, claro, pero sé que la indignación sin más no sirve de nada. Lo que sí sirve, lo que sí es útil, es actuar, las acciones concretas destinadas a ayudar. He visto a gente muy consciente de que no tenía ningún futuro. Tu indignación no va a resolver nada, quizás tus actos sí puedan servir para algo.

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-¿De qué va bien servida?

-De energía. Me involucro en varios proyectos al mismo tiempo, desde niña me ha gustado no perder ni un segundo. Mi madre me decía que no abarcase tanto, que me cuidase más, que tenía que dormir más horas, ¡que tenía que cuidarme las ojeras! [risas].

Amigos de verdad

-¿Qué agradece?

-En todos los lugares del mundo donde he vivido tengo amigos de verdad, amigos de esos que tienen la llave de casa, amigos de los que te cuidan, de los que están pendientes de ti... Y los tengo de todas las edades.

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-¿Qué niña era?

-Muy responsable, dicharachera, tranquila, buena, estudiosa; jugaba a todo lo que jugaban los niños, pero siempre volvía impecable a casa. Jugaba al futbito, cruzaba ríos, encendía lumbres, robaba sandías. Siempre me ha gustado la aventura, estar en movimiento. También, desde muy pequeña, me ha gustado tener detalles con los demás. Recuerdo la primera vez que aparecí en la habitación de mis padres llevándoles el desayuno a la cama [risas].

-¿Por qué arabista?

-Viví en Marruecos con diez años.

Yo era la única española que se quedaba a clases de árabe. Recuerdo a mi primer profesor: enorme, con mostacho, inhalando rape. Me encantaba. Mostraba al mismo tiempo autoridad y dulzura. En esas primeras clases de árabe está el origen de que yo sea ahora profesora de Estudios Árabes e Islámicos.

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-¿Qué más le debe a Marruecos?

-También allí me aficioné al taekwondo. La única niña que lo practicaba era yo.

-¿Qué encontraba allí?

-Algo que he podido encontrar en todos los países árabes que conozco: la gente es feliz cuando sirve a los demás. Hablo de grandes actos y de pequeños detalles, hablo del enorme respeto que se tiene a las personas mayores, del cariño con el que se trata a los niños, de la hospitalidad. Y el hecho de que el placer forma parte de la armonía necesaria en la vida.

-Y esa idea de que en los países islámicos la mujer está considerada un ser inferior al hombre...

-...vamos a ver: la mujer está mejor tratada, como ser humano, en el Corán que en la Torá y en la Biblia. Se habla del Islam desde el desconocimiento y los prejuicios.

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-¿Los árabes son más machistas que, por ejemplo, los europeos?

-¡No, no, no!

-¿Qué opina de que se prohíba el uso del 'burkini' en las playas?

-Que se están sacando de quicio las cosas, que nos dedicamos a debatir sobre cosas superfluas, sobre pamplinas, y no sobre cosas verdaderamente importantes. ¡Que se bañen como quieran, por Dios, que se bañen como les dé la gana!

-¿Cómo se cuida usted?

-Prestándole mucha atención a la alimentación. Mi madre, ¡en broma!, dice: 'Es que mi hija no cocina, mi hija se comunica con los alimentos'. Disfruto eligiendo los productos que vamos a consumir, cuidando los detalles a la hora de cocinarlos y de servirlos en la mesa, y dándole valor al tiempo que empleamos en alimentarnos. Me gusta cocinar para los demás, y aprovechar los encuentros alrededor de una mesa para cultivar la amistad.

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-¿Qué reconoce que hace?

-¡Si veo un río, me gusta cruzarlo!

-¿Dónde encuentra consuelo?

-En los espacios abiertos inundados de luz; en el contacto con el agua: me doy una ducha y me siento mucho mejor; y llamando por teléfono a mi madre, que está lejos. No me gusta contarle mis problemas, para no preocuparla, así que solo hablo con ella de cualquier cosa, pero, sí, escucho su voz y eso también me sienta muy bien.

-¿De qué está segura?

-De que la vida es una sorpresa constante. Digo muy pocas veces eso de «estoy segura». Me dejo sorprender, me agrada ser testigo de cómo la vida va fluyendo, de cómo las cosas pasan. Es muy importante el modo en el que te las tomes, las enseñanzas que saques de lo que te sucede.

-¿Qué viaje tiene pendiente, al margen del de recorrer mundo durante un año?

-Quiero llevar a mis hijos a Egipto. Y viajar de Luxor a Asuán en faluca por el Nilo. Estoy convencida de que será un viaje que ninguno de los tres olvidaremos nunca.

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