Cabalgando por Garrote Bill
Rufino Martínez, taxista rockero, ameniza los traslados de clientes por Mazarrón con su pegada clásica. «Subirse a la moto de Rufo Garrote no era fácil», resurge de sus cenizas
ALEXIA SALAS
Lunes, 29 de agosto 2016, 12:45
No es leyenda. Los rockeros tienen más vidas que un minino. Más vidas que Lou Reed ha tenido Rufo Garrote, taxista rockero, fue rey de las lechugas, emigrante en California, sediento bebedor de madrugadas, reinventor de sí mismo tantas veces como le han dado de sí sus años sobre el planeta tierra. Si hay unos ojos omnipresentes, vieron sin duda al músico de Fuente Álamo cabalgar de barra en escenario en los años que forjó su propio mito, y lo verán este verano, incansable, trasladar turistas que se enganchan a su rock de pegada clásica, voz lacónica y sonrisa ladeada de tipo que se afeita con navaja desdentada. «Pensando que la vida es bella, me destapo otra botella», canta Rufino haciéndose los coros a su propia voz que sale del 'cedé' pinchado en el taxi, a toda pastilla por Mazarrón, o quizá Garrote Bill, la ciudad imaginaria del rockero. Su nuevo disco, 'La vecina del quinto', es el resurgir de las cenizas del músico y letrista. 'Ya no soy el de ayer', se expurga a sí mismo en una de las canciones. Porque hubo otro Rufino, igual que hubo otros Jagger, otros Ramone, otros Rosendo. Hace años dio guerra el cantante que se crecía por las noches con los decibelios, mientras de día trabajaba en control de calidad de lechugas iceberg. «Teloneábamos a Revólver y a Loquillo. Éramos todo corazón», despierta su propia leyenda. «Yo era un rockero de chupa y patillas. Un crítico de 'Rolling Stones' me dijo una vez que Rufo Garrote no cantaba con la garganta sino con el corazón», se encuentra. Vinieron escenarios con focos, saliva de fans y velocidad. «Mi colega me decía 'Rufo no abras esa puerta', y yo la abría», rebusca y encuentra el cantante que, como Loquillo, cogió «la guitarra como quien podía haber cogido el revólver, de tener menos sentido del humor», como bramaba el del tupé en 'Siempre libre'.
Publicidad
-
Quién.
-
Rufino Martínez.
-
Qué.
-
Taxista y rockero.
-
Dónde.
-
Mazarrón.
-
Valores.
-
Situado en medio de la línea marítima murciana, el municipio ha cambiado sustancialmente en los últimos años con la creación de nuevas urbanizaciones y residentes extranjeros, aunque el núcleo urbano más destacado es el de Puerto de Mazarrón, que concentra animación turística y los dos puertos deportivos. Sus playas, desde El Mojón a Parazuelos, se encuentran entre las mejores de la Región.
-
Pensamiento.
-
«El taxi es el termómetro de la ciudad. Sabes qué le preocupa a la gente».
Como a todo rockero, le llegó una chica: «Le hice una canción porque subirse a la moto de Rufo Garrote no era nada fácil. Y ella lo hizo. Y me enseñó que en la vida hay otras cosas», se exprime Rufino el corazón. La historia habla de «treinta años de la banda, muchos conciertos gloriosos, pero también una convivencia agotadora y eso que se llama rock, que no te da para vivir, así que dije 'Rufo Garrote necesita otras cosas'». Sin mirar atrás, como en un blues de carretera, dio el salto a un valle californiano cuando su empresa decidió que prefería las lechugas del oeste americano. «Aquello es salvaje. Una abuelete, después de tener que explicarle que Murcia no está en México, te saca una guitarra desvencijada y te da un concierto de blues que te deja mudo», empezó a beber Rufino la savia americana, desde el rock a la moda surfera, con su fórmula pegadiza y sus mechas soleadas. «En el nuevo disco he intentado plasmar mi vida. Me ha influido todo lo vivido», habla del último rugido de Rufo Garrote, tras su regreso a ese punto remoto llamado Murcia, donde recuperó -como en las canciones- chupa, banda y chica. «Conmigo están los antiguos 'garrotes': Pepe Caballero, José Nieto y yo, pero también Juan Carrasco y Muñoz», vuelve a extender sus alas por los escenarios. «He aprendido que no hay que vivir deprisa, que hay que tener el control», explica, aunque a Rufino aún le quedaba otra ocasión para reinventarse, cuando tuvo que perder -quirófano por medio- 30 kilos: «Durante un tiempo trabajé de taxista 22 horas al día, malcomiendo, y llegué a pesar 114 kilos». Rufino se siente ya el triunfador de su propia lucha, con 12 conciertos apalabrados, su nuevo cuerpo y un hijo de tres años. «Soy un ganador. Siempre jugué mis cartas a ganar», se crece. Cuando los focos lo iluminen, se promete «salir al escenario con un vaso de té, para que parezca Jack Daniel's».
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión