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Rafael Fuster, con su perra 'Luna' y un Aperol Spritz en la mano, en la terraza de su casa.
«Engañarse a uno mismo es inaceptable»

«Engañarse a uno mismo es inaceptable»

pintor y escultor

Daniel Vidal

Lunes, 8 de agosto 2016, 22:54

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Fabuloso recibimiento poco antes de iniciar la entrevista: Aperol Spritz elaborado por el anfitrión, aceituna gordal para acompañar el trago y alguna cerveza cogiendo la temperatura que se considera idónea en esta casa, enclavada en el Cabezo del Trigo, en Santomera. Inimitables vistas, una brisa cargada de abono recién extendido y una amena -y profunda- conversación desde la privilegiada atalaya de este escultor, pintor y 'bon vivant'. Dice sobre la vida Rafael Fuster -nacido hace 38 años tal día como hoy- que es «el milagro constante». También recuerda: «Hace cuatro años pasé mi mejor verano, fue en Venecia, y allí todo parecía suceder en armonía; estaba perfectamente de acuerdo con el mundo». Para este genio del 'trampantojo artístico', para el hombre que rescató un manuscrito inédito de Miguel de Unamuno de las entrañas de la biblioteca del Colegio de España de París, la mayor genialidad es «compartir». -¿Cómo vive?

  • 1

  • -¿Un sitio para tomar una cerveza?

  • -Un Spritz en una plaza veneciana con Trinidad.

  • 2

  • -¿Qué música le suena en el teléfono móvil?

  • -La de serie.

  • 3

  • -Un libro para el verano.

  • -'El hombre creador', de Ángel Pardo.

  • 4

  • -¿Qué consejo daría?

  • -Hazte simple.

  • 5

  • -¿Facebook o Twitter?

  • -Facebook.

  • 6

  • -¿Le gustaría ser invisible?

  • -No.

  • 7

  • -¿Un héroe o heroína de ficción?

  • -El Quijote.

  • 8

  • -Un epitafio.

  • -Gracias.

  • 9

  • -¿Qué le gustaría ser de mayor?

  • -El niño que fui.

  • 10

  • -¿Tiene enemigos?

  • -No, que yo sepa.

  • 11

  • -¿Lo que más detesta?

  • -Engañarme a mí mismo.

  • 12

  • -¿Lo peor del verano?

  • -Encantado con el verano.

-Muy bien. Mi mejor obra es mi horario [sonrisa].

-¿Y qué horario tiene?

-El que Dios dispone, como se suele decir. Me levanto en el campo y el día se va haciendo solo. Voy orbitando alrededor del lienzo, pero el día se va haciendo solo.

-¿Disfruta?

-Mucho.

-¿Qué es lo mejor de la vida?

-¿Lo mejor de la vida? Yo he llegado a la conclusión de que la vida es perfecta. La vida es el milagro constante, el milagro siempre renovado. Es lo que decía Ibn Arabi sobre la creación continua. Todo se cumple con perfecta naturalidad. Miras a la naturaleza y ves que todo tiene una armonía perfecta, un orden perfecto. El problema llega cuando viene el hombre y esto lo carga con conceptos abstractos, y entonces se convierte en algo más complejo.

-¿Y lo peor?

-Seguramente eso, cuando cargamos demasiado peso a nuestras espaldas y llevamos un peso innecesario. Hay una frase castiza, de la huerta, que me hace mucha gracia: «Cuando uno no tiene una cruz, se coge dos palicos y porta con ella».

-¿Tiene usted alguna cruz?

-No. Es que el secreto está en ir con muy poco peso en esta vida, ir ligero de equipaje.

-¿Qué le cansa?

-Bueno, trato de evitar aquello que me cansa. No podría decir qué me cansa porque, cuando algo me cansa, me alejo, me voy.

-¿Por ejemplo?

-Me cansa el tumulto, el ruido... Pero hay que saber convertir eso en positivo. Hay que hacer de la necesidad virtud. Por ejemplo, en el Louvre me cansaba muchísimo el turista, me reventaba cuando estaba haciendo aquel trabajo [un vídeo sobre la incidencia de la luz en el museo]. Pero, de aquel hastío, vino la idea de eliminar por completo al hombre en el vídeo. Al final, si sucede es porque conviene, como dice el proverbio. Mire, no termino de acostumbrarme a una cosa. Además del bullicio, del ruido, abusamos mucho de la palabra. Por eso también vivo donde vivo. A mí me gusta estar donde estoy. Luego me encanta salir, y cenar... Pero esa sensación de estar aislado, en soledad, en la naturaleza...

-¿Se siente un poco ermitaño?

-No. Me dicen que sí, pero yo siento que estoy en el lugar en el que debo. Cuando necesito gente voy a verla y, cuando no, me quedo aquí en silencio. Este estado es ideal.

-¿Qué no puede faltar en el paraíso de Rafael Fuster?

-Soledad, silencio y pintura.

-Le gusta la cerveza a una temperatura determinada, prácticamente helada. ¿Cómo sabe qué temperatura es la correcta? ¿Algún termómetro especial?

-[Risas] En mi familia nos gusta la cerveza helada y eso viene de herencia. Lo he heredado.

-¿De quién?

-De mi madre, de mi tío... Es de la familia por parte de madre.

-Alguna cerveza helada, ¿le dejó sin palabras?

-Pues más de una. Pero no era solo la cerveza [risas].

-¿Qué más le dejó sin palabras?

-Hace unos años, en la galería de la Academia [Florencia], las esculturas inacabadas de Miguel Ángel, esas esculturas que desembocan en el David. Me pareció de las cosas más milagrosas que he visto nunca en arte, por mucho que las hubiera visto, por mucho que supiera que existían. Hasta que no estuve frente a ellas...

-¿Qué más ha heredado de sus padres?

-La generosidad. Mi madre lo ha heredado también de mi abuela. Y luego mi padre es un tipo muy despejado, muy despejado. Sin esas cargas que le comentaba. No va con tonterías, no acepta nada con gravedad y solemnidad. Creo que la mayor virtud que puede tener alguien es la generosidad. Creo que a ellos también les debo la habilidad. Mi padre es orfebre, joyero. Mi madre es una persona muy sensible, una persona que lee mucho. Yo veía a mi madre siempre leyendo, y a mí me encanta la literatura. A mi madre también le gusta el dibujo... Es cierto que esas habilidades manuales también las veía en ellos. Y es importante ver en una casa ese tipo de dedicación a estar con uno mismo, a solas.

-¿Qué le hace feliz?

-Hay un problema con la palabra felicidad, a mi modo de entender.

-Diga.

-La felicidad para usted es totalmente diferente de la felicidad para mí. Perseguir la felicidad es una de las tonterías más grandes de esta sociedad. Creo que hay que perseguir una cosa mucho más fácil, mucho más sencilla, que es la armonía. Estar en armonía con tu entorno, con tus circunstancias. Ese es uno de los secretos. Yo soy muy feliz en el campo, en silencio, en soledad.

«Mi abuela Conchita»

-¿A quién le gustaría parecerse?

-A mi abuela Conchita. A veces iba levitando [sonrisa]. Era todo generosidad.

-¿Y a quién no?

-Posiblemente al resto [risas].

-¿Algún pintor en mente?

-No... Hombre, yo no repetiría ese patrón. Por ejemplo, Picasso. A mí me encanta Picasso, me parece maravilloso, pero es verdad que con sus parejas no era la persona más agradable, que digamos. Pero yo le considero un auténtico genio. Le tengo como referente, como una persona verdaderamente inquieta. No sé quién decía que Picasso era una persona muy joven y que todo el mundo a su lado parecía viejo. ¡Pero cuando ya era mayor! Era una persona viva, y era maravilloso cómo trabajaba y lo que hacía, aunque dejaba mucho que desear cómo era en casa con su familia.

-¿Qué es indiscutible?

-¡La vida! Eso es indiscutible. Y yo tengo gratitud a la vida. Como le decía, es un milagro. Y cuando uno se desentiende del yo, se desentiende del conocimiento, del arte, la crítica, y esos problemas que le vamos añadiendo a la vida, que no son más que abstracciones, aparece la vida. ¿Ha visto decir a alguien 'creo en la vida'? No, porque es indiscutible, no tiene sentido. La vida existe. Y esto lo desdeñamos demasiado. Parece que tenemos que aferrarnos a algo que esté construido conceptualmente. Armonía, y la naturaleza es perfecta y absoluta armonía. ¿Por qué no nos callamos un poco y observamos más? Nos ayudaría bastante.

-¿A qué se niega?

-A no poder elegir lo que quiero hacer. Y sucede con mucha frecuencia que esta sociedad te dice a dónde tienes que ir y qué tienes que hacer. No eres libre, en muchas ocasiones.

-¿Qué se empeña en corregir?

-No creo que tenga que corregir nada, aunque tampoco me creo perfecto. ¿Corregir? Aquello que le pueda hacer daño a terceros.

-¿A qué aspira?

-A seguir como estoy. ¡Y a seguir por mucho tiempo!

-¿De qué verano no se olvida?

-De varios. Pero la segunda vez que estuve viviendo en Venecia... Aquello fue... Vamos, la sensación de que estás perfectamente de acuerdo con el mundo. Todo parecía suceder en armonía perfecta. Fue hace cuatro años. Recuerdo que entré con lo autóctono, por así decirlo. A pesar de ser una ciudad muy turística, todos mis amigos eran venecianos. Estuve trabajando en [el teatro] la Fenice. Es verdad que solo hacía pruebas de luces, pero me encantaba aquello, poder ganar un dinero... Yo me fui con una maleta, sin más. Improvisando. Me gusta esa libertad. Me fui para allá, luego gané una especie de beca, iba con mis amigos paseando en barca por Venecia... Todo aquello era para mí milagroso. Ese verano.

-¿Le visitan las musas?

-No. Yo trabajo y, si no sale, vuelvo a insistir. No creo en las musas.

-¿Y los pokémons, le visitan aquí?

-Eso está saliendo por todos lados y no tengo ni idea de qué es.

-¿Qué es inaceptable?

-[Muy seguro] ¡Engañarse a uno mismo! Eso es lo más inaceptable que puede haber. Además, el único animal capaz de engañarse a sí mismo es el hombre.

-¿Qué tiene por norma?

-Hacer lo que me plazca. Tengo un oficio que me encanta, me puedo tirar horas y no me entero. Da la sensación de libre albedrío, pero en realidad es que, cuando uno ama su oficio, desaparece el tiempo, desaparecen un poco las normas, las reglas.

-¿Da para comer, hacer lo que le place?

-No, a mí no. Yo trabajo, doy clases a niños... voy haciendo lo que puedo. Yo tengo la generosidad de mis padres, que me han dejado esta casa. Si no, no podría, tendría que hacer otras cosas. Es muy difícil que alguien viva del arte. Hay poca gente de mi generación que viva del arte. También hago una distinción clara. Yo trato de desenvolverme mal, bien o regular. Hablo con galeristas, voy a becas, concursos, hago lo que puedo, pero es complejo, porque a mí no me gustaría preocuparme por el dinero, sino tenerlo para poder hacer lo que me gusta. Ahora bien, cómo ganarlo... Es algo en lo que me enredo. Es verdad que uno, como artista, se tiene que preocupar por el dinero bastante más que otras generaciones. Pero hago de la necesidad virtud, claro, y una de las salidas es dar clases a niños. Estoy encantado con ellos.

-¿Qué aprende de ellos?

-Espontaneidad, frescura... Ellos no juzgan, no critican. Se están estrenando en todas las circunstancias de la vida y del mundo, y todo les parece milagroso. Por eso le decía antes de volver a ser el niño que fui. Se trata de eso. Usted fue perfecto, yo fui perfecto. Todos fuimos perfectos. Y luego empezamos a añadirle conceptos, abstracciones... Empezamos a enredarnos. Con los niños se aprende mucho.

-¿Se plantea tener hijos?

-Claro que me lo planteo.

-¿Para qué es un negado?

-[Risas] Para ganar dinero. No sé qué mierda hago, pero me cuesta.

-Si por usted fuera...

-Se criticaría menos. Es de muy mala educación criticar. Por cada crítica que se le hiciera a alguien, obligaría a decir dos cosas positivas de esa persona. La gente critica mucho. Vivimos siempre juzgando al prójimo.

-Que no cuenten con usted para...

-Para insultar y ningunear.

-¿Qué es urgente?

-Observar en silencio. Mirar y callar. Se lo he dicho antes, abusamos demasiado de la palabra y no observamos. [Bebe de la cerveza que estaba enfriando y que ha servido en dos vasos] Oiga, la cerveza no está todo lo fría que debiera.

-Bueno, mucho más que la media. ¿Qué es una genialidad?

-Compartir, Daniel.

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