Borrar
Alejandro Díaz Morcillo, corriendo. :: josé maría rodríguez / agm

«Fui un niño feliz pese a mi minusvalía»

«He procurado siempre no amargarme la vida», señala Alejandro Díaz Morcillo, rector de la Universidad Politécnica de Cartagena

Antonio Arco

Domingo, 31 de julio 2016, 09:00

Matemático experto en Teoría de la Señal y responsable del equipo de investigación de Electromagnetismo y Materia, Alejandro Díaz Morcillo (Bonete, Albacete, 1971) es rector de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), ciudad en la que hace dos años se instaló definitivamente con su mujer y sus dos hijos. «Tengo la experiencia de la fe, no la certeza, de que Dios es padre y de que nos escucha», dice.

  • 1

  • ¿Un sitio para tomar una cerveza?

  • El Capi. En Cartagena.

  • 2

  • ¿Qué música le suena en el teléfono móvil?

  • Ninguna.

  • 3

  • Un libro para el verano.

  • 'Relatos de lo inesperado', de Roald Dahl.

  • 4

  • ¿Qué consejo daría?

  • Infórmate bien, luego actúa.

  • 5

  • ¿Facebook o Twitter?

  • Ninguna de las dos.

  • 6

  • ¿Le gustaría ser invisible?

  • En alguna ocasión.

  • 7

  • ¿Un héroe o heroína de ficción?

  • El Capitán Trueno.

  • 8

  • Un epitafio.

  • «Hizo feliz a los demás».

  • 9

  • ¿Qué le gustaría ser de mayor?

  • Jubilado.

  • 10

  • ¿Tiene enemigos?

  • Creo que no.

  • 11

  • ¿Lo que más detesta?

  • La soberbia.

  • 12

  • ¿Lo peor del verano?

  • El calor.

¿Loco qué le vuelve?

[Risas.] Cuando están insoportables, mis hijos.

¿Qué somos?

Animales sociales. Y, por lo tanto, es muy fácil que el entorno modifique nuestra manera de pensar o de comportarnos. Conviene no bajar la guardia.

¿Qué recuerda de su infancia?

Que fui un niño feliz, algo que puede resultar curioso porque no tuve una infancia fácil. Nací con una minusvalía [que le impide tener movilidad en la mano derecha] y, a partir de tener sarampión a los seis años, desarrollé una serie de alergias que me obligaron a estar con inyecciones hasta los 18 años. Tuve asma y tampoco me libré de la meningitis; estuve dos días en coma.

No está mal.

Pues fui un niño feliz; gordito, que también lo era, pero feliz. Pasé toda mi infancia en un pueblo de Valencia, Algemesí, hasta que a los 13 años, cuando falleció mi padre, que era veterinario, me trasladé con mi madre a Valencia capital. No era muy extrovertido, pero tenía amigos y me lo pasaba bien.

¿La minusvalía no ha sido un problema para usted?

No, desde niño la viví con mucha naturalidad y reconozco que no me ha complicado nada la vida. Me he adaptado a lo que hay y no tiene remedio, que creo que es una postura inteligente. ¿Qué podría haber hecho, vivir enfadado, encerrarme...? Me ha gustado mucho hacer deporte, y lo he practicado mucho y lo sigo haciendo, aunque desde que me eligieron rector no encuentro el momento para dedicárselo. También me ha gustado estudiar, y lo he hecho sin problemas. Tampoco creo que tenga un mérito especial por eso, los que sí lo tienen son los que le echan mucha valentía y mucho esfuerzo al día a día porque sufren minusvalías mucho más complicadas. Yo, lo que he procurado siempre es no amargarme la vida, ni amargársela a los demás.

¿Qué no le gusta?

¡No me gusta engordar! [Risas.]

¿Cómo ha ido transcurriendo su vida?

Con naturalidad. Para mí no ha sido complicado esto de ir haciéndome mayor. No tengo ninguna queja de nadie, ni de mi paso por el colegio, el instituto y la universidad. Creo que he ido sabiendo vivir el momento, y hacer lo que tocaba en cada situación, sin ningún trauma.

¿Qué reconoce?

Que no me he preocupado mucho a lo largo de la vida por lo que no era mi entorno. Procuraba cuidar a la gente que estaba cerca de mí, básicamente. Reconozco que desde que soy padre he ampliado mucho mi mirada: ahora me interesa también lo que le sucede a la gente que no conozco, sobre todo a la gente que más sufre, que lo pasa peor, que es peor tratada por la vida. Este es el momento de mi vida en el que tengo más conciencia de que todos somos responsables de cuanto pasa en el mundo, y de que debemos intentar cambiar las cosas y dar la cara.

¿A qué da gracias?

Al primer ordenador que cayó en mis manos y que me acercó a la informática. Y a las Matemáticas.

¿Qué está bien?

Sentirte acompañado cuando vas a dar un paso importante.

¿Esperanzador qué le resulta?

Saber que la vida no deja de darte oportunidades.

¿Cuándo tomó usted una gran decisión?

Una de las mejores, sin duda, la tomé cuando tuve muy claro que quería casarme con Ángeles. Me casé ya madurito, con 36 años. Y el resultado ha sido excelente, aunque no lo hemos tenido muy fácil. Después de casados, e incluso ya con nuestros dos hijos, yo pasaba la semana aquí, en Cartagena, y mi mujer en Valencia. Estábamos juntos los fines de semana. Para un padre con dos hijos varones pequeños puede que no sea un mal plan [risas], porque son agotadores, pero yo siempre le agradeceré a Ángeles todo el esfuerzo que ha hecho por todos nosotros. Hace dos años consiguió el traslado a Cartagena y ahora estamos todos aquí muy a gusto, la verdad. Cartagena me está cautivando cada vez más.

¿Cómo es su compañera?

Tiene una mesura y un sentido común que me encantan. Vive con los pies en la tierra y a su lado te encuentras en la gloria. La admiro mucho en todo, también como madre. El corazón de las familias son las madres.

¿Qué valora enormemente?

La experiencia. Me gusta estar prevenido, y lo mejor para estarlo es el conocimiento. Conocer, investigar, es muy necesario, muy útil. Disfruto mucho conociendo a la gente e investigando los hechos. La experiencia ha de ser la base para tomar decisiones.

¿Qué gente abunda?

Hay de todo: personas nada recomendables, con tendencia clara a hacer el mal; y personas sin ninguna doblez, que manifiestan con sus actos y sus palabras su deseo de vivir sin pisar a nadie y haciendo el bien.

¿Qué le pasa con los políticos?

¿Con los políticos españoles? No tengo mucha fe en ellos en estos momentos. El modo en que se están comportando no es como para tenerles admiración. Viéndoles actuar en estos últimos tiempos, es muy difícil creer, con honrosas excepciones, que estén pensando en el bien común.

¿Orgulloso de su especie?

Objetivamente, ha sido la que ha triunfado, de forma exponencial, en el planeta Tierra. Hemos avanzado mucho en calidad y en esperanza de vida, eso es innegable. Ahora el gran reto es cuidar nuestro entorno para que podamos seguir avanzando. La especie humana ha tenido siempre una gran capacidad de mejora, y estoy seguro de que se encontrará remedio a los problemas medioambientales que están dañando el planeta. Al final, la propia ley evolutiva cuenta con mecanismos de protección de la propia especie.

¿Qué desea?

Que mi Universidad crezca en docencia, en investigación y en innovación. Nos espera un gran futuro, estoy convencido de ello.

¿Y en lo personal?

Que mis hijos crezcan sanos y felices, y que identifiquen una vocación en sus vidas y se lancen a por ella.

Disculpas

¿De qué no se olvida?

A mi segundo hijo le detectaron cuando nació un problema en el riñón y algún otro problemilla de corazón. El probrecillo estuvo casi un mes vigilado en la UCI pediátrica. Ahora, gracias a Dios, todo está normal.

¿Cree en Él?

Sí, soy creyente católico. Lo que no hago es entrar a valorar la religión desde la ciencia, porque son planos distintos y confrontarlos no creo que lleve a ningún sitio. La fe se tiene o no.

¿Se siente escuchado cuando reza?

Sí, me siento escuchado y a lo largo de mi vida me he sentido acompañado por Dios. No he tenido experiencias místicas, pero me he sentido muchas veces confortado. Tengo la experiencia de la fe, no la certeza, de que Dios es padre y de que nos escucha.

¿Se propone amar al enemigo?

Me propongo intentar comprenderlo, intentar entender por qué actúa de un modo para mí incomprensible. Nuestros enemigos también son nuestros congéneres, y todos nos debemos un respeto y una comprensión mutua. El cristianismo nos pone el listón muy alto.

¿Nunca pierde los nervios?

Controlo bastante bien, pero a veces los he perdido y luego me ha tocado disculparme. Si tengo que hacerlo, no lo dudo. Me fastidia haber podido no ser justo con alguien, y pedir perdón es muy placentero. Todos tenemos momentos de obcecación o de ira.

¿Está de acuerdo con que las comparaciones son odiosas?

No siempre. Comparar las cosas es necesario porque hace que tomes conciencia de otras muchas realidades. Viene muy bien aprender a relativizar.

¿Qué prefiere a qué?

El ordenador al móvil. Llevando una vida de aquí para allá, dejé de tener uno fijo y siempre va conmigo un portátil. No tengo agenda física, no necesito reloj de pulsera y hasta me sirve de linterna.

¿Qué opina usted de las redes sociales?

Que, como en todo, hay que saber manejarse en ellas con prudencia. Si no se hace así, se corre el peligro de ser muy sociable virtualmente al mismo tiempo que tienes problemas para serlo en el cara a cara con los demás.

¿Dónde encuentra consuelo?

Creo que a todos los varones nos pasa lo mismo: que siempre lo encontramos primero en la madre y después en nuestra mujer. En los momentos críticos, ellas son nuestro consuelo. Lo llevamos en los genes, no es una cuestión social.

¿De qué viaje no se olvida?

De dos que me marcaron. El primero en el tiempo, en 1999, fue a Orlando. Todavía era becario y presenté una comunicación en un congreso internacional de antenas y comunicaciones. Recuerdo la enorme ilusión con la que fui y lo bien que salió todo. El otro viaje al que me refiero fue el de novios, a Costa Rica, un país espectacular: Tortuguero, el volcán Arenal, Monteverde... Cuando los niños estén un poco más creciditos, cuando tengan 7 y 9 años, nos iremos toda la familia allí... ¡de viaje, claro!

¿Qué no va con usted?

Cambiar de criterio por conveniencia; a lo que sí estoy dispuesto es a cambiar si llego a la conclusión de que estaba equivocado.

¿Qué ha comprobado?

Que el diálogo, a veces, no conduce a nada cuando se hace eterno y hay que tomar decisiones. Tenemos que conseguir consensos, pero está claro que sin ellos también hay que tomar decisiones y hacerlo de modo responsable.

¿Qué comprobó?

Que sí, que a los 40 años es cuando empiezan a surgir los achaques. Hay médicos que dicen que los humanos tenemos, como producto, una garantía de 40 años, y que a partir de cumplirlos empiezan a dar la cara todos los males.

Pues qué bien. ¿Qué es útil?

Ser ordenado es muy útil, a mí serlo me ha servido de mucho en la vida. Conviene hacer las cosas siguiendo unas pautas; de lo contrario se corre el riesgo de la improvisación, de perder información e, incluso, de perderte tú mismo.

¿Qué es un placer?

Que, de pronto, empiece a sonar buena música. En mi caso, el espectro es amplísimo: pop, rock duro, techno. Creo que es verdad que la buena música amansa a las fieras.

¿Qué ha descubierto?

Pues, hace poco, lo reconozco, a Benito Pérez-Galdós.

¿Forofo de algo?

No, no creo que sea bueno para nada estar en disposición de perder el Norte. Soy del Real Madrid, por una cuestión familiar, pero lo soy con una gran ventaja: si gana, me alegro; si pierde, me da lo mismo. Es muy conveniente no tomar disgustos por tonterías.

¿Qué hacemos con Ronaldo?

No me cae bien: no creo que esté a la altura de la imagen que debería proyectar ante la juventud y la sociedad. Podría ser un ejemplo de muchas cosas pero no lo es. Hace muy bien su trabajo en el campo, sin duda, pero transmite una imagen de chulería que no me gusta nada. No es Ronaldo el modelo que yo prefiero para mis hijos.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad «Fui un niño feliz pese a mi minusvalía»

«Fui un niño feliz pese a mi minusvalía»