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Procida. Paolo Monti (1972)
Viaje por la Italia más literaria

Elsa Morante y el vértice de una espalda desnuda

La grande belleza ·

Sábado, 20 de agosto 2022, 00:43

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Existen islas varadas en el mar que van cambiando su posición dependiendo de la altura del sol. He visto la fisionomía de las islas Flégreas ... desde el puerto de Nápoles, apenas esta mañana, antes de que despuntara el amanecer. Son recuerdos que las erupciones antiguas han ido dejando en la bahía. Caprichos de tierra de un tiempo geológico que convierten la costa napolitana en una sucesión catártica de bellezas y negronis. Capri, la más lejana de todas, imponente, llena de jardines y cuevas. Al norte Ischia, elegante, con su castillo encaramado al mar. A sus pies, a apenas unas millas de distancia, Procida, la más pequeña de las islas habitables, áspera y pedregosa. He esperado el ferry al otro lado porque leí 'La isla de Arturo' y luego supe que las cenizas de Elsa Morante fueron esparcidas en sus acantilados. Ha bastado una hora para llegar aquí. Procida se recorre andando, bajo el calor veraniego. Se sufre en sus cuestas, pero a cambio, cuando se llega a la cima, a la prisión medieval, se contempla el Vesubio en la más absoluta intimidad.

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Elsa Morante y el vértice de una espalda desnuda