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Año 2101, un siglo después del universo Kubrick, y la odisea la tenemos en La Tierra para sobrevivir como especie. La reciente prohibición de la pasteurización ha provocado que la única leche que dispensa el súper online sea en realidad un bloque de nata y bacterias. Los bocadillos y el jamón solo pueden ser de soja, el alimento más apreciado en todo el mundo, convertido ya al veganismo al 98%. Declarar el amor a la carne en público (incluso en términos sexuales) o comerse una hamburguesa de ternera de contrabando está penado con la lapidación virtual en las redes sociales del condenado y también con cien azotes en la plaza de Las Antorchas del municipio correspondiente. El padrón es ahora madrón, y los pueblos ya no se llaman pueblos, sino pueblas, en una nueva y aplaudida norma de la Ministería para la Igualdad de Génera. La Ministería para los Asuntos de las Pueblas financia con las toallas que haga falta los partos naturales en las casas, y también ha logrado la erradicación definitiva de las vacunas y los medicamentos con la distribución masiva de un brebaje homeopático a base de espirulina y quinoa con sabor a limón (también disponible en frutas del bosque), recomendado por once de cada diez charlatanes, que lo cura todo. Desde una cabeza a la que se le ocurra opinar sin que nadie se lo haya pedido, al cáncer, pasando por las hemorroides y el fascismo. Medicina ya es una optativa del quinto año de la carrera de Algunas Ciencias, y las clases se dan por YouTube en los descansos de las partidas a la PlayStation 10 (tortazos te voy a dar). Aunque no importa la asistencia, porque los títulos pueden obtenerse a duelo en el Fortnite, y si convalidas los dos juegos tienes opción a presidir el Partido Unitario Fantástico, el PUF, y el Desgobierno del Estado plurinacional todavía llamado Spain.

Los pocos supervivientes tratan de evadirse escuchando trap y reguetón, los únicos géneros musicales presentes en los festivales de música, que ya tienen aparcamiento para aviones oficiales, aunque el medio de transporte más utilizado son las bicicletas de Glovo. Y cuando pido a través de la aplicación instalada en el teléfono móvil, instalado en la mano, que al menos estén frías las cervezas artesanales sin alcohol a domicilio, me despierta el repartidor. Es un mono.

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