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El Papa no ha perdido la especial conexión que mantiene con la calle desde el inicio de su pontificado en 2013. AFP
Un Papa entre el cielo y el purgatorio

Un Papa entre el cielo y el purgatorio

No cesan los escándalos ni la resistencia de la Curia romana a los cambios impulsados por Francisco, que en cambio es aclamado por los fieles cada vez que pone un pie fuera del Vaticano

DARÍO MENOR

Martes, 3 de octubre 2017, 11:54

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A un lado de la mesa, dos cardenales contrarios al Papa. Al otro, un par de purpurados favorables al Pontífice argentino. Y en medio, la exhortación apostólica sobre la familia 'Amoris Laetitia', el documento magisterial con el que Jorge Mario Bergoglio abrió la puerta en algunos casos a que los divorciados vueltos a casarse pudieran comulgar de nuevo. Casi tres meses después de que Francisco no le renovara en el cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo tribunal del Santo Oficio, el cardenal alemán Gerhard Müller vuelve a la carga y lo hace proponiendo una suerte de debate entre partidarios y detractores del obispo de Roma. Por medio de una 'disputatio' como las que se mantenían durante la Edad Media, Müller espera fijar una interpretación única de 'Amoris Laetitia' que ponga fin a las diversas lecturas que sigue generando el texto cuando ha pasado ya un año y medio de su publicación.

La especie de 'justa teológica' propuesta por el purpurado alemán en una entrevista con el 'National Catholic Register' es el último ataque que recibe el Papa en este atribulado inicio de otoño en el Vaticano. Unos días antes llegaban otros dos golpes. El primero era la publicación de una carta en la que sesenta historiadores, teólogos y sacerdotes denuncian que 'Amoris Laetitia' contiene siete supuestas «herejías». Entre los firmantes están Ettore Gotti Tedeschi, expresidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR, la banca vaticana), y Bernard Fellay, superior de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, el grupo fundado por el arzobispo cismático francés Marcel Lefebvre en 1970 para aglutinar a los ultratradicionalistas descontentos con el Concilio Vaticano II.

Los 'lefebvrianos', como se les conoce por su fundador, llevan desde 2008 llamando a las puertas del Vaticano, pero su plena reconciliación con la Iglesia de Roma se complica con este movimiento de Fellay.

El cardenal Müller intenta poner al Papa contra las cuerdas a cuenta de 'Amoris Laetitia'El Pontífice se multiplica en los medios y hasta sale en las pantallas de la Superbowl

«Al menos esta vez la carta no estaba suscrita por ningún cardenal ni obispo. Nos preocupó más la anterior», explica un alto funcionario vaticano. Se refiere a la misiva que le enviaron al Papa en septiembre de 2016 cuatro purpurados conservadores (Brandmüller, Burke, Caffarra y Meisner) pidiéndole que aclarase los puntos más polémicos de 'Amoris Laetitia' y amenazándole incluso con abrirle un «acto formal de corrección». No recibieron respuesta ni fueron recibidos en audiencia por el Pontífice, como imploraron poco después. Caffarra y Meisner han fallecido en los últimos meses, lo que ha propiciado algunas bromas de humor negro sobre cómo el Espíritu Santo acaba con los enemigos de Bergoglio.

Brandmüller y Burke apenas tienen predicamento entre los altos prelados y el único que podría inquietar algo a Francisco es Müller, que ha decidido seguir viviendo en Roma pese a su defenestración. En cualquier caso, al prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe no le ahorran críticas sus hermanos del Colegio Cardenalicio. «Se olvida de que el Papa no es un maestro de la teología, de ninguna teología, sino maestro de la fe, de la fe cristiana en Dios salvador», le afea el purpurado español Fernando Sebastián en su último artículo en 'Vida Nueva', en el que denuncia las «lagunas inexplicables» del germano, al que no obstante considera un «gran» personaje. «Los alemanes siempre han tenido fama de varones sesudos y sosegados. Los apasionados éramos los españoles, los latinos en general. Pero ahora resulta que algunos alemanes también son apasionados».

El segundo golpe

El otro golpe reciente recibido por el Papa, que en diciembre cumplirá 81 años, vino con las entrevistas que concedió el pasado fin de semana a algunos medios Libero Milone, revisor general de las cuentas de la Santa Sede hasta el pasado mes de junio, cuando renunció al cargo para el que había sido nombrado por Francisco en mayo de 2015 y cuando le quedaban aún tres años de contrato. Este laico italiano encargado de supervisar los dineros de la Curia y que cuenta con amplia experiencia en el ámbito financiero internacional rompió su silencio para asegurar que fue obligado a dimitir bajo «amenaza» de ser arrestado. Aprovechó además para acusar al «viejo poder» de la Curia romana de «bloquear las intenciones» de Francisco para reformar la gestión financiera de la Santa Sede y dotarla de mayor transparencia. El Vaticano respondió a sus palabras con un duro comunicado en el que acusa a Milone de extralimitarse en sus funciones al investigar de forma ilegal la vida privada de algunos altos prelados vaticanos. «Fue contra todas las reglas y estaba investigando a todos sus superiores, incluso a mí», se quejó el arzobispo Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado. «Si no hubiera aceptado la dimisión lo habríamos procesado por la vía penal». Domenico Giani, comandante de la Gendarmería vaticana, explicó por su parte que existían «pruebas evidentes e irrefutables» de apropiación indebida de capitales.

La 'rajada' de Milone llega sin que haya sido nombrado aún su sucesor y cuando la reforma financiera de la Santa Sede amenaza con quedarse a medio camino. A la ausencia de un revisor general de las cuentas se suma la falta de un máximo responsable en la Secretaría para la Economía debido a que el anterior prefecto, el cardenal australiano George Pell, volvió a principios de julio a su país para defenderse de las acusaciones de abusos sexuales a menores que supuestamente habría cometido en los años 70. Pell no es un alto prelado más: a su cargo como 'ministro' de Finanzas, lo que lo colocaba como 'número tres' de la jerarquía vaticana, se añadía que formaba parte del Consejo de Cardenales, el grupo de 9 purpurados que asesoran al Papa en el gobierno de la Iglesia y en la reforma administrativa de la Santa Sede.

El australiano no participó en la ronda de reuniones de hace dos semanas del llamado C-9, cuyo coordinador, el hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, aseguró que la reforma está ya completada «al 75%». Se espera que a final de año un grupo de canonistas reciba el borrador de la revisión que se lleva a cabo con la 'Pastor Bonus', la constitución apostólica que regula el funcionamiento de la Curia romana.

Estas últimas polémicas llegan con el Papa recién llegado de Colombia, donde se dio continuos baños de masas, y a pocos meses de emprender nuevos viajes a Birmania, Bangladesh, Chile y Perú. El recibimiento que deparan los fieles a Bergoglio, tanto en las audiencias generales como cada vez que pone un pie fuera del Vaticano -ya sea al acudir a parroquias romanas o en sus visitas dentro de Italia o en el extranjero-, poco tiene que ver con el ambiente interno del Vaticano. La conexión de Francisco con la calle se mantiene intacta desde principios del pontificado. También su idilio con la prensa internacional, que tiene ahora algo más fácil informar de la actualidad vaticana gracias a las reformas emprendidas por la Secretaría para la Comunicación. Dirigida por Dario Viganò, este organismo ha multiplicado la presencia mediática del líder católico grabando incluso vídeos para celebraciones deportivas como la final de la Superbowl del pasado febrero, el evento televisivo más seguido de Estados Unidos. «Los conflictos que se plantean en Roma no tienen reflejo casi a nivel episcopal ni tampoco entre las diversas comunidades», explica el franciscano Jorge Horta, decano de la facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Antonianum. «El problema es que en Roma somos demasiado intelectuales y tratamos siempre de buscarle tres pies al gato. A los fieles estas polémicas les interesan poco. Se alinean con el Papa, al que sienten muy cercano».

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