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Ixone Díaz Landaluce
Miércoles, 23 de enero 2019, 10:57
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El anuncio, en la sección de clasificados del periódico local, era escueto y misterioso: «Ku Klux Klan. Información de contacto. Apartado de correos 4771. Colorado. 80230». Rastrear esa sección del periódico era una práctica habitual en la unidad de inteligencia de Colorado Springs, donde Ron Stallworth trabajaba desde hacía unos meses. El mensaje llamó de inmediato su atención.
Años atrás se había convertido en el primer policía negro de la ciudad. Siempre había querido formar parte del cuerpo, pero en los setenta aquel no era un sueño asequible para un joven afroamericano como él. Aunque le habían advertido de que los mandos no lo acogerían con demasiado entusiasmo, siendo aún un cadete le comunicó a su jefe sus planes. «No me gustaban los uniformes. Pero cuando vi a los de narcóticos por primera vez, aquellos tipos con el pelo largo y barba que parecían hippies de San Francisco, me gustó la idea de que, en realidad, fueran policías con pistola y placa. Así que hice campaña para convertirme en detective de narcóticos», le contó en 2014 a la revista Vice.
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