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José Antonio Marina.
Por qué haces a tu hijo vulnerable si solo quieres que sea faliz, según la filosofía de José Antonio Marina

«Hacemos a los niños muy vulnerables, sin recursos para enfrentarse a la vida»

El filósofo y pedagogo José Antonio Marina, una de las mentes más preclaras de la Educación en España, reflexiona sobre el peligro de una nueva generación expuesta a padecer depresiones a edades cada vez más tempranas

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Sábado, 9 de noviembre 2019, 12:26

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José Antonio Marina (Toledo, 1939) lleva toda una vida dedicado al noble arte de la reflexión. Filósofo y pedagogo, es una de las mentes más preclaras de la Educación en nuestro país. A sus 80 años sigue en activo con un nuevo libro ('Historia visual de la inteligencia', editorial Conecta) en el que analiza el anhelo de superación continuo del ser humano y, al tiempo, reflexiona sobre el futuro de unas nuevas generaciones marcadas por la tecnología.

–En su libro cita a Noah Harari sobre los retos de la humanidad: la inmortalidad, ser dioses y la felicidad. ¿Alcanzaremos alguno?

–Ni la inmortalidad ni Dios. En cuanto a la felicidad, lo importante no es si se consigue, sino quién, qué tipo de persona es la que va a ser feliz. John Stuart Mill decía que es mejor ser Sócrates desgraciado que un cerdo feliz. Lo que debemos intentar es cómo puede ser feliz es una persona que tiene sensibilidad, respeto hacia los demás, etc. Esa sí me interesa que sea feliz. Para conseguirlo necesitamos una felicidad objetiva: no un sentimiento, sino una situación. Una sociedad justa, que nos proteja, donde tengamos seguridad jurídica, donde no tengamos miedo... Y en eso sí nos podemos poner de acuerdo y evolucionamos hacia ello. Eso sí, con grandes colapsos porque todo es una convención fruto de nuestra inteligencia. Debemos estar admirados porque hemos hecho cosas maravillosas, pero a la vez ser cautos porque se nos puede hundir rápidamente.

–¿Qué opina de los detractores de las teorías de la felicidad?

–Yo creo que nos hemos pasado con la búsqueda de la felicidad. Es una actividad, no un estado, es lo que se siente mientras se está haciendo otra cosa. En el momento en el que consideras que la felicidad es un estado, has estropeado el invento. Y, además, la insistencia en que lo importante es ser feliz es un error. No, mire usted, lo importante es ser otras cosas.

–Eso es algo que dicen mucho los padres: «Yo lo que quiero es que mi hijo sea feliz».

–Pues no, lo más importante no es eso. Al menos no en este momento. Lo importante es que esté en buenas condiciones de ser feliz dentro de 40 años. Esta sensación de querer que tu hijo sea feliz a toda costa te impide ponerle a hacer cosas que sean costosas para él y lo cierto es que tienen endurecerse un poco para no ser vulnerables de mayores. Cuando yo era niño nadie se preocupaba de si yo era feliz o no. Lo que nos preguntaban era si era bueno.

–Esto recuerda a lo que hoy en día llaman 'la generación blandita' a la que viene. ¿Cómo lo ve usted?

–Estoy de acuerdo. Hacemos a los niños y a los adolescentes muy vulnerables y les estamos perjudicando. Tenemos que dejarles que tengan alguna conducta arriesgada. No están acostumbrados a enfrentarse con los problemas de la vida y cuando se encuentran con ellos se nos vienen abajo. Los expertos están asustados de la cantidad de depresiones que hay entre la gente joven en EE UU. Están deprimidos porque la vida no es vivir entre algodones. Y el paso de la burbuja protectora al mundo real es duro. Así, encuentran una salida en el mundo virtual. Como el real es muy duro ahí intento vivir lo mejor posible. Es un síntoma de defensa muy limitado porque vives perpetuamente en la irrealidad. Para qué voy a relacionarme. Eso se ve ahora en temas sexuales. ¡¡Ahora el colmo es el succionador de clítoris!! Es un síntoma de un sociedad que prefiere todo solo, con cierta incapacidad de relacionarse que tiene que ver con todo esto. Si pienso que los humanos son fuente de problemas, entonces, me aíslo. Si me aíslo, no voy a tener recursos para relacionarme con los demás. De manera que todo va a ir a peor y así se llega a una especie de soledad muy conectada digitalmente. Este puede ser uno de los futuros de nuestra sociedad.

–Cita la depresión. ¿Qué realidad actual cree que hace más daño?

–Hace ya casi 20 años que el presidente de la Sociedad Americana de Psicología anunció que sería la enfermedad de los próximo 30 años. Pero además, ahora la depresión aparece en niveles cada vez más tempranos. Antes no había un niño deprimido. En el fondo de la depresión hay un sentimiento fundamental, 'helplessness', de impotencia aprendida: las personas empiezan a considerarse incapaces de enfrentarse a los problemas y se van retirando. Hay una especie de sentimiento de impotencia hacia la vida que sufren los niños. Los estamos haciendo muy vulnerables; no les estamos dando recursos para que luchen con los problemas de la vida. Y llegan un momento en el que los problemas llegan, concretamente entre los últimos cursos de Primaria y los primeros de Secundaria. Pero se pueden prevenir. Tenemos herramientas para evitar la depresión en los adolescentes.

–En la escuela se está trabajando ahora mucho las emociones. ¿Va por ahí la solución?

–Se está trabajando, sí, pero yo creo que no se está haciendo bien en muchos casos. El cultivo de las emociones a veces se confunde con el 'vamos a intentar eliminar todas las emociones negativas'. Y esto puede estar colaborando también a la vulnerabilidad de los niños. Claro que tiene que haber una educación de las emociones. Tienes que aprender a reconocer tus sentimientos y ver si son adecuados o no. Pero todos; también los negativos.

-Cuál es la emoción más importante para usted.

–El miedo. Es muy destructivo, pero es una emoción que se ha mantenido en la evolución y la que nos ha hecho detectar el peligro y sobrevivir. El problema surge cuando tenemos más miedos de los que nos corresponden o miedos paralizantes o que duran demasiado tiempo. Por eso hay que educar en la valentía. Hay que cambiar las creencias del niño sobre lo que le da miedo o hay que lograr, mediante determinadas conductas aprendidas, que supere los estresores, los desencadenantes de ese miedo. Y cuando llegue a la adolescencia que sea consciente de que hay cosas que no domina, pero que sepa qué puede hacer para lidiar con ellas. Una cosa es tener miedo y otra es ser un cobarde. Se cobarde es una opción.

El último libro de José Antonio Marina, Historia Visual de la Inteligencia, que realiza un repaso ilustrado por los frutos que ha dado este rasgo humano a lo largo de la historia y los que augura el futuro.
Imagen - El último libro de José Antonio Marina, Historia Visual de la Inteligencia, que realiza un repaso ilustrado por los frutos que ha dado este rasgo humano a lo largo de la historia y los que augura el futuro.

–Además de 'blanditos', somos una generación de 'ofendidos', algo que reflejan las redes sociales. ¿Qué nos pasa?

–En parte son las propias redes sociales. Hay una nueva generación que empieza en 1995 y que se enfrenta al gran cambio social: la aparición de los teléfonos inteligentes. Y eso lo cambia todo. Los primeros adolescentes que han nacido con ellos han desarrollado una especie de hiperactividad cognitiva. Esto es, la necesidad permanente de estar recibiendo mensajes muy cortos y la impulsividad de tenerlos que contestar. Como tenga mi teléfono en blanco durante un cuarto de hora, sin recibir anda, me empiezo a angustiar. Y cuando recibo tengo que contestar inmediatamente. Por eso se mete tanto la pata. Además, por el formato de las redes sociales, los mensajes están muy reducidos, sin fórmulas de cortesía ni matices ni argumentos. Se hacen muy toscos y pueden sonar brutales. Por otro lado, estas redes sociales producen una especie de glorificación del yo. No soy nada si no estoy en este escaparate público. Este narcisismo nos deja tan dependiente de lo que están diciendo de mí que cualquier cosa que me roce va a a recibir una respuesta airada. Me estoy sintiendo completamente vulnerable porque dependo de la opinión ajena sobre mi figura pública. Tengo, por lo tanto, muy pocos recursos íntimos. Así, una persona vulnerable y narcisista se hace susceptible seguro. Esto tiene dos salidas: o me deprimo o me vuelvo agresivo.

–La agresividad desmedida en conductas de jóvenes parece otro de los signos de nuestra era. ¿Cómo contrarrestamos esto?

–En nuestro proyecto de Universidad de Padres hemos detectado cuatro problemas fundamentales en los adolescentes de ahora que hay que resolverlos antes de pasar a Secundaria: la comprensión lectora, la timidez y la agresividad y el interés excesivo por el aspecto corporal. Entre los 12 y los 14 años aparecen las fobias sociales porque no saben cómo gestionar los problemas que conlleva tratar con iguales. En cuanto a la agresividad, sobre todo si es negativa, desafiante, como se mantenga a los 8 ó 9 años hay que tratarla. Si se pasa a Secundaria con estas conductas, los niños se apartan del agresivo, que se ve rechazado. Entonces, éste tiene dos salidas: o se deprime o ataca. Son fuente de conflicto y es por eso que insistimos mucho en que hay que ocuparse de esto. El cuarto problema nuevo es de interés excesivo en el aspecto corporal. Se está bajando a los 12 años. La American Psiquiatrics ya nos está diciendo que estamos sexualizando a las niñas de forma muy temprana y esto está teniendo nefastas consecuencias.

–¿Qué papel tiene la Universidad y la Educación en la participación de gente joven en las revueltas callejeras de Cataluña?

–Se han hecho estudios de cómo influye en el voto la educación que se tiene entre los 14 y los 22 años, insistiendo en los 18. La orientación del voto para toda la vida se consolida antes de los 18. Si lo aplicas a Cataluña es muy explicable lo que está pasando. Se han educado durante muchos años en un ambiente del reforzamiento de la identidad. Pero cuando se defiende la identidad catalana, lo más fácil es buscar un enemigo. La tribu se fortalece si lo tiene y así se crean todo tipo de mitos: «¡Nos roban, nos están pervirtiendo!». Es una dinámica peligrosa: se entra en efervescencia, se crean situaciones de rechazo, se encrespan los ánimos y por eso estamos viviendo esta situación. En los últimos años se ha crispado todo de una forma muy desagradable.

José Antonio Marina, según el ilustrador de su último libro, Marcus Carús.

Una nueva raza de 'poshumanos'

Marina imagina en su último libro a un hombre del futuro que es una suerte de nueva raza de poshumano. Señala el filósofo español que hay muchas teorías, sobre todo americanas, que dicen que hacia el 2050 iba a aparecer lo que llaman la singularidad: una nueva modalidad de la especie, caracterizada por los cambios que se están haciendo ahora en los laboratorios, que sería una humanidad mejorada. «Primero desde un punto de vista biológico, porque se habla incluso de la inmortalidad, y luego el cambio de la capacidad intelectual por una comunicación muy flexible, muy rápida y muy barata, entre el humano y los sistemas de inteligencia artificial». Cita a Elon Musk como ejemplo, ya que acaba de crear una empresa (Neurolinks) para fabricar microimplantes neuronales. «Esa es la idea. Que vamos a un tipo de humanidad nueva, más longeva, más tecnificada y donde los límites entre lo natural y lo tecnológico se van a borrar», dice Marina. ¿Qué repercusión tendrá en nuestra vida? «Una que asusta a los teóricos es que todo esto pueda estar disponible pero sólo para quien tenga el suficiente dinero. Se puede producir una especie de 'fractura social intelectual'. Una minoría muy lanzada que se vaya aprovechando de esta tecnología que se vaya separando del resto de los mortales. Cosa que ya está sucediendo con tecnologías actuales. Por ejemplo, Amazon. Es una empresa tecnológicamente avanzadísima. Pero, ¿quién te lleva el libro? Un ciclista en una bici. Son dos mundos distintos, el mundo de la alta tecnología, en el que se manejan cifras tremendas y debajo el mundo del currito que te llega el libro. Esto se irá separando cada vez más».

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