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Juan Carlos Carrión observa a dos niños jugando en la sala de los más pequeños en la parroquia de Almanjáyar, en Granada. pepe marín
'Castigados' sin verano

'Castigados' sin verano

Los 'niños de la llave' no se van al campo ni a la playa. Mientras sus padres trabajan, están solos en casa, delante de una pantalla. Entidades públicas y privadas se esfuerzan por remediarlo

INÉS GALLASTEGUI

Sábado, 28 de julio 2018, 12:00

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¿Playa o montaña? ¿Parque temático o capitales europeas? ¿Colonias de idiomas o el pueblo de los abuelos...? En el 40% de los hogares españoles, esas preguntas no se plantean nunca: no pueden permitirse ni una semana de vacaciones fuera de casa al año. Y los niños de esas familias están 'castigados' sin verano. Da igual que en junio sacaran unas notas excelentes o lo suspendieran todo: no tendrán baños de mar, ni excursiones por el campo, ni viajes culturales, ni aventuras irrepetibles con los amigos. Aún más: cerca de medio millón de menores españoles pasarán las vacaciones solos en casa, según la organización de ayuda a la infancia Educo. Son los 'niños de la llave'. «Cuando vuelven a clase en septiembre, sienten humillación y vergüenza porque no pueden compartir lo que han hecho en verano», explica Fernando Rodríguez Hervella, delegado de la entidad en Andalucía.

No se trata de una percepción de las ONG. No poder pagar un viaje de al menos siete días al año -con los padres o solos en campamentos o colonias- es uno de los indicadores de pobreza y exclusión social incluidos en la Estrategia 2020 de la Unión Europea.

Y apenas tres días después de su nombramiento, el Gobierno de Pedro Sánchez anunció la creación del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil, que un mes más tarde puso en marcha un programa «urgente» para garantizar los derechos de los menores a la alimentación, el ocio y la cultura que duplicará -de 5 a 10 millones de euros- las ayudas para que miles de chavales desfavorecidos puedan disfrutar de actividades de tiempo libre en los meses estivales. Su objetivo, reforzar las iniciativas de las comunidades autónomas, los ayuntamientos y las entidades privadas para facilitar un verano en condiciones a los niños más vulnerables. «Los derechos no se van de vacaciones», recuerdan en Educo, que este año financia 5.600 becas en campamentos urbanos infantiles en todas las regiones del país.

Comer sano o ir a la piscina no está al alcance de cientos de miles de niños

El programa del Ejecutivo se dedicará a subvencionar a entidades que organicen campamentos y amplíen su oferta para niños y adolescentes desfavorecidos, siempre que incluyan servicio de desayuno y comedor, actividades de carácter lúdico, recreativo, cultural y educativo y «bolsa de cena, cuando la carencia del hogar lo aconseje».

Trabajadores pobres

En invierno, explican Clarisa Giamello y Gonzalo de Castro, en su informe sobre este fenómeno, los 'niños de la llave' encuentran su casa desierta cuando llegan después del colegio o el instituto y pasan las tardes solos o con hermanos, porque sus progenitores están trabajando. En verano es aún peor, especialmente en aquellas familias en las que los padres -o la madre, porque en un alto porcentaje se trata de familias monoparentales en las que quien sostiene el hogar y se encarga de los cuidados es una mujer sola- tienen empleos precarios, con sueldos bajos y largas jornadas, o encadenan más de un trabajo aprovechando las sustituciones estivales. En la estación cálida la soledad se prolonga más horas porque los menores no tienen clase y las familia no pueden permitirse enviarlos a colonias. Los videojuegos, el móvil y la tele son su única compañía.

Los que almorzaban en el comedor escolar pierden el acceso a su -a menudo- única comida decente del día. Es más grave en las grandes ciudades, donde, a diferencia de las poblaciones pequeñas, muchos chavales no pueden jugar en la calle con amigos o quedarse a cargo de familiares.

Una de las 73 entidades colaboradoras de Educo es la Asociación Almanjájar en Familia (Alfa), en la zona norte de Granada, donde 80 niños y jóvenes acude a diario a su programa 'Abierto por vacaciones', disponible de ocho de la mañana a nueve de la noche para cubrir las necesidades de conciliación de todas las familias. Con dinero de diversos organismos públicos y empresas privadas, financian la comida y la atención de los educadores: lograr que un niño roce la felicidad solo cuesta 389 euros al mes.

Los chavales, de entre 4 y 22 años, realizan sus juegos, horas de estudio y actividades divididos por grupos de edad en la sede de Alfa, la Parroquia Jesús Obrero, en la que el templo religioso ha quedado reducido a una pequeña sala -una mesa con flores como altar y una treintena de sillas- para hacer sitio a lo que de verdad importa, explica el párroco, Juan Carlos Carrión. El cura, vestido de 'civil', lleva 28 años luchando por la educación de pequeños y mayores en este barrio lastrado por una altísima tasa de paro, el imperio de las mafias de la droga y el abandono de las administraciones.

Vacaciones entre cuatro paredes

La situación de los 'niños de la llave' preocupa, pero podría ser peor, sobre todo en las grandes ciudades. Aunque es difícil cuantificarlos, en España hay miles de menores que pasan el verano en una habitación. No en casa, no vagando por la calle, sino entre cuatro muros a los que se ven confinados porque su familia vive de prestado o comparte piso con parientes, amigos o completos desconocidos. Según la ONG Educo, la precariedad laboral, la subida de los alquileres y los desahucios durante la crisis han agravado el problema. A menudo, ese cuarto sirve de dormitorio, de salón y hasta de comedor. Y para los críos cuyos padres trabajan durante la mayor parte del día es también el destino de vacaciones. Solos o cuidando de hermanos, lo habitual es que pasen largas horas jugando a videojuegos, entretenidos con el móvil o viendo la tele sin control de ningún adulto, y que no dispongan de comida saludable. Los llaman 'los otros niños de la llave'.

Las familias que piden plaza en este campamento urbano suelen ajustarse a uno de estos tres perfiles: padres que trabajan durante los meses estivales y no tienen dónde dejar a los críos; desempleados que pelean por salir de su situación; y personas que se dedican a actividades al margen de la ley, lo que coloca a sus hijos en una situación de especial vulnerabilidad. El objetivo, en todos los casos, es que los pequeños no estén todo el día en casa o, lo que es peor, fuera, sin control adulto. «Aquí tenemos una calle compleja», admite Carrión. En realidad, es bastante simple: hay pocos parques y mucha droga.

Si el horario laboral de los progenitores se prolonga, los chavales pueden tomar aquí las cinco comidas del día. «Detectamos que muchas familias hacen el almuerzo más o menos bien, pero a la hora de la cena les dan dinero a los hijos para que se compren cualquier cosa. Ahora, en el desayuno, la mayoría prefiere tostada en lugar de bollería, y leche en vez de batido, pese a que pueden elegir», explica con orgullo.

Aunque se presta mucha atención a la alimentación y el estudio, una parte importante de estas colonias urbanas es la «inteligencia emocional» que muchos padres no transmiten a sus vástagos porque no tienen herramientas para hacerlo, en un ambiente de «pobreza cultural». «En el comedor esperan a que todo el mundo esté servido para empezar a comer, piden las cosas por favor y dan las gracias, deben moderar el tono de voz y cuidar el vocabulario, y ayudan a recoger cuando terminan», relata el responsable.

Algo que contar

Se trata de crear hábitos normalizados -si faltan cinco veces porque no se despiertan a tiempo, pierden su plaza-, aprender a respetar a todos -en Almanjáyar hay población gitana y bastantes inmigrantes magrebíes y subsaharianos- y propiciar un clima que fomenta la libertad para elegir y asumir las consecuencias de las propias decisiones.

Y se trata de divertirse, claro: los miércoles salen a piscinas municipales, a la playa o a recintos de multiaventura invitados por distintos pueblos de la provincia. Para muchos críos, son sus únicos viajes en todo el año.

«A los chavales les gusta hacer lo que hace la mayoría y poder compartirlo con sus amigos y compañeros», recuerda Rodríguez Hervella. Poner a su disposición «un lugar seguro, una alimentación equilibrada y actividades de refuerzo educativo y ocio saludable» mejora su autoestima y fomenta el desarrollo de sus habilidades sociales y emocionales.

«Hay muchos niños que no tienen nada que contar en septiembre, porque han estado en casa o en la calle», corrobora Alejandro Benito, responsable de programas de Acción Social de Save the Children, que este verano ofrece 1.900 plazas en colonias de día urbanas y 200 en campamentos externos a niños de 3 a 17 años en Madrid, Cataluña, Andalucía, Castilla-La Mancha, Valencia y Melilla. Combatir la desigualdad pasa por «abrir su mente a cosas nuevas» que nunca han tenido la oportunidad de hacer, como disfrutar de un parque acuático, conocer un museo o visitar una fábrica. Algo que contar cuando vuelvan al cole, con la llave al cuello.

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