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Loreto López trabaja en la limpieza y recuperación de la policromía del Cristo del Refugio, en su taller de Murcia. Nacho García / AGM

La Semana Santa que no se ve

LA VERDAD abre las puertas de capillas y talleres para mostrar cómo se cuidan y preparan imágenes religiosas y ajuares antes de su salida a las calles

Domingo, 18 de febrero 2024, 07:25

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Para la restauradora de obras de arte Loreto López, la Semana Santa no empieza el Viernes de Dolores. Mucho antes de que los cortejos salgan a la calle, varias de las tallas más veneradas de Murcia deberán pasar por sus manos. Como ella, otros conservadores, escultores y personal especializado trabajan desde hace semanas con la misión de que las imágenes de las hermandades, y sus ajuares, luzcan en perfectas condiciones y para prevenir riesgos innecesarios. Resulta una tarea meticulosa, delicada, que se realiza lejos de las miradas, en talleres, sacristías y capillas, a puerta cerrada. Es la Semana Santa que no se ve, pero esa labor invisible y silenciosa representa una pieza esencial en el complejo engranaje de los desfiles y una garantía en la salvaguarda de un patrimonio único.

Nada queda a la improvisación, y las cofradías dedican cada vez más recursos y medios al cuidado de los conjuntos que atesoran, conscientes de la importancia de transmitir ese legado. No siempre fue así. Quizás Cartagena represente el mejor ejemplo del cambio de paradigma que se ha producido en los últimos tiempos. Hermanos con formación en la materia, sobre todo historiadores del arte, y profesionales contratados ex profeso han sustituido a voluntariosos cofrades que se encargaban de la conservación y preparación del patrimonio escultórico durante todo el año, a veces con métodos poco académicos. Y así ha sido como han desaparecido las malas prácticas en el mantenimiento de imágenes tan frecuentes durante el pasado siglo, como reponer con cola de carpintero piezas rotas, ocultar con pintura acrílica desconchones y mellas o utilizar productos de limpieza común para retirar de imágenes de gran valor artístico y religioso las pátinas que deja el paso del tiempo.

Las cofradías de Murcia también han confiado a manos profesionales el cuidado de su rica imaginería, un recorrido por cinco siglos de historia. Eso sí, no todas las esculturas precisan los mismos mimos. Depende de la antigüedad de la obra, si es una talla completa o de vestir, si presenta articulaciones e, incluso, si fue concebida, o no, para procesionar.

En el taller de Loreto López, con más de 30 años de experiencia, permanece el Cristo del Refugio. Este año necesita una intervención imposible de llevar a cabo en la iglesia donde recibe culto: una limpieza en profundidad y la reintegración -«siempre reversible, respetando la obra original»- de faltas de policromía. La puesta a punto también incluirá un chequeo con el fin de detectar posibles patologías.

La disponibilidad de los conservadores es máxima: permanecen alerta toda la procesión por si surge cualquier urgencia

En los Crucificados, el punto más vulnerable se localiza en la unión de los brazos y el tórax. Es su talón de Aquiles, donde pueden aparecer fisuras que conviene sellar para impedir desperfectos mayores. En el caso del Refugio (de principios del siglo XVI y atribuido a Jacobo Florentino), el control resulta aún más riguroso debido a que se trata de una obra creada para su ubicación permanente en una capilla, y no para desfilar en un cortejo. Pese al cuidado que ponen los estantes que portan la imagen, el movimiento del trono entraña un peligro añadido, así que la revisión incide en la zona axilar.

500 años de historia

«Nuestra principal misión es la evangelización, pero también tenemos la tremenda responsabilidad de custodiar y cuidar la herencia que hemos recibido», comenta Ignacio Sánchez-Parra, hermano mayor de la cofradía del Refugio, en referencia a la imagen titular. Reconoce que, con 500 años de antigüedad, se trata de una obra que requiere de máxima atención. Y, en este sentido, se muestra partidario de limitar las salidas extraordinarias del Cristo de su capilla, como medida de protección, y rituales como los besapiés, por el desgaste que entrañan para la talla. Por su trayectoria, Loreto López conoce de primera mano las marcas que dejan en el patrimonio religioso esas prácticas devocionales: «Los pies de algunas tallas están tan desgastados que parecen muñones». Admite, eso sí, que resulta «muy complicado» acabar con unas costumbres enraizadas en la tradición, pero sugiere que podrían sustituirse por «besar un escapulario colgado en la imagen, o simplemente hacer un gesto de reverencia». El debate está más vivo que nunca en el seno de las cofradías.

La labor de los conservadores no acaba en el taller. También vigilan las condiciones de los templos para evitar plagas de xilófagos. Y suelen estar presentes durante el arreglo floral de los tronos. Su disponibilidad incluso va más allá. López permanecerá alerta durante toda la procesión por si fuera necesaria una intervención de urgencia. Dispone de un 'salvoconducto' que le permite acceder a la iglesia en cualquier momento para atender imprevistos. Por ejemplo, para secar la imagen si le sorprende la lluvia. La restauradora también atiende las tallas de los Esclavos del Rescate y María Santísima de la Esperanza. «En las Vírgenes resulta bastante habitual que se desprendan las pestañas de pelo natural o las lágrimas de cristal. Y pueden sufrir rasguños por el roce con las joyas que portan».

La conservadora Amparo Muñoz revisa las imágenes de La Santa Cena de Salzillo, en su capilla de la iglesia de Jesús (Murcia). Nacho garcía / AGM

'La Mañana de Salzillo'

En la iglesia privativa de Jesús, Amparo Muñoz se encarga desde hace casi un cuarto de siglo de velar por la conservación del conjunto más monumental de la Semana Santa de Murcia: los pasos de 'La Mañana de Salzillo', una procesión declarada Bien de Interés Cultural. A lo largo del año, realiza dos inspecciones exhaustivas, «centímetro a centímetro», de todas las esculturas. Si detecta cualquier afección -por ejemplo, una alteración en la policromía-, toma fotografías para su seguimiento y estudio. Y, llegado el caso, aplicará un «tratamiento curativo» impidiendo así que el deterioro avance.

Pero los preparativos de la Semana Santa traen consigo trabajo extra. Es el momento, por ejemplo, del cambio de tejidos en las imágenes de vestir. Túnicas y mantos se sustituyen por otros más lujosos, y se aprovecha ese momento para comprobar la estabilidad de las devanaderas (las estructuras internas de las esculturas que solo tienen cabeza, pies y manos tallados en madera), así como el anclaje de coronas, halos y diademas. «Hay que asegurarse bien de que no se van a desprender durante el desfile, ya que podría ocasionar algún percance», indica la experta.

Determinados rituales, como los besapiés, están en el punto de mira debido al desgaste que suponen para las tallas

Conforme se acerca la fecha marcada en rojo en el calendario cofrade, el trabajo se multiplica. Muñoz protegerá con plásticos especiales las tallas antes del adorno floral. Entra entonces en acción el equipo de procesión, otro eslabón clave en el montaje del cortejo. Formado por los camareros de las imágenes, se encargan del exorno de los tronos.

Esa misión de vestir los pasos la desempeñan sagas familiares. Así que quienes se suben a las tarimas para los preparativos lo han visto hacer antes muchas veces. Repiten un estricto protocolo, si bien algunos prefieren hablar de una tradición que pasa de generación en generación. Los movimientos entre las figuras que forman las escenas deben ser lentos y seguros, y, en el caso de La Santa Cena, los camareros no pueden portar elementos metálicos, como hebillas, relojes o anillos, que podrían engancharse en las imágenes o rayarlas. Por ese mismo motivo, las prendas que visten carecen de botones. «Es una tranquilidad que siempre sean las mismas personas las que realizan esta tarea. Supone una garantía de seguridad porque conocen mejor que nadie el espacio donde se mueven», remarca Muñoz.

«Estos cofrades reciben una formación especial», indica el presidente de la Cofradía de Jesús. Emilio Llamas explica que en el seno de la organización existe una estructura que vela por el cuidado del legado barroco que atesora. La forman, además de la conservadora y el comisario de Pasos y Patrimonio, los camareros (mayordomos de las imágenes), un prioste, encargado del ajuar de la cofradía, y un sacristán, que presta labores auxiliares. Llamas destaca que «el fin prioritario» de la cofradía es la guardia y custodia de las tallas de Salzillo, «tesoro y gloria de Murcia». «Por encima de su relevancia artística, son objeto de culto público. Las sagradas esculturas representan los misterios de la Pasión, y tienen un valor absoluto por la devoción y la religiosidad que despiertan».

«Históricamente, la Cofradía de Jesús ha destacado por el cuidado de su patrimonio. Ya en el siglo XIX existía la figura de un comisario dedicado a este cometido», recuerda Muñoz. «Los murcianos pueden estar tranquilos de que ponemos el máximo celo», remarca Llamas. Su cofradía dedica un 40% del presupuesto (unos 70.000 euros al año) a la conservación de su patrimonio. «Algo habremos hecho bien cuando la imagen de nuestro titular [un Nazareno datado en 1600 y la única obra de la cofradía que no firmó Salzillo] ha llegado hasta nuestros días en perfecto estado», ilustra el presidente.

En los Crucificados, su punto más vulnerable es la unión de los brazos y el tórax; las Vírgenes suelen perder pestañas y lágrimas

En Cartagena, en el año 2021 la Cofradía Marraja, con más de tres siglos de historia y artífice de las muy conocidas procesiones de Viernes Santo, incluyó en nómina a la restauradora Ana Sierra para realizar un trabajo regular y continuado con el patrimonio escultórico, que incluye obras de José Capuz y González Moreno. Como tarea tiene revisar el estado de conservación de las obras de arte y ejecutar las intervenciones que sean necesarias.

Los marrajos van por delante en este aspecto, pero los californios no andan muy rezagados. «Hemos recibido un legado formado por piezas irrepetibles que hay que conservar. Nosotros solo somos un eslabón en el tiempo. Y trabajamos con todas las agrupaciones para que así sea», explica el nuevo mayordomo presidente de la Comisión de Arte de la Cofradía California, el historiador Francisco Sáez Albaladejo. En el caso de esta hermandad, recurren frecuentemente a profesionales externos para los trabajos de conservación y restauración de su rico patrimonio, en el que destacan obras de Salzillo, Benlliure y Hernández Navarro.

Artesanos y alumnos en el taller del escultor Hernández Navarro. Ros Caval / AGM

Obras de arte que regresan a su lugar de origen

Con más de 200 obras repartidas por medio mundo, José Hernández Navarro (Murcia, 1954) es uno de los artistas que más ha contribuido a la renovación de la escultura procesional desde que inició su carrera en los años 70. «Nunca he pretendido provocar, pero soy una persona inquieta y he querido aportar algo nuevo al arte. Siempre he perseguido ser yo mismo, aunque en una tierra como esta, donde tenemos a Salzillo, resulta todo un reto para cualquier escultor», reflexiona en declaraciones a este diario.

En la calle, su imaginería es reconocida por la fuerza y el dinamismo que le imprime el artista. Algunas de sus tallas regresan estos días a su taller con el fin de pasar una revisión. «Pese al cuidado que ponen las cofradías, se trata de obras muy manipuladas, por lo que resulta habitual que sufran algún desperfecto», indica el escultor, que, además, es el restaurador de la Virgen de la Fuensanta. «Soy su médico de cabecera», dice.

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