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Semana Santa de Murcia
Silencio durante ocho décadas en Jueves SantoLa Cofradía del Cristo del Refugio celebra su aniversario en una noche despejada que atrajo a miles de espectadores
Ochenta años de silencio literal, pues no hay cofrade del Cristo que parte de San Lorenzo que pronuncie palabra alguna desde que viste la túnica en su casa. Es la tradición. Y es una promesa. Pero ayer, aunque todos la respetaran, hervía de suspiros la carrera nazarena del Señor del Refugio al celebrar ocho décadas desde su fundación.
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A esa algarabía de emoción contenida, pero no tanto, se sumaron las voces de las corales, peñas huertanas, auroros y los Parrandboleros, que repitieron participación en el cortejo y ya, como advirtió el presidente Ignacio Sánchez-Parra, tienen contraseña musical para siempre en tan recogida comitiva.
Fue una noche de recuerdos. Sobre todo para aquellos que fundaron esta cofradía indispensable en la Semana Santa de la ciudad. y existe de milagro, pues durante la Guerra Civil saquearon todas las imágenes de San Lorenzo y allí, casi por milagro, quedó este Cristo que Ramón Sánchez-Parra, Enrique Ayuso y Jesús López decidieron más tarde sacar en procesión.
A don Ramón le sucedería su hijo, Ramón Sánchez-Parra Servet, también presidente del cabildo de cofradías más tarde y quien consolidó el desfile hasta convertirlo, a cada uno lo suyo, en indispensanble para entender la Semana Mayor murciana. Y le sucedió su hermano Ignacio, auténtico artífice de este aniversario que ayer atrajo a miles de murcianos a la carrera del Silencio.
Fue el Jueves Santo 22 de abril de 1943, a las 12 en punto de la noche, cuando desfiló por primera vez la Procesión del Silencio. Lo hizo sobre un trono de la Cofradía del Perdón, que no es mala advocación para la postguerra. Anoche hizo lo mismo, con similar devoción y rigor, ochenta años más tarde.
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Faroles en el vía crucis
Adornaban el primer incipiente desfile catorce faroles con las estaciones del via crucis pintadas al óleo sobre cristal que desfilaron intercaladas entre los nazarenos. Eran obra del mismo orfebre del trono, Vicente Segura. Coincidiendo con el 75 aniversario de la fundación, relevantes pintores murcianos pintaron nuevas estaciones, que se estrenaron en la procesión de ese año 2017. Desde 1958 se cambió el horario a las 22 horas, como se mantiene en la actualidad.
Pasa el Cristo del Refugio. Y, caída la mirada, entreabre la boca. Como en el instante preciso en que pidiera agua porque se abrasa. Y la va suplicando por Santo Domingo y Trapería, hasta la plaza de Belluga, que rodea sin encontrar siquiera en la Catedral quien le acerque una esponja.
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Ni lo encontrará en Apóstoles, tampoco en Cetina cuando enfile los últimos metros hacia el templo. La multitud, inquieta, guarda silencio. Esperan el instante final, que parece retrasarse, que nunca llega. Es el momento en que vuelven a crujir las cancelas. Ante San Lorenzo, pasa y se arrastra el cortejo. en la noche de vigilia, cuando tantos nazarenos apenas duermen porque preparan otros grandes cortejos.
A las puertas del Viernes
El Viernes Santo se abalanza sobre el trono riguroso y serio. La procesión del Silencio, en una noche despejada que auguraba para hoy la gran explosión 'morá' desde la iglesia de Jesús, reunió a cientos de murcianos en su emotiva recogida cuando, como ya es costumbre, todos los cofrades se arrodillan como tributo al Cristo, que concluye su desfile por Murcia retornando a la parroquia.
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Será entonces cuando, ya disuelto el gran desfile, las calles retornen a su incierta tranquilidad de madrugada que, al tiempo, quiebran los cofrades que se dirigen raudos a San Agustín.
Solo un sonido distinto a estas voces romperá la tensa madrugada que se avecina. Y es el golpe de la campana que avisa a los estantes para iniciar o detener la marcha, campana que fuera donada por la cofradía malagueña de Jesús el Rico.
Miles de murcianos se congregan a lo largo del itinerario del Crucificado por el corazón de la ciudad, una urbe que apaga sus luces al paso del trono y que enmudece ante el realismo de este Cristo anónimo, del siglo XVII. La madrugada se acerca. La procesión del Silencio, que poco se cumple a lo largo de su recorrido por las innumerables voces que se alzan para honrar a Cristo, que pasa.
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