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El pregonero de la Semana Santa de Murcia: «¿Quién soy yo? Un nazareno de micrófono»
Alfonso de la Cruz López se convierte en el pregonero número 50 de la Pasión murciana y desgrana en el Teatro Romea las peculiaridades de cada una de las cofradías y de sus fieles
Ya es oficial. La Semana Santa de Murcia, con sus actos previos, via crucis y descendimientos cuaresmales, ha comenzado. Una semana que no se circunscribe a los días propios, y cuya entrada a un año más de Pasión protagonizó este domingo su pregonero número 50, el caravaqueño Alfonso de la Cruz López Sánchez. Ante el repleto auditorio del Teatro Romea se definió, a la pregunta de «¿Quién soy yo?», como «un nazareno de micrófono», no en vano lleva 17 años en La7. Y siendo así, planteó su discurso como si de una transmisión televisiva se tratara, homenajeando, durante dos horas, a todas y cada una de las personas que han hecho posible, y siguen haciéndolo, la Semana Santa murciana.
Sus palabras las acompañó con los toques de la Academia General del Aire, dirigida por el comandante de la Unidad de Música, José Manuel Castelló, y prácticamente desde el principio, y al grito de «Procesión a la calle», la escultura de Cristo, su 'Amigo', salida del estudio de Fernando Sáez de Elorrieta, presidió el pregón. A Él se dirigió en no pocas ocasiones a lo largo del discurso.
El pregonero caravaqueño aprovechó el evento para pedir, casi al final de su discurso, al obispo, José Manuel Lorca Planes, y al presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, que la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, sea proclamada patrona de la Región de Murcia. Y que ese reconocimiento se conmemore cada 3 de mayo a partir del Año Santo de 2024. López comenzó haciendo un especial homenaje a aquellos artistas, que «en su taller, con cincel, escoplo y gubia, dieron forma a la madera y le pusieron rostro y pasión pasa salir a la calle»: los imagineros, de ayer y de hoy.
Tras los primeros compases de 'Jerusalem', el pregonero se adentró en el Viernes de Dolores, con la Tuna de Medicina rondando a la Madre en su onomástica, «que se asoma hasta la puerta de la iglesia de San Nicolás» para recibir el homenaje. El día da paso a la tarde y «con el azul del cielo estampado en las túnicas nazarenas», salen los pasos de la Cofradía del Cristo del Amparo, ese Cristo «que irradia consuelo, sosiego y paz».
El pregonero aprovechó este momento para aludir a la guerra de Ucrania, llegada «cuando empezábamos a superar las consecuencias pandémicas de la Covid». Una guerra «que provoca muertes, hambre, refugiados, destrucción, empobrecimiento, dolor», y que le llevó a preguntarse, «¿dónde encuentra amparo esa gente, querido 'Amigo'?».
Los primeros acordes de 'Santa María de Ripoll' le sirvieron para hablar de la tarde del Sábado de Pasión, cuando la procesión del Santísimo Cristo de la Fe, «bendecida por los frailes de la Redonda», los Padres Capuchinos, toma las calles con penitentes «vistiendo hábitos marrones y humildes sandalias». Y López destacó cómo una palabra tan pequeña «es capaz de mover montañas».
La música de 'El Calvario' llevó al auditorio a la iglesia de Santa Catalina, de donde parte el desfile de la cofradía corinto, la del Santísimo Cristo de la Caridad, que este año, recordó el pregonero, hace coincidir su 30 aniversario con la rotatoria condición de anfitriona en los actos oficiales de Semana Santa en Murcia. «Y desde allí, en la sabatina tarde que preludia el Domingo de Ramos, otra hermosa advocación nos muestra a ese Cristo que ofrece infinidad de caridad, invitándonos a su práctica con el prójimo».
Son los acordes de 'Siempre la esperanza', los que dirigen el discurso hasta el Domingo de Ramos y el «fresco recuerdo» de las palmas apoyadas en las paredes de la iglesia de San Pedro: «Verdadero prodigio de elaboración, con entretejidos tirabuzones y rubias trenzas» que tras ser bendecidas, «poblarán los balcones». Esa tarde, el verde de las túnicas del Cristo de la Esperanza protagonizan la procesión «envuelta en el olor a incienso y azahar». Una imagen que, de vuelta a San Pedro, «es objeto de honores por zarpadores del Ejército del Aire».
Sobre los primeros compases de 'Cristo del Perdón', López llega a la mañana del Lunes Santo, al barrio de San Antolín, y a cuya iglesia «acude gente de todas partes para presenciar el descendimiento del Cristo del Perdón, y acariciar con besos sus enclavados pies». Aprovechó el pregonero para recordar la antigua hornacina que guardaba la imagen de la Virgen de las Angustias, en la calle del mismo nombre, para llegar al más mundano mundo de los versos de 'El Repuntín', loando los vinos de la taberna de Luis de la Rosario.
Así se llega a la tarde, donde los pasos de la cofradía procesionan hasta llegar a la esquina de Sagasta donde se escucha «una desgarradora saeta». En ese momento, el auditorio del Teatro Romea se vio envuelto por la voz de Curro Piñana. Y a continuación el pregonero le preguntó a su 'Amigo', «¿cómo indulto a un asesino, ¿Cómo se pone la otra mejilla? ¿Cómo se puede amar a quien te ha destrozado la vida?».
La noche del Martes Santo, al son de los compases de 'Cristo del Rescate, señor de Murcia', invita a los presentes a procesionar, desde la iglesia de San Juan Bautista, con dicha cofradía, «cuando Murcia va cobrando una dimensión penitencial». Una Cruz «vacía y anunciadora» preside el desfile en el que «las túnicas de blanco jazmín y capas verde floresta», la acompañan, así como al resto de los pasos.
Y le tocó el turno al Cristo de la Salud, que apareció tras los primeros compases de 'Jesús de las Penas', trasladando el pregón al barrio de Santa María de Gracia. Desde allí parte la «procesión de los estudiantes», con el primer paso totalmente femenino, el de María, Consuelo de los afligidos. Aprovechó el pregonero para rendir un homenaje a los sanitarios, en cuyas batas blancas ve al Cristo, y para «implorar protección universal a cuerpos y almas».
Los 'coloraos'
Llega el Miércoles Santo y con él, los primeros compases del 'Cristo de la Sangre', preludio de la procesión de los 'coloraos', o de la Archicofradía de la Sangre, que reina en el castizo barrio del Carmen y en varias generaciones de familias enteras. «Escenas esculpidas por la mano artista del hombre nos traen la redención sobre tronos de flores, a hombros de bigarros huertanos, celosos de su heredad, que pasa de padres a hijos, con rigor de ceremonia y respeto de siglos», proclamó López. Y eligió en su discurso a Andrés 'El rojo' para homenajear «al prototipo de nazareno huertano».
Tras sendos vídeos de una entrevista al nazareno, el canto de la Campana de Auroros del Rincón de Seca devolvió al Teatro al pregón, ya tarde de Jueves Santo, de camino a la plaza de San Agustín y a estos tradicionales cantos. Los primeros tonos de 'Soledad franciscana' le sirvieron al pregonero para hablar de la «sencilla procesión de la Soledad del Calvario»; y tras los redobles del tambor de la Procesión del Silencio, el auditorio quedó inmerso en «la noche, oscuridad y silencio», con la Cofradía del Cristo del Refugio y sus nazarenos de riguroso luto, clamando su dolor.
«Qué necesario se nos hace escuchar los sonidos del silencio en este mundo saturado de ruidos...».
Un paso más, y el pregonero llegó con los sones de 'Nuestro Padre Jesús', a ese Viernes Santo, morado y salzillesco que tiene su sede en el barrio de San Andrés y su iglesia de San Agustín, y donde manda la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. «Mágica convocatoria de generaciones que trasciende la historia para ofrecernos la inspiración y el arte, cuajado de expresión y sentimiento, donde la mano artista arrancó oración y llanto a la madera para hablar de lo divino al conocimiento humano», subrayó López, recordando que las imágenes de sus pasos son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
La tarde-noche, anunciada en el pregón por los compases de 'Jesús Preso', 'Soledad de los Servitas' y 'Sepulcro', y que concluye con el tramo final de 'Mektub', la protagonizan las cofradías de la Misericordia, Servitas y Sepulcro, «que nos proponen una reflexión capital: la muerte de Jesús de Nazaret no fue un fracaso, en tanto sigue siendo razón de ser y vida para millones de personas», apuntó el pregonero.
Llega el Sábado Santo con los primeros sones de 'Virgen del Rosario', y con él el negro de las túnicas de la Cofradía del Cristo de la Caridad, que desde el templo de Santa Catalina, protagoniza su segunda procesión portando a María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos. «Nos recuerda que en la vida, como la cuentas de un rosario, se alternan momentos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos».
Poco después, y al compás de 'Santo Traslado', el pregonero siguió desgranando, ya en sus últimos momentos, la Semana de Pasión Murciana, turno de la Cofradía del Cristo Yacente, que parte de la iglesia de San Juan de Dios, con sus penitentes descalzos y pausados, y túnicas blancas, «color de luto hebreo».
El sonido al piano del 'Ave María', cantada por Xiluva Tomás, sirvió a López Sánchez para rendir «mi sincero homenaje, sin panfletos innecesarios» a las madres, que representó en la que le dio la vida, Carmina; en su mujer, Mari Cruz; y en su hija y nieta Mamen y Alba.
El sonido de las campanas de la iglesia de Santa Eulalia dio pie al último día de la Pasión, el Domingo de Resurección, con la Cofradía Nuestro Señor Jesucristo Resucitado procesionando, con sus nazarenos «vistiendo de blanco inmaculado y pañuelos ceñidos en la cabeza con un entrelazado cinto». Esta procesión «impregna a Murcia de aire festivo, donde lo primaveral se acentúa aún más, a través de una extraordinaria ambientación familiar, y con los niños en papel estelar».
No dejó pasar la ocasión el pregonero, en la que su vena periodística e investigadora manda, para poner en cifras lo que detalló durante esas casi dos horas de discurso: veinte mil cofrades, noventa y cinco Pasos, y 259 imágenes repartidas en 17 procesiones, que recorren un total de casi 35 kilómetros. Y añadió que el peso total de esos Pasos supera los 81.000 kilos que están repartidos entre 2.882 estantes.
El acto concluyó con la marcha 'Cruz de doble brazo' y el 'Aleluya' cantado por Dora Helena, que estuvo acompañado por una lluvia de pétalos y la llegada al escenario de un grupo de niños.