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El cortejo penitencial, ayer, camino del Calvario. David Giner / AGM
Recogimiento y fervor en el vía crucis al Calvario del Paso Morado

Recogimiento y fervor en el vía crucis al Calvario del Paso Morado

Más de medio centenar de cofrades, con túnicas y cruces al hombro, acompañaron a la talla de Laborda en su subida por la Vía Dolorosa

Pilar Wals y A. S.

Lorca

Sábado, 24 de marzo 2018, 03:44

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El inicio, ayer, de las celebraciones de Semana Santa tuvo como preámbulo el Vía Crucis que organiza el Paso Morado y en el que se fusionan el recogimiento y el fervor. Más de medio centenar de penitentes, ataviados con túnicas moradas, el rostro cubierto y cargados con cruces de madera, precedían a la imagen de la Virgen de los Dolores, en trono de andas, en el recorrido tradicional hasta el monte Calvario.

Se trata de una devoción centenaria, introducida en Lorca por la orden franciscana, que tiene la singularidad de que las oraciones que se rezan se vienen transmitiendo por vía oral de generación en generación. Esta peculiaridad se refleja en unos textos que describen cada una de la estaciones del vía crucis, que no han sufrido muchas modificaciones con el paso del tiempo. Los encargados de los rezos forman un grupo de personas, a las que popularmente se denominan 'rezaores', que mantienen esta tradición.

Lugar de interés etnográfico

El Paso Morado como custodio del conjunto monumental del monte Calvario, declarado Bien de Interés Cultural en el año 2012, con la categoría de Lugar de Interés Etnográfico, como reconocimiento a la singularidad de su paisaje, del itinerario y los valores de tradición cultural, mima todo lo que concierne al vía crucis.

En este caso, el rezo que corresponde a la jornada del Viernes de Dolores se caracteriza porque, junto a los fieles que habitualmente participan todos los viernes en esta devoción cuaresmal, el cortejo hasta el Calvario incorpora la imagen de la Virgen de los Dolores, una talla que data de 1800, realizada por Marcos Laborda, del taller de Salzillo, y un numeroso grupo de penitentes, en esta ocasión más de medio centenar, que ataviados con túnicas moradas y la cabeza cubierta cumplen alguna promesa.

La imagen fue llevada sobre un trono de andas que, al igual que la vestimenta que luce la Virgen, están también declarados Bien de Interés Cultural desde al año 2012. La ermita de la Misericordia, en lo alto del monte, se convirtió en la capilla principal de este recorrido penitencial que volverá a retomar todo su protagonismo en la madrugada y la mañana del Viernes Santo, en que el vía crucis constituye el gran contraste con los desfiles bíblico pasionales de la tarde, que son una explosión de color, dinamismo, belleza, emoción y pasión.

Una devoción popular que ha perdurado 400 años

El crecimiento de la ciudad fue absorbiendo las primeras estaciones del Vía Crucis que puso en marcha en 1618 el franciscano fray Alonso de Vargas, que fue el que trazó el itinerario de las capillas para finalizar en un montículo, entonces en las afueras, al que denominó Calvario. El religioso se inspiró en la Vía Dolorosa de Jerusalén, que tiene una distancia de 997 metros, 1.321 pasos, que discurren entre el Pretorio y el Gólgota. Puso el inicio en la Puerta de Nogalte y se señalizaron con cruces las estaciones. Parte de esas cruces quedaron englobadas en la ciudad y fueron sustituidas por hornacinas en los edificios, con lo que solo quedan capillas en la parte final, a partir de la Segunda Caída.

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