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El diestro Pepín Liria, anoche, durante su pregón de los desfiles bíblicos pasionales, en la Colegiata de San Patricio.

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El diestro Pepín Liria, anoche, durante su pregón de los desfiles bíblicos pasionales, en la Colegiata de San Patricio. Paco Alonso / AGM

Pepín Liria anima a blancos y azules «a seguir con esta locura todos los años»

El torero destaca en su pregón de la Semana Santa la importancia de la rivalidad entre las cofradías, «que tiene un sentido que se vierte en un afán de superación»

Pilar Wals

Lorca

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Sábado, 17 de marzo 2018, 03:13

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«Ya sé que estoy en un pregón de Semana Santa, pero yo soy torero, y llevo el toreo prendido a mí. Y en esta tierra de grandes toreros, como Pepín Jiménez y Paco Ureña, nunca está de más hablar del toreo. Y lo traigo para significarles la importancia de esa rivalidad innata que, en esta tierra, es singular, exclusiva, no es visceral, sino que tiene un sentido que se vierte en un afán de superación y no solo en superar al ajeno, sino de superarse propiamente. Ese afán mutuo redunda en beneficio de Lorca, del desfile bíblico pasional, de la Semana Santa, cuyo inicio pregono hoy ante ustedes». Así comparaba anoche Pepín Liria la rivalidad entre blancos y azules con la vivida en la edad de oro del toreo entre Joselito el Gallo y Juan Belmonte, uno macareno y el otro trianero, pero que les imponía «una progresión constante», aunque «esencialmente se complementaban y aprendían el uno del otro».

Insistió en que «debemos acoger esa discrepancia no como un motivo de desprecio al rival, sino como un afán del propio estímulo. Así lo entendieron los grandes toreros». Y animó a los lorquinos «a continuar con esta locura todos los años». Dijo sentirse «un lorquino más» y desear ser un hijo, «no solo un ocasional pregonero» y ser así para siempre en esta tierra «propio y no extraño».

De la Semana Santa afirmó que en Lorca «no dura una semana, sino diez días comprendidos entre el Viernes de Dolores y el Domingo de Resurrección». Y después de hacer un recorrido por los distintos desfiles y procesiones se centró en el Viernes Santo: «La mañana se abre con las banderas azules y blancas, que, desde balcones y ventanas, hacen una llamada que todos atienden». De obligado cumplimiento, acudir a San Francisco y Santo Domingo, «para honrar a la Dolorosa y a la Amargura».

Luego llega el desfile «que todos conocen como bíblico pasional. Discurre antes y después de Cristo, cuya muerte se rememora como referencia esencial. Pero en Lorca es diferente y su interpretación es única y tiene el valor indiscutible que confiere la originalidad». El espectáculo, contó, «se inspira en fuentes históricas. Cada personaje aparece tal y como la historia lo describe, con detalle, con rigor».

Respeto por las imágenes

Quiso hacer suyas las palabras de un pregonero que le precedió, Andrés Pacheco: «'Esto es realmente una locura, una locura colectiva... Es la locura genial, auténtica y exclusiva de Lorca'. Lorquino de nación y ejerciente de lorquino, le tomo prestadas sus elocuentes y descriptivas palabras».

Destacó que sobre la competición «emerge esa actitud compasiva que mueve a las gentes al respeto por las imágenes pertenecientes a otro color», para añadir que «el sentimiento de pertenencia azul o blanco es imprescindible y no debe ni puede ser abandonado, y, además, como suele decirse, eso es imposible aquí». Pepín Liria terminó argumentando que en la Semana Santa lorquina «todo tiene sentido y es armónico y se entiende, se siente, emociona y llena el corazón».

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