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Representaciones del Paso Azul. Paco Alonso / AGM
Lorca, una pasión diferente

Lorca, una pasión diferente

Desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección, la Ciudad del Sol se engalana con bordados y enganches en cada cortejo

EFQ.

Lorca

Jueves, 11 de abril 2019, 01:22

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La Semana Santa es el acontecimiento religioso, cultural, artístico y social más importante de Lorca. Prueba de ello son las distintas escenas de la Biblia que ponen en valor el arte y la tradición hasta su máximo esplendor. En este periodo pasional, vecinos y visitantes tienen la oportunidad de viajar en el tiempo y contemplar episodios ilustres de distintas civilizaciones. Cuádrigas y sigas toman la carrera principal al galope levantando a su paso la arena, emperadores romanos pasean en sus carrozas tiradas por elefantes dorados lanzando monedas de oro y la Reina de Saba luce majestuosa mientras los tambores anuncian su llegada precedida por una legión de esclavos que arrastran las maromas de su carro que asemeja a un templo. También aparece Cleopatra portada en su 'litera' rodeada de plumeros mientras la princesa Maiamen, hija de Ramsés II y madre adoptiva de Moisés, luce una vestimenta imponente.

Lorca recrea momentos de Roma, Egipto, Israel, Persia, Babilonia... gracias a las dos cofradías 'grandes' (Paso Blanco y Paso Azul), que hacen una especial interpretación del triunfo del cristianismo y la historia de la salvación. Ambos bandos se enfrentan en sana rivalidad en cada cortejo bíblico, aportando gran riqueza en patrimonio en oro y sedas.

Precisamente, el bordado y las bordadoras lorquinas marcan la singularidad de esta Semana Santa y los artífices de que cada año las cofradías sorprendan a miles de espectadores con espectaculares mantos. Obras de arte dignas de los mejores museos, que cobran vida a lomos de unos caballos y llenan de esplendor cada rincón de la carrera. Una carrera que transcurre por la arteria principal de la ciudad que estos días se cubre de arena para posibilitar el paso de caballerías y carros. A uno y otro lado, miles de espectadores, sentados en las tribunas y otros tantos en los balcones de las calles dan fe del significado de las aspiraciones de la ciudad a convertir el bordado y su representación en los desfiles bíblico pasionales en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Entre los bordados, hay piezas que se remontan muchos años atrás y que son legados dejados por mujeres blancas y azules. También desfilan doce piezas declaradas Bien de Interés Cultural, los únicos textiles de España con esa consideración, que se pueden disfrutar visualmente en las procesiones de Viernes de Dolores, Domingo de Ramos, Jueves y Viernes Santo.

La rivalidad, igualmente, está presente en los enganches. No solo queda reducida al número de caballos, sino que abarca la calidad de los ejemplares que llegan de las mejores cuadras de todo el país y el ritmo con el que procesionan marcado por los jinetes, muchos de ellos especialistas de cine que lo hacen sin montura y haciendo piruetas que levantan al graderío de uno y otro lado a su paso.

Caballerías de alta escuela

En los desfiles de Viernes de Dolores, Domino de Ramos, Jueves y Viernes Santo desfilan casi medio millar de caballos que sirven de soporte a los grupos que integran personajes bíblicos que cobran vida cada Semana Santa. La coordinación en ambos aspectos, belleza y riqueza de bordados y espectacularidad y emoción de caballerías de alta escuela, forman un cortejo que es posible gracias a un trabajo de preparación de meses de cientos de personas y a una puesta en escena muy complicada que convierte a los mayordomos de las cofradías en piezas imprescindibles para que todo marche a su ritmo.

Como contrapunto al desenfreno de los desfiles procesionales, se encuentran los cortejos religiosos que transcurren por la vieja ciudad, entre callejuelas estrechas, y con un silencio solo roto por los toques de tambor, las órdenes de los capataces de trono a los costaleros y el sonido de las crucetas al golpear contra las piedras del suelo. La subida al Calvario, repleta de penitentes vestidos de morado que portan sus cruces al hombro, conmemora su cuatrocientos aniversario.

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