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I. RUIZ
LORCA
Domingo, 21 de abril 2019, 09:05
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No hubo espera para recoger las imágenes religiosas del Paso Azul en la iglesia de San Francisco una vez concluida su procesión. Tradicionalmente, la recogida suele ser ya de madrugada, cuando la ciudad está en silencio, pero, este Viernes Santo, la amenaza de tormenta obligó a la Hermandad de Labradores a poner a buen recaudo, cuanto antes, las valiosas tallas de la Virgen de los Dolores y del Santísimo Cristo de la Buena Muerte.
La elegante escultura del Yacente, obra de José Planes, procesionó en su trono en andas, reposando sobre los hombros de 90 portapasos vestidos de negro. La escolta romana que lo acompañó estrenó tres capas de terciopelo negro bordadas en plata. En cada una de ellas, figuraba un medallón central con una calavera con corona y otra con mitra papal. La tercera, con una cruz de Jerusalén. Son los mismos iconos que incluyen los paños mortuorios del lateral del trono.
La Dolorosa procesionó en su trono en andas llevado por casi un centenar de portapasos que, durante el trayecto, cantaron el himno a la Santísima Virgen de los Dolores, que secundó el público mientras lanzaba una lluvia de pétalos al paso de la imagen. La bella estampa fue aplaudida por la tribuna que en pie gritaba: «¡Viva la reina del cielo!».
Al concluir la procesión, las imágenes emprendieron su regreso a San Francisco, por la calle Corredera. En la iglesia, cientos de personas esperaban su llegada. Cuando los tronos cruzaron el umbral del templo, empezó el delirio azul. Los vítores no cesaban arropados por el sonido de 'Las Caretas', el himno del Paso Azul.
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