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Semana Santa de Cartagena
La Virgen de la Piedad desafía a la lluviaLa Caridad Chica bendice Cartagena en la procesión de las Promesas, arropada por miles de personas y pese al chaparrón caído nada más salir
Con el estómago encogido, las piernas trémulas y la emoción a flor de piel. Así viven el Lunes Santo los 160 portapasos de la ... Santísima Virgen de la Piedad hasta que abren de par en par los batientes de Santa María de Gracia. La espera se hace larga bajo el trono mientras se pone en marcha la procesión dentro del templo: por delante, van los guiones, los granaderos, el carro insignia, los tercios de capirotes... Tensa espera hasta que el capataz da el primer toque de atención. A todos esos nervios de principiante que padece hasta el más veterano se suman los que provocan situaciones como la de ayer, en las que el cielo amaga con estropear uno de los días más importantes del año. Y a punto estuvo de hacerlo.
El hermano mayor de la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos), Francisco Pagán, mantuvo inalterable todo el lunes el mandato de su directiva de sacar la procesión de las Promesas. El cielo estaba nublado pero no parecía que fuera a llover. A media tarde, se reunió de manera informal con directivos y presidentes para intercambiar impresiones y valorar la última información con los pronósticos del tiempo para la franja entre las nueve de la noche del Lunes Santo y la una de la madrugada del día siguiente. Seguía el riesgo de lluvia, pero bajo. Así que decidió mantener todo como estaba previsto y abrir la puerta de Santa María a las nueve en punto.
Cuando la procesión comenzaba a salir y ya estaban en la calle los guiones, el grupo de acompañamiento del estandarte de la cofradía, la primera nube de nazarenos morados y el tercio de caballeros cadetes de los granaderos comenzó a llover. Fue un chaparrón en toda regla. El público abrió los paraguas y hubo especulaciones: «No seguirán, es una temeridad. A ver si pasa como ayer», decían unos espectadores algo alarmados en la calle del Cañón. Pero los marrajos aguantaron sin inmutarse. Es más, seguía lloviendo y los capirotes del Santo Cáliz y el trono insignia salían de la iglesia con la confianza de que pronto iba a escampar. Y así ocurrió. El viento llevó las nubes cargadas de agua hacia La Manga para alivio del hermano mayor, que estaba en la rampa de Santa María de Gracia con gesto preocupado.
Los marrajos, muy acostumbrados a lidiar con la lluvia, sacaron sudarios de primorosos bordados –como el de la Piedad, de Anita Vivancos, diseño de Balbino de la Cerra, de 1953–, galas, la primitiva cruz guía y las imágenes protegidas con plásticos transparentes. También la Virgen de la Piedad, obra de José Capuz, que en 2025 cumplirá su primer centenario.
La Caridad Chica prescindió excepcionalmente de su corona por la lluvia, pero no de su realeza y grandeza, reconocida por los cientos de cartageneros devotos que siguieron su camino en la noche de Lunes Santo. Lo que no faltó en su trono cuajado de flor blanca y detalles en azul, a modo de homenaje, es la medalla de quien era uno de sus más populares hermanos portapasos, Antonio García Miqueo, Antoñico 'El Lotero', recientemente fallecido.
Con el trono de la Virgen en la calle, el ritmo de la procesión fue tan ligero como el aire fresco de poniente que helaba al público sentado por todo el recorrido. Al ritmo de las marchas 'Plegaria' (José Torre Escribano), 'Al cielo con ella' (Jaime Enguídanos) y 'Caridad Chica' (Francisco Grau Vegara), interpretadas por las bandas Nuestra Señora de la Soledad de Molinos Marfagones, Santa Cecilia de Pozo Estrecho y Sauces de Cartagena, la procesión se plantó a medianoche en la puerta de la basílica de la Caridad para que ocurriera uno de los momentos preferidos por los procesionistas y devotos marianos: el momento en el que los portapasos encaran el trono de la Piedad con la Virgen de la Caridad. La procesión paró por un instante para realizar la ofrenda floral a la Patrona de Cartagena, incluido el tradicional ramo de rosas negras que desde 1947 recuerda a las vecinas del Molinete que cuidaron de Ella en años difíciles. La salve cartagenera sonó para emoción de los espectadores.
El paso por la Caridad es el momento en el que los nazarenos más chicos y algunas de las promesas más veteranas salen de la procesión. Así que la procesión aligeró su envergadura para afrontar el último tramo. La recogida tuvo lugar a la una de la mañana con la alegría de haber podido acompañar a la Virgen y de haber vencido a la lluvia una vez más.
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