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Fernando Sáenz de Elorrieta. Pablo Sánchez / AGM
«Llevé a la Piedad con el uniforme militar bajo la túnica, recién llegado de navegar»

«Llevé a la Piedad con el uniforme militar bajo la túnica, recién llegado de navegar»

Fernando Sáenz de Elorrieta, Premio Sexta Vara de la Piedad

MARINA ESPEJO

Miércoles, 28 de marzo 2018, 10:02

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Hay pocas personas en Cartagena que no conozcan la figura de Fernando Sáenz De Elorrieta. Infante de marina, buzo, escultor, concejal... Son muchas las facetas de este cartagenero y entre todas ellas se encuentra una realmente emotiva: portapasos de la Santísima Virgen de la Piedad. Son muchos los años que lleva dedicados a esta agrupación pero este, en concreto, es un año especial para él. Por su esfuerzo, su incansable dedicación, su devoción y especialmente por los años que lleva formando parte de la Agrupación, recibió el Lunes Santo la distinción de Sexta Vara.

- ¿Qué supone para usted recibir este galardón?

- Una sorpresa total. Cuando me llamaron para comunicármelo estaba en una cena con otros amigos y en cuanto acabé fui lo más rápido que pude para celebrarlo con mis compañeros de la Agrupación. No me lo creía, porque los que salimos acompañando a la Piedad sabemos lo que significa la Sexta Vara. Es un premio muy ansiado por todos los que hemos sido portapasos, así que fue un momento muy emocionante y que realmente me encantó.

- Es conocida su pasión por la escultura. Pero, ¿en qué momento surgió la devoción por procesionar con la Santísima Virgen de la Piedad?

- Empecé a salir en la procesión del Lunes Santo en 1980. Fue cuando a mi padre le diagnosticaron su enfermedad, por lo que mi primer contacto con los portapasos fue como promesa. Comencé a salir como portapasos con apenas 18 años, y he salido 28 años y solo he fallado en dos ocasiones. Una porque estaba en la Guerra del Golfo y la otra, en la Antártida. Han sido las dos únicas veces que no he podido llegar, el resto siempre he hecho lo posible por acompañar a la Virgen por las calles de Cartagena.

- Tendrá muchas anécdotas.

- Una vez llegué de navegar y tuve que salir con el uniforme de faena debajo de la túnica. Acababa de atracar el barco, salí por la puerta del Arsenal y, claro, estaba que no me daba tiempo a ir a cambiarme. Tuve la suerte de que en aquella época no teníamos una túnica asignada, sino que nos las repartían en el momento. Echábamos el dinero en una bolsa y cogíamos la túnica. Así que, recién llegado, cogí la túnica, me la puse y acabé incorporándome con el uniforme gris que llevábamos entonces en la Marina debajo.

- ¿Cuando uno lleva tres décadas bajo las varas se sigue conservando el nerviosismo de la primera salida?

- Por muchos años que pasan sigues sintiendo los nervios, la ilusión y las ganas de salir. Cuando ves a la Piedad y las túnicas grises, se remueve todo dentro de uno. Los nervios y la emoción son algo que nunca se quita, aunque prefiero sentir esos nervios que el sentimiento de cuando no salí la primera vez. Ver que la Virgen iba a salir y yo no iba a estar debajo fue una experiencia un poco desagradable, porque son muchos años saliendo con ella y se crea un sentimiento muy grande. Aparte del callo que se te queda en el hombro, se te queda otro en el corazón.

- Sus comienzos como procesionista fueron en otra agrupación.

- Empecé de pequeñillo, porque mi cuñado era sanjuanista y me metió en la procesión del Domingo de Ramos, pero no continué porque iba a los scouts y coincidía con las acampadas de Semana Santa, que, por aquel entonces, me encantaban y me llamaban más la atención que las procesiones. Me reenganché con 18 años y desde que comencé sacando a la Piedad no he salido con ninguna otra agrupación.

- ¿Cómo surgió realizar la escultura para el ganador del Concurso Nacional de Saetas que organiza su agrupación?

- Me lo dijeron en la primera edición del concurso y no me lo pensé ni un segundo. Es un premio que está hecho con mucho cariño. Intenté hacer un trofeo neutro para galardonar tanto a hombres como a mujeres y lo que quise representar es la sombra de un cantaor que sostiene entre sus manos el corazón de la Piedad, que es lo que más brilla y más tiene que resaltar en la pieza. Desde el primer momento no me supuso ningún problema realizar un acto como éste, porque para mí la Piedad ha sido, es y será muy importante.

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