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Muchas personas comienzan a tomar suplementos dietéticos minerales porque así suponen que contrarrestan esa mala alimentación derivada de una dieta poco equilibrada.
Minerales para tener una salud de hierro

Minerales para tener una salud de hierro

Los minerales en los complementos vitamínicos se han puesto de moda y, si bien son imprescindibles para el organismo, hay que saber bien cuándo y cómo tomarlos. La línea que separa su beneficio de su toxicidad es en ocasiones muy delgada

Pilar Manzanares

Lunes, 14 de abril 2014, 10:32

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Cada vez existe una mayor conciencia de que llevar una dieta saludable es esencial para la salud. El problema es que las prisas y las comidas fuera de casa muchas veces desembocan en regímenes desequilibrados, que se incrementan con el buen tiempo por el seguimiento de las llamadas dietas milagro.

Es entonces cuando muchas personas comienzan a tomar suplementos dietéticos minerales porque así suponen que contrarrestan esa mala alimentación. Además, al seguimiento de estas dietas desequilibradas hay que sumarle la mayor frecuencia en nuestra sociedad de trastornos digestivos (celíaquía, alergias alimentarias, cirugías digestivas). Las dos pueden comprometer la ingesta y absorción de una cantidad suficiente de minerales.

Con este panorama, la utilización indiscriminada de estos suplementos ha proliferado. Pero sin una valoración médica previa y personalizada de su conveniencia, esta moda conlleva sus riesgos: «La toxicidad por minerales es bien conocida. Algunos como el cinc, el cobre o el hierro tienen un estrecho margen entre el beneficio de su aporte y su toxicidad y por ello es necesaria una suplementación mineral siempre personalizada y racional. Como en otros ámbitos, los excesos pueden ser perjudiciales», afirma el doctor Camilo Silva Froján, del Departamento de Endocrinología de la Clínica Universidad de Navarra.

De este modo, una sobredosis de cinc, por ejemplo, puede causar náuseas, vómitos, cefaleas y pérdida del apetito entre otros síntomas. «Una dieta variada y saludable que contenga frutas, verduras, carne y pescado, cereales y lácteos, garantiza un aporte adecuado de nutrientes a la inmensa mayoría de la población. Y para un aporte extra de minerales deberá realizarse una valoración médica individualizada», remarca el experto.

Cómo saber si hay un déficit

El desarrollo de un déficit mineral es habitualmente progresivo y escalonado. Así, en una primera fase, el organismo trata de compensar la carencia mediante un incremento de la absorción digestiva o una disminución de la excreción urinaria.

¿Qué sucede si persiste este bajo aporte del mineral? Pues que será entonces cuando aparezca un déficit subclínico, es decir, aunque pueden aparecer trastornos bioquímicos derivados del déficit éstos no provocan una enfermedad clínica evidente. Y si nada cambia y no se acude al médico para ponerle remedio, se producirá la enfermedad clínica, con síntomas y signos más o menos específicos según el tipo de mineral deficitario.

Existen déficits muy comunes. Así, el de hierro es la causa principal de anemia y en muchas ocasiones «está infradiagnosticado e infratratado», afirma el doctor, al tiempo que señala que España sigue teniendo «un déficit moderado de yodo y es necesaria su suplementación sistemática en mujeres gestantes, a fin de prevenir las alteraciones del desarrollo neurológico fetal».

Saber qué aporta cada mineral y el peligro de su déficit nos hará ser conscientes de por qué tenemos ciertos síntomas. Conocer qué sucede al abusar de ellos, reconocer que para tomarlos hay que acudir antes al médico.

Así son los minerales que aparecen habitualmente en los complementos vitamínicos

Calcio. Se encuentra en los lácteos, las verduras y el pescado y en el organismo participa en múltiples reacciones metabólicas, como componente del hueso y los dientes, en la contracción muscular y la transmisión nerviosa. Su déficit provoca hormigueos, espasmos musculares y osteoporosis. Su sobredosis: hipercalcemia, poliuria, náuseas y vómitos, confusión y coma.

Cinc. La carne, las ostras, los frutos secos, los lácteos y los cereales integrales son ricos en este mineral. Su función: está presente en el metabolismo de las proteínas y del ADN, el sistema inmunitario, múltiples reacciones enzimáticas, cicatrización de heridas y sentido del olfato y el gusto. Su déficit genera trastornos del crecimiento y desarrollo, disfunción eréctil y alteraciones de la cicatrización. Su sobredosis: náuseas, vómitos, diarrea, pérdida del apetito, cefalea, bajo HDL-colesterol, disminución del nivel de cobre y alteración de la inmunidad.

Cobalto. Está presente en la carne, los huevos y los lácteos y es un mineral que forma parte de la cobalamina (vitamina B12). Su déficit genera anemia y su sobredosis dermatitis y alteraciones respiratorias y cardiacas.

Cobre. Se encuentra en la carne, el hígado, el chocolate negro, los cereales integrales y los frutos secos. Ayuda en el metabolismo del hierro, el sistema inmunitario y el desarrollo del tejido conectivo, nervioso y óseo. Su déficit produce anemia, osteoporosis, daño hepático y Síndrome de Menkes. Su sobredosis, enfermedad de Wilson (depóstio de cobre en el cerebro, los riñones, el hígado)

Cromo. Se encuentra en el brócoli, el zumo de uva y los cereales integrales. Su función es el metabolismo de la glucosa. Su déficit por tanto puede ocasionar glucemia. Su sobredosis, alteración renal y hepática y daño en el DNA.

Flúor. Presente en las aguas fluoradas, el pescado, el té y el zumo de uva, su función es importante en el desrrollo óseo y dental. Su déficit provoca caries y su sobredosis, fluorosis dental.

Fósforo. Se encuentra en carnes, lácteos y pescados y además de participar en múltiples reacciones metabólicas es un componente de los huesos y dientes y de las membranas celulares. Su déficit genera anemia, debilidad muscular, dolor óseo y deficiente mineralización del hueso. Su sobredosis: hiperfosfatemia y calcificaciones en distintos tejidos.

Hierro. Las carnes, los cereales y las legumbres son ricas en este metal. Su función es la de sintetizar la hemoglobina y el transporte de oxígeno. Su déficit causa anemia y alteraciones en la piel o las uñas. Su sobredosis: depósito de hierro en distintos órganos, que causa un mal funcionamiento de los mismos. Y hemocromatosis.

Magnesio. Está en las verduras de hoja verde, la carne, la leche y los frutos secos. Su función en el organismo es la de participar en múltiples reacciones metabólicas, actividad antioxidante y formación de hueso. Su déficit causa hipocalcemia, hipopotasemia, espasmos musculares, síntomas neurológicos, náuseas y vómitos. Su sobredosis, diarrea, alteraciones neurológicas, hipotensión arterial y alteraciones cardiacas severas.

Manganeso. Está en los cereales, las legumbres, el té, los frutos secos, las frutas y las verduras. Su función: desarrollo óseo, metabolismo energético, sistema nervioso, sistema hormonal reproductivo y antioxidante. Su déficit causa dermatitis, bajo colesterol total y crecimiento enlentecido de pelo y uñas. Su sobredosis: toxicidad neurológica severa -manganismo, similar a la enfermedad de Parkinson-.

Molibdeno. Presente en las legumbres y los frutos secos, está presente en la actividad antioxidante, el metabolismo proteico y de otros elementos como el fósfoto, el azufre, el potasio, el cobre, el yodo o el zinc y en el crecimiento y como cofactor de varias enzimas. Su déficit produce cefaleas, taquicardias, alteraciones visuales y come. Su sobredosis: hiperuricemia, síntomas de gota y trastornos neurológicos.

Selenio. Está en los cereales, la carne roja, el marisco y el pescado y sus funciones son su actividad antioxidante, en el sistema inmunitario y en la función del tiroides. Su déficit genera alteraciones del sistema inmunitario, hipotiroidismo, enfermedad de Keshan y enfermedad de Kashin-Beck. Su sobredosis causa selenosis, que cursa con náuseas y vómitos, fatiga, alopecia, alteraciones renales y hepáticas y uñas con manchas blancas.

Yodo. Se encuentra en pescados, marisco, algas y sal yodada y está presente en la síntesis de las hormonas tiroideas. Su déficit produce bocio, hipotiroidismo, trastornos neurológicos y alteraciones del crecimiento y el desarrollo. Su sobredosis, hipertiroidismo y, curiosamente, también hipotiroidismo y bocio.

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