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Vista panorámica del litoral lorquino, con el macizo de Cabo Cope al fondo.

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Vista panorámica del litoral lorquino, con el macizo de Cabo Cope al fondo. Guillermo Carrión / AGM

El penúltimo baño estival en solitario

Relax en las aguas transparentes, y casi termales, del salvaje litoral lorquino

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Viernes, 6 de septiembre 2019

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Aprovechando que el verano toca a su fin y la marabunta abandona poco a poco el litoral, hoy proponemos huir del gentío para disfrutar del penúltimo baño de mar estival en las aguas cálidas, casi termales en estas fechas, del Mediterráneo y, así, hacer un cambio de ritmo y de aires paulatino en este comienzo de curso.

Para garantizar la tranquilidad que aporta disfrutar del mar en soledad, escogemos uno de los tramos de costa virgen más inaccesibles de la Región, en este caso del término municipal de Lorca, entre la Marina de Cope (Águilas) y el pueblo de origen pesquero Puntas de Calnegre (Lorca). Así que, olvídense del coche, protéjanse del todavía justiciero sol y dispónganse a gozar de un placentero día.

La primera impresión, de camino al punto de inicio y tras meses sin visitar la zona, es que el terreno desmontado para nuevos cultivos ha crecido considerablemente. Y, de hecho, los tractores trabajan estos días a pleno rendimiento y levantando nubes de polvo para preparar la inminente nueva temporada hortícola.

La impresión se confirma al llegar a la pequeña explanada que sirve de aparcamiento, junto a Cala Blanca. Aquí, las aguas suelen ser de unos azules llameantes, a veces casi fosforitos, y transparentes, pero esta semana, tras las recientes lluvias, la tierra de ramblas y laderas aradas y allanadas ha quedado suelta y a merced de la escorrentía, demostrando los efectos de este laboreo sin control en uno de los tramos del litoral regional protegido, el que comprende el Parque Regional de Cabo Cope-Calnegre. Así, el mar, aunque no excesivamente bravo, está turbio, teñido del marrón con el que poco a poco se van desangrando estas tierras.

La ruta, a pie y a pleno sol, parte de Cala Blanca, una playa paradisíaca lorquina en la que la huella del hombre ha quedado impresa en el acantilado de arenisca que la protege. Labrado para construir refugios que han servido para cobijar a pescadores y sus aparejos, así como a quienes durante siglos cocían el esparto para la fabricación de útiles, hoy se convierten en codiciadas sombras para los bañistas cuando el sol cae a plomo a media mañana.

La guía

  • Cómo llegar Desde Murcia, lo mejor es coger la A7 en dirección Andalucía hasta la salida 601B, hacia Mazarrón por la RM-2. Después, sigan las indicaciones hacia Mazarrón por la RM-23 y la RM-3. En la rotonda, cojan la RM-332 (hacia Águilas). A unos 11 km., tras discurrir en paralelo a la AP-7 (Cartagena-Vera), incorpórense a ella en dirección a Almería. A poco más de 9 km., cojan la salida 866 hacia Calabardina/Cabo Cope (1€ de peaje) y sigan por la RM-D20 hacia El Garrobillo. A unos 3 km., giren a la derecha siguiendo la indicación de El Cantar. A 1 km. deberán girar a la izquierda, en dirección al mar, por una carretera que les conducirá, paralela a la rambla del Garrobillo, hasta el abandonado cuartel de Cala Blanca, punto de inicio.

  • Recomendaciones Lleven calzado para caminar por el monte, el camino es de dos kilómetros pero se recorren terrenos con grandes desniveles, para superar ramblas, con tierra suelta y resbaladiza. Lleven agua y algún tentempié. No olviden bañador, gafas de bucear, aletas y toalla. Si llevan sandalias para poder meterse con ellas al agua, mejor. Lleven una bolsa para recoger los desperdicios que otros visitantes incívicos dejan.

  • Dónde comer Restaurante La Curva del Pocico. Carretera Garrobillo, km. 11 (Águilas). Cierra martes. 968 419240. Especialidades: Pulpo al horno (por encargo), paletilla de cabrito asada, carne a la brasa y pescados de Águilas. Precio medio: 25€

Deben seguir el sendero (GR-92) que va, pegado al mar, recorriendo toda la costa en dirección norte. Solo tendrán que caminar 1,5 kilómetros para llegar a la Cala de la Gruta, el destino inicial de hoy.

Superada la rambla y la pared de arenisca que protege Cala Blanca y en la que anidan numerosas aves, encontrarán una pequeña caleta sin nombre, con lecho de piedra y un baño delicioso. Unos cientos de metros más adelante se extiende la playa de los Hierros, en la que desemboca la rambla del Cantal, una amplia bahía de grava y arena superpoblada de gaviotas y sobrevolada por aviones que han construido sus refugios en antiguas construcciones rurales abandonadas.

Recorren un territorio dominado por el esparto, en el que también abundan las sosas, las cornicabras y los artos -ahora auténticas alambradas vegetales, pues están desprovistas de hojas-, y también algún romero despistado.

Las puntiagudas rocas negras sobresalen en la orilla creando pequeñas pozas que, con el mar en calma, se convierten en jacuzzis naturales solo accesibles desde el agua. Una rambla y otra loma más adelante aparece Cala Leña, otra pequeña ensenada de cantos redondeados por la acción del agua que invita a disfrutar del baño. La excursión sigue hasta la cala de la Gruta, pero tras disfrutar los atractivos paisajes y a la espera de deleitarse en este abrupto litoral otro día de mar calmo, regresamos a Cala Leña para el gran remojón. Con aletas y gafas, sumergirse en esta playa ofrece la oportunidad de admirar la fauna. De hecho, no tarda en dejarse ver un monumental pulpo que, ante el incordio, lanza su tinta y se da a la fuga.

Si hacen el muerto, el soniquete de la grava movida por las olas redondeará el efecto relajante de esta jornada.

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