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Panteón de Juliana Granados, donde también yacen los restos de su hermano, el regidor Ginés Granados.

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Panteón de Juliana Granados, donde también yacen los restos de su hermano, el regidor Ginés Granados. Antonio Gil / AGM

Al calor de la fiebre minera

La ruta con un par ·

Una ruta guiada por el cementerio de Mazarrón recuerda los años dorados de su pasado industrial, con sus gestas y sus tragedias

M. R. MARTÍNEZ

Sábado, 26 de octubre 2019, 11:51

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Suena de lo más apropiado el nombre del paraje elegido para el descanso eterno. El cementerio municipal de Mazarrón se localiza en el sitio llamado Madre de Dios, de la diputación de Los Rincones, con vistas a un Mediterráneo cuya brisa suele acariciar la hilera de pinos australianos que custodian la puerta de acceso. Estos centinelas de erguido porte proliferaron con el 'boom' del negocio de los metales, a mediados del siglo XIX, porque su madera era muy apreciada para la construcción de vigas y pilares de refuerzo de galerías y pozos. Ahora apenas sobreviven una decena de ejemplares, repartidos aquí y allá. Desaparecen con el mismo sigilo que se borra el pasado minero de la villa. No obstante, si se pasea con detenimiento por la necrópolis, el recuerdo de aquellos años dorados del distrito aún se vislumbra entre las manzanas de fosas y las capillas fúnebres de los linajes ilustres. Esa historia reciente, con sus personajes, sus miserias y sus gestas, protagoniza las rutas guiadas que la Concejalía de Cultura organiza con motivo del puente de Todos los Santos. La oferta incluye tres pases: uno nocturno el día 31 (21.30 horas) y los otros dos el 1 de noviembre (a las 11 y a las 12 de la mañana). Las visitas son gratuitas, pero es necesaria la inscripción previa en la oficina de turismo. Para quien prefiera acudir por su cuenta, el Ayuntamiento también ha publicado una guía, que estará disponible a partir del próximo lunes.

Aunque la riqueza de los tres cotos mazarroneros es conocida desde la antigüedad (como confirmó la carga de litargirio hallada en los barcos fenicios de la playa de La Isla), el despegue industrial llegó en 1871, con el descubrimiento del 'filón Prodigio'. Solo su nombre da idea de su potencial. Las compañías extranjeras pusieron entonces los ojos en este olvidado rincón e invirtieron en la mejor tecnología de la época para una explotación a todo gas. La fiebre minera se desató y Mazarrón experimentó un crecimiento tan explosivo como fugaz. En apenas tres décadas llegó la decadencia, pero antes se levantaron bellos edificios, como el Casino y las Casas Consistoriales, y nuevos equipamientos, como el matadero municipal, las escuelas graduadas y hasta un hospital. El camposanto figura entre esas infraestructuras modernas llegadas con el nuevo siglo.

Herencia ilustrada

Su modelo, de planta rectangular, responde a las normas de higiene pública y salubridad heredadas de la Ilustración. El proyecto municipal se empezó a tramitar en 1884, aunque la puesta en servicio no llegó hasta el verano de 1900. Algo tuvo que ver la Iglesia en esa demora. La singularidad de este camposanto respecto a otros de la época es que en su diseño intervinieron dos arquitectos de renombre: Justo Millán Espinosa y Francisco de Paula Oliver Rolandi. Apostaron por un recinto austero y funcional, aunque sin prescindir de detalles de excelencia, como el encintado en ladrillo de las fosas y las tablillas de mármol para marcar cada una de las sepulturas en tierra, muchas ya desaparecidas.

El recinto, que ahora presenta el ajetreo propio de la víspera del día de los difuntos, se abre al antecementerio, donde se localizan, a la derecha, las dependencias necesarias para el funcionamiento interno: la casa del sepulturero (Mazarrón también tuvo una enterradora, Josefa Peñalver, toda una 'madre coraje) y la sala de autopsias, con un pasillo auxiliar, separado por una cristalera, donde los familiares podían aguardar a que el forense acabara su trabajo. Enfrente estuvo la zona de los 'sin dios', donde recibían sepultura ateos, suicidas y, también, mineros muertos en accidente sin haber recibido el último socorro espiritual. Doble desgracia la suya.

Seres fabulosos

Un vano en el muro permite la entrada a lo que ya es tierra bendecida. El espacio más antiguo de inhumaciones se localiza a la izquierda, y llama la atención por las cancelas y rejas modernistas que decoran las tumbas. Los modelos se repiten; flores, elementos vegetales, antorchas, cadenas y cruces, pero algunas piezas destacan por su originalidad. Aquí sobrevuelan seres fabulosos (mitad león mitad serpiente alada), como guardianes para el más allá en la tumba de Benito Carvajal, muerto en 1909, y también dragones, que protegen el sepulcro con dosel del infortunado Norberto Morales, fallecido de un disparo de arma de fuego con solo 17 años. Quién sabe si vino a pagar los platos rotos de los turbios negocios mineros de su progenitor.

Aledaño se conserva el rincón más triste, el grupo Virgen Niña, reservado para los enterramientos de párvulos. Cuánto dolor e inocencia en esos desgarradores epitafios sobre la fría piedra: 'Porque no era criatura de este valle, voló al cielo' o 'Era un ángel y subió a su patria'. Azucenas y amapolas decoran las pequeñas sepulturas, símbolos de pureza y de la fugacidad de la vida, algunas de ellas talladas en los establecimientos de los mejores marmolistas de Murcia y Cartagena.

No muy lejos, una desgastada lápida recuerda la página más negra de la minería de la Región: el accidente en lo más oscuro de la 'Impensada'. Un escape de gas, a 400 metros de profundidad, dejó 28 víctimas mortales, dos de ellas ingenieros alemanes. La conmoción por la tragedia saltó a las páginas de la prensa europea, y desde entonces a esa mina, en el coto de San Cristóbal, se le conoce como 'el pozo de los muertos'.

Penosa resultaba la vida en el tajo; los mineros bajaban a las galerías con la incertidumbre de si volverían a ver la luz del sol. Así que a la salida había que celebrarlo. La oferta era más variada que ahora: tabernas, circos gallísticos, carpas y barracones para proyecciones cinematográficas, café-cantantes y hasta teatros. A uno de ellos, el Zamora, llegó un día la tiple alicantina Rigoberta Samper, se enamoró del hermano del empresario que la contrató y ya nunca se marchó. Descansa en un humilde nicho.

A esas funciones no solían faltar las familias más acomodadas de la sociedad mazarronera, que hicieron fortuna con el comercio y los metales. Apellidos como Albacete, Granados, Lardín, Ríos, Vivancos y Zamora ya aparecen en los registros parroquiales del siglo XVI, en los albores de la villa. Y también quisieron dejar constancia de su poder en el camposanto. A lo largo de la calle principal levantaron sus capillas funerarias. Destacan los panteones con elementos neoegipcios de los Martínez Oliva y del matrimonio Povo (ambos atribuidos al maestro del modernismo Víctor Beltrí) y el de Juliana Granados, de estilo neogótico y en mármol. Todavía hoy permanecen en pie, cuando de algunas de sus casonas y mansiones no queda ni el polvo.

Un paseo por la historia entre tumbas

El auge del tanatoturismo, las visitas a lugares relacionados con la muerte, los desastres y la tragedia, ha impulsado una nueva oferta de propuestas para descubrir el patrimonio, que también cuenta con detractores. En la Región, los refugios de la Guerra Civil y los cementerios tendrían cabida en esta modalidad. Para Klaus Schriewer, catedrático de Antropología Social de la UMU, las necrópolis son «una fuente histórica» de gran valor para los investigadores. El cementerio, apunta, «es un reflejo de los últimos siglos de nuestra existencia, capaz de relatar la historia de la población y los destinos de su gente». Cada vez más municipios incluyen las necrópolis en sus programas de visitas. Murcia y Cartagena ya lo hacen; también Molina de Segura, donde el escritor Paco López Mengual guía un recorrido (el 30 de octubre, a las 21.30 horas) por los años de esplendor de la industria conservera «a través de las lápidas», con un repaso a personajes, curiosidades y costumbres funerarias. El centro de interpretación de la mina Las Matildes organiza el día 27 la ruta minero ambiental 'Vida y muerte en La Unión'. con paradas en el Cabezo Rajao y el camposanto. Y en Totana hay previstas dos visitas (los días 2, a las 17.30, y 3, a las 10.30) para dar a conocer desde su arquitectura funeraria a los estragos de la epidemia de gripe de 1918.

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