Las heladas en el Guadalentín elevan hasta un 150% el precio de la alcachofa de la Vega Baja
Los agricultores cruzan los dedos para que la situación se extienda y puedan compensar las pérdidas del inicio de la campaña
No hay mal que por bien no venga, piensan los agricultores de la Vega Baja. Vamos, lo tienen testeado en años de experiencia en el campo. Las desgracias meteorológicas en un bancal acaban por beneficiar al de al lado. Y este año las inusuales heladas, casi orillas del mar, han terminado por arruinar cosechas en la valle del Guadalentín. Allí, incluso tuvieron que acurrucar con mantas sus lechugas, no así sus alcachofas, la principal competencia de la eterna reina de la huerta del sur alicantino. Esta vez la escasa altitud de su vega inundable ha sido su salvífica protección.
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Y eso se nota en los precios. Hasta un 150% se ha llegado a disparar el 'alcasil' –como la conocen los hortelanos por estos lares– con respecto al pasado noviembre, mes que marca el arranque de la temporada. «En noviembre y diciembre hicieron unas temperaturas anormalmente altas. Salieron muy pocos kilos y baratas», señala el presidente de Asaja Alicante, José Vicente Andreu, que apunta que, si el precio a inicio de campaña llegó a unos raquíticos 50 céntimos el kilo, en estas semanas pasadas ha escalado hasta los dos euros. «Los agricultores trabajan sobre la base del euro para saber si el cultivo es rentable».
LA CLAVE
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2€/kilo es el precio que llegó a alcanzar la alcachofa de la Vega Baja tras un inicio de campaña con cotizaciones inferiores al euro
En el caso de la alcachofa se trata de un cultivo nítidamente invernal, que se siembra a finales de agosto y se empieza a recoger en los últimos meses de año en una campaña que se extiende hasta mayo. «La planta necesita frío para que el fruto pueda coger tamaño». Justo el que ha hecho durante este enero y febrero, aunque en exceso en otras zonas productoras. «Los principales competidores de la Vega Baja son Lorca y Benicarló. En el primer caso, gastan más para uso industrial y en el segundo más en fresco. Los ejemplares pequeños se están mandando para el consumo nacional y los grandes al mercado internacional. Y la industria está teniendo problemas para abastecerse», abunda Andreu. No es el caso de Sat Olé. Esta compañía afincada en la pedanía oriolana de San Bartolomé, con más 200 hectáreas de producción propia, es la primera exportadora de alcachofa en fresco de toda España. «La estamos mandando principalmente a Francia, Alemania y norte de Italia. Pero también llegamos a Suecia, Holanda...», detalla el director técnico de la empresa, Bartolomé Ramírez.
La planta necesitaba el frío de enero y febrero para que el fruto pueda coger tamaño»
JOSÉ VICENTE ANDREU
ASAJA
Para él, esta situación será efímera. «Ya está llegando la primavera». Por eso trabaja para vender ahora todo lo que pueda y, como mínimo, recuperarse del mal inicio de campaña. Y para estirar este arreón a mitad de partido, ya están trabajando para desplazar el grueso de la recogida a tierras más altas que todavía sean capaces de retener ese ambiente fresco que tanta vida da a la planta. «En la Vega Baja la campaña no durará mucho más, a partir de abril empezaremos a recoger en Albacete y Granada», comparte el exportador.
«Los ingresos en cómputo no creo que sean brutales a final de la temporada», analiza el presidente provincial de Asaja, que, con los costes todavía disparados, señala que la situación no es «para echar cohetes». «Es cierto que la alcachofa está de moda, pero nos preocupa mucho la bajada general del consumo de verduras por la inflación. Y no solo en España. Los envíos a Alemania, por ejemplo, han caído un 20%», asegura.
«Las primeras tres semanas hubo quien cortó todo y, ahora que valen dinero, no tienen»
José Ángel Muñoz es de esos hortelanos de callo en mano. De los que tienen la espalda molida y este pasado mes le ha tocado agacharla más y poner la navaja a trabajar a todo trapo. Las alcachofas, quién lo iba a decir, van a ser esa salvación temporal a un arranque «malo, malo». «Empecé a recoger en noviembre y estaban a 60 o 70 céntimos. Hasta después de Navidad prácticamente no cubría gastos». De hecho, él confiesa que ha sido de los afortunados. «Las primeras tres semanas hubo quien cortó muchas cosas en esas y, ahora, cuando vale dinero, no tienen», lamenta. «Es que este año, además, ha pasado al contrario que el anterior. Entonces arrancó la campaña con buen precio y luego cayó en picado. Estos precios solo van a valer para recuperar lo perdido al principio de la campaña».
En su caso, además, ha sido de los que ha tenido mucha fe en su cultivo. Cada vez venía plantando menos de estas pequeñas joyas de la huerta oriolana. Hace dos años plantaba veinte hectáreas, este año diez. «Y luego no todas valen para vender en el mercado, a lo mejor de 20, 10 valen y las otras van a la industria». Su esperanza es que, pese a que ahora empiece a bajar el precio, «se mantenga bien hasta mayo», desea.
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No obstante, eso no disipa de su cabeza las preocupaciones por los altos costes. «En calidad están bien y en precio también, pero el rendimiento es todavía flojo», apunta. «La rentabilidad ha bajado porque ha subido la luz, el gasoil, el abono, los jornales... Todo. Lo que menos ha subido ha sido un 40%».
Eso por no contar con la omnipresente incertidumbre del agua y unos trámites burocráticas que a Muñoz le traen de cabeza. «Cada vez se pueden usar menos fitosanitarios y, a la mínima que te detecten, te echan todo atrás. Parece que ahora tienes que dedicar una persona al día a trámites burocráticos para acreditar que todo está en regla», suspira.
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