Un yate llamado 'Libertad'
ESPEJISMOS ·
Una cosa son los crímenes de guerra y otra la calefacción, y hay quien no tiene muy claras las prioridadesEra inevitable, supongo. La unanimidad occidental (faltaría más) en la condena a Vladímir Putin por la invasión de Ucrania se va debilitando conforme pasan las ... semanas. El acuerdo de los primeros días, que dio lugar a durísimas sanciones contra el gigante eurasiático, ya es irrepetible: como suele suceder en política internacional, los buenos sentimientos se transforman pronto en un asunto mucho más prosaico, aquello de las ascuas y las sardinas, las puntadas y los hilos, los ríos revueltos y las ganancias de pescadores. En mi casa lo llamaban «barrer 'padentro'», ya nos orientamos todos.
Todos barrenderos, y todos en el mismo sentido: para casa. Entre idealistas, buscavidas y gatopardos, la gama es amplia. Desde chalados tipo Sean Penn, que salió hace poco a pedir ataques nucleares contra Moscú, hasta pragmáticos como el Gobierno alemán, que ha reaccionado a la masacre de Bucha sumándose al bloqueo internacional de las importaciones de carbón ruso, pero retrasándolo hasta agosto. Una cosa son los crímenes de guerra y otra la calefacción, y hay quien no tiene muy claras las prioridades.
Desputinizar Europa es bien. Es justo y necesario. Es nuestro deber y salvación. Pero que no nos toquen las cosas de comer. Una cosa que esté bien. Seguramente la pugna política más importante que vive la UE en estos momentos es la de la reforma del mercado energético común. Alemania y Holanda bloquean cualquier avance a la hora de topar precios, mientras Francia, España y Portugal –menos dependientes del gas ruso– saben que se la juegan estas semanas en Bruselas. Pues allí tenemos ahora mismo a nuestras eléctricas (lo de 'nuestras' es un poco broma: el principal accionista de Endesa es Italia; los de Iberdrola, el emirato de Catar y Blackrock) maniobrando en contra. Por si acaso, aprovechad hoy para poner la lavadora.
Si no lo tenemos claro del todo a la hora de regular los precios de la energía (ese arma estratégica de míster Putin), imaginad con los ucranianos migrantes. La buena voluntad y las banderitas amarillas y azules se le están acabando ya hasta a Polonia, tras una acogida asombrosa. Algún banco hay por aquí por Murcia que exige a los ucranianos recién llegados suscribir un seguro de vida de 150 € para poder abrirse una cuenta, según denuncia la periodista Teresa Martín. Y qué decir de controlar la propaganda mediática rusa. No estoy de acuerdo con la decisión de cerrar de forma sumaria medios vinculados al Kremlin, si bien entiendo la necesidad de controlar de alguna manera la calidad de la información pública. Pero con qué autoridad desputinizamos Europa ahora, tras saltar la noticia del bochornoso reparto de la publicidad institucional del Ayuntamiento de Madrid, que destina buena parte de los más de ocho millones de euros de este epígrafe a subvencionar todo tipo de dudosos digitales de derecha, algunos hasta condenados por difundir noticias falsas.
Y luego está el tema de los oligarcas, que es una palabra que casi nunca te encuentras sin la coletilla de 'rusos', un poco como pasa con 'marco incomparable' o 'fruncir el ceño'. Pero 'oligarca' no viene de 'Oleg manda', como podríamos llegar a deducir, visto su uso torticero, sino más bien de que unos poquitos se lo llevan crudo, fenómeno este que por desgracia no se restringe a la Rusia actual. Ya advertía Thomas Piketty hace poco que, para bloquear de verdad los fondos 'offshore' de los grandes empresarios rusos, Occidente puede poner en marcha un dispositivo público de control financiero internacional, pero que no estamos moviendo ni un dedo en ese sentido porque nuestros propios oligarcas no quieren ni hablar del peluquín, más allá de confiscar aquí y allá un puñado de yates. Hablemos de yates (claro), en concreto el que se han comprado –junto a un Ferrari, un Lamborghini y otros diez coches de lujo, tres Rolex y una mansión en Pozuelo– el dúo calavera formado por Alberto Luceño y Luis Medina. Buscas 'oligarca' en el diccionario y te sale la foto de estos dos piezas, que celebraban durante los días más negros de nuestra Historia reciente haber sangrado al Ayuntamiento de Madrid con un cargamento de material sanitario defectuoso. Seis millones de euros a repartir por una simple gestioncilla a través del primo del alcalde, José Luis Martínez-Almeida. A ver cómo desputinizamos esto, amigos.
Para sorpresa de nadie, el yate que se agenció uno de los sobrecogedores se matriculó en Gibraltar a través de una sociedad 'offshore', no vaya a ser el demonio que un solo euro público sisado a nuestro país volviese al mismo en forma de: (alerta comunismo) impuestos. ¿Y dónde para el pirata en cuestión? Se marchó. Y a su barco le llamó 'Libertad'. Y en el cielo descubrió gaviotas.
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