El periodismo pisa hoy cristales rotos, jaqueado como está por las redes sociales, la inmediatez a ultranza por encima del proceder más lento que implica ... la información contrastada, la mandíbula de lo políticamente correcto, que le obliga a la autocensura constante, y la crisis del papel. Eso sí, pese al reguero de impedimentos, uno se reconcilia con la profesión cuando ve que, después de todo, sigue satisfaciendo una de sus principales exigencias: poner coto a quienes nos mandan y gobiernan, deshacerles un poco la cama por no dar el ejemplo debido en virtud de su cargo. Es lo que ha pasado estos días con los que se han saltado el protocolo para vacunarse. Donde algunos hablan de ensañamiento, yo digo que se ha dado un ejemplo de dignidad profesional en un oficio que, aun amenazado por tierra, mar y aire, sigue teniendo parte de su viejo ángel. Decía Buñuel que a él le bastaban un puñado de robles para ser feliz, lejos del hombre y sus trastadas. Sí, pero como no nos vamos a ir al bosque, un poco de verdad tampoco viene mal.
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