Alguien dijo que había que tener clase hasta para ir al baño. No es una pose de esteta, por cuanto cuando nada te quede, siempre ... te quedará el buen gusto. Lo digo por Messi. En un mundo tan desuncido y entusiasta como el del fútbol, no es de extrañar que el argentino lleve años almacenando elogios. Ha sido el jugador de la última década, no sé si el mejor de la historia –para Valdano sí, pues dijo que Messi era Maradona todos los días–, pero está en el podio. Sin embargo, su personalidad no ha ido acorde a su talento. Su despedida abrupta del Barça lo confirma. Es más, tiene más de corte de mangas que de despedida. Es cierto que el club anda con el presente desgreñado, pero Messi le debe todo, desde aquel día que siendo un mengajo le dieron cobijo y hasta un tratamiento de hormonas para crecer. Todavía hay fanáticos que lo aplauden en su mal adiós, pero el estadio donde se le ha dado tanto incienso, se merecía un mimo el último día, no un portazo.
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