Un tren de indios y vaqueros

APUNTES DESDE LA BASTILLA ·

Desde aquella lejana promesa de 1998 en la que se aseguraba el AVE para un futuro cercano, la Región ha escrito una historia de abandono sonrojante

Domingo, 4 de septiembre 2022, 08:26

El tren ya es un lujo moderno para la murcianidad. Un espejismo al otro lado de las dunas del desierto. Metáforas hay muchas para definir ... su situación actual en nuestra Región. Voy a tirar de melancolía, que es la savia del presente. Siempre he asociado la imagen del tren en Murcia con la de aquellos viejos ferrocarriles que aparecían en las películas de indios y vaqueros. En la infancia, el primer vislumbre del mar lo contemplaba desde la línea Lorca-Águilas. Viajar era una peregrinación, con nevera portátil y paciencia. Una aventura de posguerra, a pesar de suceder en la década de los noventa. Vagones viejos, una velocidad tan limitada que las moscas nos acompañaban por fuera de la ventanilla durante buena parte del trayecto y averías frecuentes (una de ellas nos aupó del tren a la altura de Almendricos y nos dejó varados unas horas). Mi madre solía decir que faltaban los indios detrás del vagón disparando sus flechas, y yo, les juro, aguzaba la mirada hacia el infinito desierto de Jaravía para distinguir entre las piedras y la nada a un indio con su caballo.

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Algo parecido sentí hace una semana al apearme en Archena. Mi billete era de AVE, ese maná de primer mundo para ciertas autonomías. A nosotros, pensé esperando el tren convertido en autobús, nos tocan las cáscaras del paraíso. La escena fue todo un homenaje al cine clásico español. Algo de 'Bienvenido Mister Marshall' hubo bajo el sol de agosto. Cuando los pasajeros bajamos del tren, una cámara grabó los saludos efusivos de los familiares, como supervivientes de un largo viaje transiberiano. Faltó la orquesta municipal. El momento me demostró que, treinta años después, son pocas las cosas que han cambiado en esta bendita región del Sureste. Esta semana, sin ir más lejos, ese tren de Albacete a Archena ya se ha hecho fósil, tierna pieza de museo. Ha desaparecido. Último eslabón del ferrocarril en Murcia, pondrá su epitafio.

Aquella vieja línea Lorca-Águilas hoy está inoperativa. Lleva un año así. Y vaya usted a saber hasta cuándo, porque en materia de infraestructuras las fechas son movedizas como el lodo de las promesas electorales. El tramo corre el riesgo de convertirse en una especie de leyenda, a la altura de aquella otra de la que siempre habla mi padre con nostalgia, y que unía Murcia con Granada. Qué tiempos aquellos en los que uno podía viajar en tren a Andalucía. Cortar el tránsito entre dos regiones limítrofes no sé si fue estrategia política o desacato racional. Ahora que vivimos en las taifas autonómicas y que unas administraciones luchan contra otras, encontramos a una Murcia aislada por tren. En el mapa del AVE se pinta una conexión múltiple de alta velocidad con Alicante, con Almería y con Madrid. Nuestra región va a ser la meca de los raíles. Pero para eso, me temo, aún faltan muchos años. ¿Cuántos? No se sabe. Las obras se detienen, prosiguen y se vuelven a detener. Las partidas presupuestarias se amplían. Los estudios alargan sus ensayos y pasarán lustros sin que se recuperen las líneas. Nefasto panorama para una tierra que basa su economía en que la gente venga a visitarla.

Mientras tanto, las carreteras se llenan. Los acceso a las ciudades murcianas se convierten en infiernos de tráfico, como aquel cuento de Cortázar titulado 'La autopista del sur', en el que un grupo de personas se quedan a vivir para siempre en un embotellamiento. Porque el sueño del AVE ha traído más pesadillas que realidades. En esta carrera por conectar toda España con alta velocidad las comunidades han demostrado, más que en ningún otro ejemplo, tener categorías. Las hay de primera, como Cataluña, cuyas cuatro provincias están enlazadas por AVE. Gerona, por ejemplo, tiene la mitad de población que Cartagena y un cuarto que la de Murcia. Se podría aludir, y con razón, a la frontera con Francia, la puerta de los Pirineos con Europa. Pero la Región tampoco es el estrecho de Bering. Supone el paso natural entre el Levante y el Sur peninsular, un eje económico vital para la agricultura y el abastecimiento de medio continente, y Murcia capital asciende a la séptima ciudad de España en número de habitantes.

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Se entiende poco este olvido meditado al que han sometido a nuestra tierra. Desde aquella lejana promesa de 1998 en la que se aseguraba el AVE para un futuro cercano hasta nuestros días, la Región ha escrito una historia de abandono sonrojante. Prueba de ello son los kilómetros de líneas electrificadas con los que cuenta. ¿Serían capaces de acertar la cifra? Yo se la digo. Murcia no cuenta ni con un solo tramo de red electrificada. Treinta años después, los indios ni siquiera tienen ya a quién lanzar sus flechas.

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