Julio huele a chamusquina. Será por el calor que ha traído, de modo que si vas en el coche la carretera parece espesarse por encima, ... desdoblarse sobre sí misma cuando la miras a lo lejos y, si respiras hondo, no es aire puro lo que entra, sino humeante, como pasado por la cazuela. Será por el virus. Si antes lo temíamos por estar en su apogeo, ahora lo tememos por sus meandros y rebrotes. Será porque a 40 grados difícilmente rigen las cabezas que no lo hacen a 20: léase José López en Cartagena, cuyas maneras gansteriles estarían bien vistas, incluso reverenciadas, en un callejón de barrio, pero sobran en un ayuntamiento de abolengo. Si es que el calor, como al personaje de Camus, vuelve tarumba a cualquiera. Bueno, no a todos, nuestros 'queridos' políticos se han puesto de acuerdo en parte de las reformas a la ley de Protección del Mar Menor. Al fin tocan al unísono y da gusto, porque nunca lo hacen. Una 'rara avis' en estos días de caldera. Bienvenida sea.
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