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Paralelo 37

¡Oh, pulpo mío!

Los octópodos son capaces de sufrir dolor y sufrimiento, según las evidencias científicas

Miércoles, 12 de abril 2023, 01:50

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Hace meses que no me topo con un pulpo. En el mar, digo, porque cocinado con laurel, pimienta en grano, cerveza de la rubia y ... presentado en bandeja de aluminio sigue siendo en mi tierra el rey de bares y aperitivos. Yo hace años que dejé de comerlos, qué tristeza imaginarlos achicharrados en la olla después de haberlos visto nadar a toda pastilla frente a la casa de la playa en la que ahora vivo. Sí, amo a los pulpos y no solo porque sea el más inteligente de todos los invertebrados, además de uno de los más singulares y longevos que habitan el fondo marino, es que alucino con su capacidad para pasar desapercibido copiando del entorno colores, formas e incluso texturas y desprenderse de uno de sus brazos si algo lo ataca para regenerarlo después sin pegas y daño alguno. Ni qué decirles de su mandíbula en forma de pico con la que asestar dolorosos mordiscos, el cuerpo blando para colarse por pequeñas grietas y hendiduras y de los chorros de tinta cuando va en huida.

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