Insomnio
Feijóo y Sánchez debatían con respeto; Abascal y Yolanda Díaz se dirigían miradas cómplices...
Aquella noche, durante sus ya habituales horas de insomnio, añoró su niñez, cuando más de una vez se durmió con la cabeza apoyada en la ... mesa en la que acababa de cenar. «Te duermes en el filo de una espada», le decían.
El dicho se confirmó plenamente en la madrugada de aquel verano en la que se declaró un incendio a unos escasos cien metros de su casa. El suceso levantó la lógica expectación del vecindario, y la estancia a la que daba su dormitorio fue un trasiego de familiares que, aceleradamente y entre grititos de miedoso asombro, aguardaban a los bomberos que nunca llegaron. Él no se enteró. Se lo contaron a la mañana siguiente y volvieron a asombrarse de lo profundo de su sueño.
Quién lo volviera a pillar, se dijo.
Se interesó por las posibles causas de su desvele y encontró varias. El insomnio puede ser provocado por estrés, preocupación, ansiedad, cambios en los hábitos y horarios, no exteriorizar problemas, ciertos medicamentos, edad avanzada...
Casi todas le cuadraban.
Así que se tomó la segunda pastilla, volvió al lecho y, al poco, fue testigo de una escena que le proporcionó un goce especial: Feijóo y Sánchez debatían. Abascal y Yolanda Díaz, presentes, aguardaban su turno intercambiando miraditas cómplices cuando, sin interrumpir, movían levemente la cabeza en señal de disconformidad. El respeto por el elector era impecable, le ofrecían información veraz con la loable finalidad de que el futuro votante, como adulto que es, decidiera según su propio saber y entender. Sin engaños. Los candidatos no esgrimieron fundamentos falseados, se expresaban de forma educada, con datos ciertos y verdades enteras (las medias verdades son la peor clase de mentiras) y sin descalificaciones personales. En ese debate que el insomne vivió, las reflexiones prevalecían a los sentimientos, se apelaba a la razón y eso le llenaba de emoción...
Como los sueños son verdad mientras duran, ese rato de goce no hay quien se lo quite. Lástima de que la ensoñación desapareciera abruptamente cuando le sacudió la realidad de su cabeza golpeando contra el frío y duro suelo. Susto, dolor, sangre y cura doméstica que se profesionalizó en La Arrixaca con exploraciones craneales y TAC que desembocaron en una buena operación de cirugía plástica para cerrar la herida supraciliar con la que finiquitó la quimera. Qué pena.
Abrazos.
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