Costras en el hígado
Hacen falta grandes tragaderas para digerir las veces que los políticos dicen Diego donde decían digo
Sin llegar a la exageración de aquel maniático que dormía con dos despertadores, para poder tirar uno al suelo cuando le despertaran, todos, o casi, ... tenemos alguna pequeña manía. Confieso mi querencia por el número 28, el cual se me quedó grabado al vivir la alegría de mi abuelo porque le había tocado la pedrea del sorteo de Navidad en dos papeletas cuyo número acababa en 28.
Lo recordé cuando llegué a esa edad y lo recuerdo ahora, cerca de triplicarla, un tanto hastiado del bombardeo de 'memes' y demás desinformaciones electorales, con un tintineo de fondo cada vez que el móvil me avisa de un mensaje. No tengo dos móviles y no voy a tirar ninguno al suelo, pero la manía del 28 me lleva a preguntarme qué hacían a esa edad nuestros mandamases políticos, por los que tanto abogan los 'influencers'.
La sabia Wikipedia me dice que cuando el presidente de Castilla-La Mancha, García-Page (PSOE) cumplió 28 años, ya llevaba 10 cobrando un sueldo político, el cual no le abandona desde entonces, es decir, 37 años comiendo de la olla grande.
Por su parte, Núñez Feijóo (PP) hace 32 años que inició su carrera política, luego de haber logrado una plaza en el Cuerpo Superior de la Administración. Desde entonces, también su fuente de ingresos procede de los erarios públicos, nacionales o gallegos.
A la edad citada, Ione Belarra (Podemos) ya ocupaba un escaño en el Congreso de los Diputados por el que percibía un sueldo que podríamos definir como más que suficiente.
Y en cuanto a Santiago Abascal (Vox) otro tanto de lo mismo desde que, con 23 años, salió elegido concejal de Llodio (Álava) por el PP, al que se afilió recién cumplida la mayoría de edad y del que abjuró 17 años después, luego de haber ocupado varios cargos bajo sus siglas.
Los cuatro casos, uno por cada partido mayoritario, tienen en común la pronta edad a la que accedieron al sustancioso sueldo público destinado a la actividad política. Y suma y sigue.
Aunque mi concepción del servicio público es totalmente opuesta al temprano medro en los partidos políticos, donde los compañeros son los peores enemigos, precisamente por ello reconozco la habilidad para mantenerse a flote. Como decía mi padre, ellos deben tener costras en el hígado y nosotros grandes tragaderas para digerir las veces que dicen Diego donde decían digo.
Abrazos.
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