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La tercera ola

Además de una economía estable, necesitamos una nueva generación de políticos y resto de dirigentes que sean honestos y honrados

Jueves, 11 de febrero 2021, 01:22

Este artículo no trata del famoso experimento que un profesor de Historia de un instituto de Palo Alto (California) realizó en 1967 para intentar explicar a sus alumnos por qué los ciudadanos alemanes permitieron que el partido nazi exterminara a millones de personas. Mi intención es analizar la declaración de la victoria «Hemos vencido al virus» (discurso de Pedro Sánchez, el 10 de junio de 2020).

Lo sabíamos. Sí, había tercera ola y nosotros somos los culpables: la responsabilidad de cada individuo frente al gran lavado de manos de los altos cargos políticos. La crisis actual está poniendo de manifiesto las costuras mal hilvanadas de nuestro Estado de Bienestar, y también la cultura de la irresponsabilidad que impregna no solo a nuestra clase política, sino también a muchos de nuestros compatriotas. No olvidemos que, si estamos en esta tercera ola, es porque alguien nos permitió celebrar la Navidad y nosotros decidimos celebrarla más o menos como todos los años. Al final nos encontramos en esta situación porque nuestros gobernantes no han sabido elaborar buenos protocolos para celebrar la Navidad, dejándonos al libre albedrío de actuación y salvando otra vez unas fechas idóneas para la propagación del virus.

Al acabar estas fiestas y, con el principio de 2021, regresaron una vez más las restricciones, acompañadas de unos murmullos casi imperceptibles en el ambiente de los despachos, entre los transeúntes y la gente del autobús, etc., en los que resonaba una voz silenciosa que decía «No he sido yo, fueron los demás».

Nuestros gobernantes no han sabido elaborar buenos protocolos para celebrar la Navidad

Aunque supongo que este no ha sido el principal problema para los que se han muerto en enero y que se fueron sin saber a quién darle las gracias por llegar al cielo antes de tiempo.

Otra cosa es que nuestra clase política sea la más miedosa (porque capaces son) de tomar decisiones impopulares y antieconómicas: con independencia de las creencias religiosas, no se debió permitir ningún tipo de celebración.

Pero no lloremos por la leche derramada: el resultado ha sido trágico (casi 1.000.000 de contagiados en un mes) y solo podemos esperar que lo que no se hizo en Navidades y sí después empiece a dar resultados.

Mientras tanto, no nos queda otra que seguir hablando de soledades no deseadas. Las de los enfermos de cáncer y otras patologías, la de los mayores, la de los enfermos psiquiátricos («con la que está cayendo, ¿nos vamos a preocupar por los deprimidos, si todos lo estamos?»).

Frente a esas soledades, el único antídoto es el aumento de la solidaridad de las personas y de la mejora de recursos del Estado de Bienestar, ya sea provisto por instituciones públicas o privadas. Ahora es el momento de construir un verdadero Estado del siglo XXI, no asistencial, no proactivo, sí preventivo, y sí anticipatorio. Ante esta maldita situación la pregunta es: ¿dónde está esa reflexión potente acerca de la transformación del Estado en la acción política nacional?

Al final son tiempos para reconocer el papel fundamental de las familias, y en especial el de las mujeres, en el mantenimiento del bienestar social: después de catorce años de la publicación de la Ley de Igualdad entre hombres y mujeres, más del 85% de las personas que se ocupan de la economía de los cuidados siguen siendo mujeres que hipotecan su vida para cuidar de los otros.

No olvidemos que tenemos un Estado y una organización territorial votada hace 43 años (1977), en un mundo sin Unión Europea, sin trabajo 'online', sin dinero virtual (Bitcoin), sin cambio climático. Esta es la oportunidad de transformar nuestro Estado. Espero que no pase con los fondos del plan de recuperación de la Unión Europea 'Nueva Generación' lo que ha pasado con las vacunas.

Es cierto que vivimos en un país esbozado con un similar parecido a la novela picaresca del 'Lazarillo de Tormes', pero este no es el verdadero problema. A ver: listos y pícaros hay en todos los sitios (España no es diferente), pero aquí tenemos una capacidad de perdón, conmiseración, entendimiento... enorme. Necesitamos sistemas reales, rápidos y permanentes para vigilar y castigar. Demostrando así que saltarse la cola de vacunación no sale gratis. Una vez más, algunos se irán de rositas y la única pena será la del telediario.

Además de una economía estable, necesitamos una nueva generación de políticos y resto de dirigentes que sean honestos y honrados, capaces de mostrar sus capacidades éticas y de gestión ante el país. Igual resulta que este artículo sí tiene relación con el experimento del instituto de Palo Alto y entre líneas usted encuentra a cara tapada a los auténticos verdugos de tantas muertes innecesarias.

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