Shakespeare en la Asamblea
APUNTES DESDE LA BASTILLA ·
Habría que preguntarse si merece la pena gobernar en este estado de vergüenza absoluta, si es necesario llevar al límite las instituciones públicasLos tiempos de vulgaridad solamente pueden producir actos vulgares. Pensábamos que la política era el arte de facilitar la vida a la gente, no de ... complicarla hasta la extenuación. Claro que para convertir estos años en heroicos harían falta hombres y mujeres capaces, en la máxima expresión del término. Personas que con sus actos engrandeciesen los días del pueblo al que sirven, y no entender la política como una burda manera de aumentar sus cuentas corrientes. Hoy en día cuesta trabajo no abochornarse cuando el ciudadano observa el devenir de la política murciana. Los temas de la 'res publica' parecen monopolizados por seres de escaso bagaje, incapaces de moverse por el bien común. Meros aficionados a las traiciones shakesperianas que tienen secuestrada la Asamblea Regional con su tacticismo de opereta.
Murcia es un campo de batalla de la mediocridad, presa de unos políticos cortoplacistas. Lo sucedido estos días es el enésimo capítulo de la desvergüenza. Pascual Salvador, único diputado de Vox que quedaba en la Asamblea, se ha pasado al grupo mixto, finiquitando el grupo parlamentario. La guerra contra Olona llega también a Cartagena. Acto seguido, Campuzano, consejera de Educación, ha repetido el movimiento, dinamitando una Asamblea que actualmente está gobernada por un partido en minoría y el apoyo de dos naufragios políticos, el de Vox y el de Ciudadanos.
Este movimiento ha sentenciado el último año de una legislatura salpicada por la ignominia. Esto sucede en todos los frentes. A la derecha, Vox se ha comportado como un partido caprichoso, sin ideal político, actuando más con el hígado que con la cabeza, corneando los problemas con una mezcla de inoperancia y agallas estúpidas. Gestionar a gritos y con el puñal en el bolsillo no es forma de encarnar los valores de la tradición y el patriotismo, como tantas veces se enorgullecen de ostentar. El partido ha demostrado estar repleto de oportunistas, hombres y mujeres que gestionan con la dialéctica del escupitajo de bar. Hoy en día Vox en Murcia es un partido carente de ideales y políticos que los defiendan, aunque sí votantes dispuestos a encumbrarlos, ya sea hasta el borde del precipicio.
El PP gobierna la Región, pero se las ve y se las desea para dominar la Asamblea. López Miras se comporta como ese ciervo que, cegado por las luces que se aproximan, está a punto de morir atropellado. Todo ello es fruto de un poder debilitado, que ha apostado siempre al caballo perdedor. Desde que él es presidente del PP en la Región, el partido no ha sido capaz de ganar ni una sola elección, ya sea en las nacionales o en la Asamblea, superado por Vox y los socialistas. El ciudadano tiene la impresión de que su Gobierno se rige por los hilos ocultos de la política más baja, esa que consigue acuerdos en las cafeterías, bajo capa, y no en los discursos y grandes gestos oratorios. Ganará las siguientes elecciones, como indican los últimos sondeos, pero más por inoperancia del resto de partidos que por sus propios méritos.
En medio de la Asamblea ha quedado Ciudadanos, como una isla deshabitada. Ya es un partido desaparecido, gracias al asalto al poder de Ana Martínez Vidal, cegada por su propio ego e incapaz de comprender que hacer negocios en la Asamblea no es ir al mercado a cambiar gallinas por huevos. Su traición al pacto de Gobierno con López Miras y su escasa visión ha condenado al partido al derrumbe electoral en todo el territorio nacional. Hoy su artífice debería sentir pudor ante cualquier opinión política y pedir disculpas a los miles de murcianos que confiamos en Ciudadanos como solución a una Región necesitada de cambios.
A la izquierda, el PSOE sigue su peregrinaje en el desierto, con candidatos políticamente muertos antes de pronunciar su primer discurso. Todo ello sumado a la innoble tarea de justificar políticas nacionales dañinas para la Región, como el guillotinazo presupuestario de Sánchez. Aún más a la izquierda el panorama es desolador. Podemos y Más País se comportan como esas tribus que luchan por un palmo de desierto, cada vez más faltos de ideas, con un lenguaje más alejado de la gente, a la que dicen representar. Sus políticas llevan la traición como síntoma genético. Lo mismo ocupan un cargo, se presentan a las elecciones con una marca, que dejan a las semanas el partido, fundan otro, para luego coquetear con una fusión electoral. La ciudadanía, por supuesto, los dejará en el lugar que merecen todos esos tacticismos baratos.
Habría que preguntarse si merece la pena gobernar en este estado de vergüenza absoluta, si es necesario llevar al límite las instituciones públicas. No debería sorprendernos el nivel tan alto de desafección ciudadana ante nuestros dirigentes. En la mayoría de los casos, el simple votante tiene la sospecha de que los actores políticos, lejos de las tragedias de Shakespeare, sin su terciopelo y verbo ágil, se verían en un serio aprieto sin su sueldo público. Como actores sin tablas a las que subirse.
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