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Sargento 'Wojtek'

NADA ES LO QUE PARECE ·

Es el único oso, que uno sepa, al que se le han erigido varias estatuas en distintas partes del mundo

Viernes, 26 de junio 2020, 01:28

Hace unos años, mi amigo José Manuel López de Abiada, catedrático de Literatura Española y ahora profesor emérito de la Universidad de Berna, me contó un hecho acaecido en su lugar de nacimiento, una pequeña aldea perdida entre las montañas de Cantabria. Cierta anciana, que caminaba muy cerca del bosque, tras escuchar un ruido de pasos tras ella, se dio la vuelta y observó, sin sorprenderse en exceso, la presencia de un oso pardo adulto a unos pocos metros de distancia. La buena y bien curtida mujer, sin duda acostumbrada a los sobresaltos propios de ese bosque animado, no tuvo mejor ocurrencia que detener sus pasos, echarse a un lado, y, con la típica amabilidad campesina, decirle al enorme plantígrado: «Pasa, hijo, pasa». El final de esta historia verdadera no pudo ser más feliz. El oso, que no supo el modo de agradecer el gesto, siguió su camino y la señora llegó a casa sana y salva, reservándose el suceso para contarlo algún día a sus nietos al amor de la lumbre en una noche fría del largo invierno.

El único oso, que uno sepa, al que se le han erigido varias estatuas en distintas partes del mundo –una en Ottawa, Canadá, otra en Edimburgo y las restantes en distintas ciudades de Polonia– se llamaba 'Wojtek', el diminutivo de Wojciech. Fue un oso pardo que, con apenas unos meses de vida, fue adoptado por un grupo de soldados polacos –huidos de los campos de concentración rusos, donde tuvieron que soportar temperaturas de hasta cincuenta grados bajo cero– que luchaban durante la II Guerra Mundial al lado del cuerpo del ejército británico. Se lo compraron, en las montañas de Irán, cuando aún era un cachorro, a un muchacho kurdo, que lo transportaba en un saco por donde asomaba el hocico, a cambio de unas golosinas, unas latas de carne y, sobre todo, una navaja suiza multiusos que fue lo que aceleró la suerte del negocio. El oso, que fue bautizado con el nombre de 'Wojtek', que en la lengua polaca viene a significar 'Alegría de la Guerra', se convirtió en un soldado más, en la mascota y en la diversión de unos jóvenes a los que la muerte iba pisándole los talones.

Cuando desde Egipto, en el puerto de Alejandría, tuvieron que embarcarse rumbo a Italia para participar en la famosa batalla de Monte Cassino, los mandos británicos se mostraron inflexibles: según las reglas, estaba terminantemente prohibido llevar animales a bordo, por lo que era preciso abandonar a su suerte al todavía joven 'Wojtek'. Al listo de turno, surgido de entre las tropas polacas, se le ocurrió alistar al oso en el ejército como un soldado más, con su fotografía y todos los papeles en regla, además de la asignación de un salario, lo que sirvió para ablandar la flema del delegado británico, que tiró de humor y le dio la bienvenida al animal con una palmadita en el hombro. 'Wojtek' participó activamente en la batalla de Monte Cassino, en donde los polacos se convirtieron en verdaderos héroes, transportando cajas de casi cien quilos repletas de armamento de un sitio a otro, hasta el punto de obtener, por méritos de guerra, el grado de sargento.

Acabado el conflicto, tras la victoria de los aliados, 'Wojtek' se trasladó, con el resto del cuerpo del ejército polaco, a Escocia. Allí desfiló, por las calles de Glasgow, erguido sobre sus patas traseras, orgulloso de su labor, feliz por su nuevo estatus. Su mejor amigo, Piotr Mackowiak, con el que acostumbraba a dormir la siesta, había decidido regresar a la Polonia comunista. El oso no tuvo más remedio que ser acogido en el zoológico de Winfield Park de Edimburgo en donde se convirtió en una atracción para sus visitantes.

Sus viejos compañeros de pelotón, a los que reconocía de inmediato por sus rostros y por las palabras que le dirigían en lengua polaca, iban a verlo de vez en cuando y le daban, a escondidas, lo que más le gustaba, cigarrillos y cerveza. Se cuenta que 'Wojtek', que murió por causas naturales en 1963, con poco más de veinte años, cuando un oso alcanza a vivir hasta los cuarenta, no estaba demasiado alegre en esos últimos años. Andaba triste y observaba una conducta depresiva. Medía más de uno ochenta y llegó a pesar doscientos kilos. Tras su muerte, se le tributaron honores de héroe de guerra.

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