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Urgente Un terremoto de 2,6 grados sacude Murcia y alarma a los vecinos

Los sanitarios echan una mano al turismo regional

Viernes, 15 de mayo 2020, 00:51

Cada región española tiene que afrontar el coronavirus, según le afecte, más o menos, primero a la salud de la población, y, después, conforme a sus características socioeconómicas. En el caso de Murcia, es obvio que el sector más damnificado será el turismo, localizado mayormente en el litoral. Mazarrón, Águilas y los municipios del Mar Menor (San Pedro del Pinatar, San Javier, Los Alcázares y Cartagena) sufrirán las consecuencias de la pandemia.

Habrá, pues, que andarse con los pies de plomo a la hora de hacer declaraciones relacionadas, directa o indirectamente, con esta zona y los veraneantes foráneos que piensen acudir al lugar, bien para ocupar sus propias viviendas o alquilar otras, o ser clientes hoteleros. Como es evidente, todo ello dependerá de la evolución de la pandemia en las siguientes semanas y del estado en que se encuentre la región, según determine el Ministerio de Sanidad.

Mientras tanto, será cuestión de ajustar los mensajes dirigidos desde aquí a todos aquellos que escojan Murcia como destino turístico. Es obvio que cada día cambian las circunstancias y no es fácil predecir cómo evolucionará la situación, aquí y en toda España. Pero, en todo caso, no creo que se deba proclamar, más de la cuenta, la cantinela de que Murcia debe ser un territorio cerrado, si las demás regiones se van librando, antes o después, del maldito virus.

Además, hay que poner también en el lado negativo de la balanza la situación creada, antes de esta inesperada amenaza, en el Mar Menor, con la contaminación de sus aguas, agravada por las sucesivas riadas en tan poco tiempo, sobre todo en Los Alcázares. Estas desgracias han llevado a la laguna y a sus habitantes costeros a un callejón sin salida, de consecuencias nefastas para ellos y sus respectivos ayuntamientos. Los mismos, que, hasta no hace mucho, eran catalogados como municipios prósperos y en crecimiento. Esta consideración se basaba en su riqueza agrícola y turística, sobre la que pende una grave amenaza. Lo cierto es que, actualmente, la una y la otra están en cuestión. La primera, por su indiscutible costo medioambiental, y la segunda, por el panorama ruinoso que se atisba.

Y, aunque los dos problemas son inseparables, y de ambos haya que ocuparse, lo más inmediato es hacerlo del turístico por los efectos de la pandemia. Por eso, aludía en esta reflexión a examinar con la debida presteza si es preferible dejar de lado el beneficio turístico y centrarse únicamente en el sanitario. La Región, afortunadamente, y gracias al buen hacer de sus trabajadores, está saliendo de la crisis sanitaria mejor parada que las demás peninsulares. Eso, además de ser provechoso de por sí, es algo que ayuda a pregonar las bondades de esta tierra del sureste español. Y, a mi juicio, este hecho respalda la intención de presumir, dentro de la desgracia general, de unos servicios sanitarios que han demostrado sobradamente su eficacia. Lo cual, hoy en día, conlleva una dosis de necesaria tranquilidad para quienes elijan Murcia como lugar relajante de la tensión acumulada en estos meses preveraniegos.

Así pues, creo que, mientras salimos, con todo cuidado, de este embrollo, convendría no cerrar puerta alguna, tanto a los paisanos visitantes como a quienes acuden de otras naciones. No voy a discutir el énfasis que se puso para evitar traslados en pasadas festividades, pero, actualmente, a un paso del principal periodo vacacional, sería inadecuado persistir en ese beneficioso aislamiento. Por el contrario, es ya el momento de cambiar las luces cortas por las largas, y sacar partido de lo que tanto está costando. Y, desde luego, mostrarse orgulloso por ello.

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