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Los Reyes son los padres

Seáis o no seáis niños o niñas, sacad vuestros zapatos a las ventanas la víspera del día 6

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Domingo, 3 de enero 2021, 09:03

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Comoquiera que no creo tener, entre mis lectores, niños y niñas a los que pueda turbar la ingenuidad del título de estas líneas, no me siento responsable al repetir que los Reyes son los padres. Pienso que cada uno de nosotros, y de nosotras, tiene su particular anécdota de cómo se enteró de que los regalos del fantástico día 6 de enero no los ponían unos monarcas llegados de Oriente, con sus correspondientes pajes que hacen el trabajo sucio de repartir la paquetería, sino que son los papás y las mamás que compran, en jornadas previas, juguetes, ropas, perfumes y golosinas que colocan con primor cerca de la ventana en donde, previamente, los infantes dejaron sus zapatitos. Se desvela así uno de los misterios más entrañables de la primera edad. Pocas ilusiones deja la niñez después de tan cruel como lógico desengaño.

El colegio suele ser el perverso centro de información, el lugar en el que críos y crías son bajados de la nube a la terrible realidad de las cosas. Siempre hay un compañero, o una compañera, que les dicen que los Reyes son los padres, y que si quieren pruebas que busquen entre los rincones de casa bultos ocultos o, sencillamente, que tengan un ojo abierto la noche de Reyes y verán sombras conocidas con extraños ruidos de apertura de bolsas y papeles. Los niños, y las niñas, se dividen entonces entre los que inquieren a sus seres queridos sobre tan trascendental tema, mostrando su indignación por haber sido engañados, o quienes prefieren no decir ni pío y mantener la mentira como si de una verdad se tratara. La vida misma.

Sin querer ponernos estupendos, la vida, en efecto, es una noche de Reyes en donde vivimos una gran mentira, en la que mientras unos protestan por ello, otros se callan por lo mismo. Unos y otros tendrán sus premios en forma de regalos, solo que unos lo harán con rencor y resentimiento, y otros, con tolerancia y natural realismo. Mire usted por dónde, el que los Reyes sean los padres nos coloca en el mundo de manera transversal. No hace falta ser de derechas o ser de izquierdas. O eres de los que se enfadan cuando se enteran de la verdad o de los que pasan de ello pues, al fin y al cabo, tienen el regalo prometido. ¡Qué más da que te lo traiga un tío barbado procedente de Oriente o que lo hayan comprado tus papás con todo el cariño del mundo!

Y qué más da que sea un mago de allá lejos o papá o mamá, o tu abuelo o abuela, o tu hermano o hermana, o tu tío o tía...

Lo cierto y verdad es que los Reyes Magos constituyen el primer gran negocio del año, el máximo exponente del consumismo nacional, con permiso de la propia Navidad, del 'Black Friday', del Día de los Enamorados o de las rebajas de verano e invierno. Si los Reyes vinieran de Oriente no harían la caja que hacen supermercados, jugueterías, confiterías y hasta las tiendas de los chinos. Una exageración. En ese sentido, es mucho más lógico que sean los padres quienes se gasten en regalos buena parte de su extra que los melchores, gaspares y baltasares que dice la tradición. ¿O no?

Claro que hay quienes, más que saber que los Reyes son los padres, son plenamente conscientes en sus carnes de que sus padres son también reyes. Me refiero, claro está, a las familias reales de todo el mundo, una minoría si se quiere. En España, para infortunio de la Corona, el padre del Rey es también rey, aunque sus actos no sean del agrado del hijo. Al menos, eso dejó entrever durante su discurso de Nochebuena, con evidente y loable mano izquierda, nunca mejor dicho. A nuestro Rey, su padre, el Rey emérito, que curiosamente está en Oriente, parece no querer verlo por aquí ni la noche del 5 de enero ni nunca. Aunque no le compre regalos de Reyes. Mejor que se quede allí, pensará, y no forme cabalgatas que llamen la atención. ¡Cómo dan las cosas vueltas!

Por eso, queridos lectores, seáis o no seáis niños o niñas, sacad vuestros zapatos a las ventanas la víspera del día 6, pues estoy absolutamente seguro de que algún regalo os van a dejar. Y qué más da que sea un mago de allá lejos o papá o mamá, o tu abuelo o abuela, o tu hermano o hermana, o tu tío o tía, o tu allegado o allegada. El caso es que alguien se acuerde de ti, aunque sea una noche al año. Una noche mágica.

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