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La revolución de los imbéciles

Cuando un dictador dice que representa la libertad está prostituyendo la palabra y, por tanto, desactivándola

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Sábado, 19 de septiembre 2020, 01:06

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Es probable que no conozca usted la teoría de 'La irrupción de la estulticia', pero no se sienta mal por ello, me la estoy inventando mientras escribo. Se basa en un hecho extraordinario y relevante, y es que, desde nuestro punto de vista, estamos rodeados de estultos, o imbéciles, por todas partes. Tal vez esto no sea un hecho nuevo, quizá los imbéciles nos hayan acompañado a lo largo de la historia, incluso es posible que para ellos seamos nosotros los imbéciles. Usted me dirá que es cierto, pero que ahora gritan todo el tiempo y yo le responderé que el imbécil suele ser gritón ya desde los tiempos en que pedían a gritos crucifixiones o lapidaciones.

Llegados a este punto, coincidiremos en que la teoría de 'La irrupción de la estulticia' no es más que la constatación de un hecho secular, pero hay algo nuevo en todos estos imbéciles y es que todos tienen voz pública, habiendo algunos desarrollado una impresionante potencia y acogida. La enumeración de casos solo sirve para delimitar el campo de trabajo, pero no viene mal recordar que el presidente de Estados Unidos recomendó beber desinfectantes similares a la lejía para matar el virus, debido a lo cual nos acercamos a los cien muertos por tan imbécil causa. También habría que citar a los miles de ciudadanos que se constituyeron en policías de balcón durante el confinamiento o a 'Médicos por la verdad' que negaban la existencia del virus aupando a Miguel Bosé, todo un rey en el campo que tratamos, y su teoría de que esto era una conspiración de Bill Gates, Soros, el 5G, los masones, los rojos, los extraterrestres... Ya no sé por dónde iba. Es lo que tiene ser el mejor en lo tuyo, que no todos entendemos el mensaje. Puede parecer divertido, pero los imbéciles votan, y eligen a un presidente que pide que beban lejía. En todo el mundo los imbéciles se van constituyendo en una mayoría invencible mientras escribo este artículo y esta floración de imbéciles es aprovechada por algo aterrador que, sin embargo, hemos dulcificado: el fascismo. En este punto tal vez los imbéciles seamos los que creemos no serlo y lo explicaré con la 'Teoría del desgaste de las palabras' que iré inventando también sobre la marcha. Es sencillo, usando mal las palabras las neutralizamos, eliminamos las aristas afiladas con las que cortan y los vértices con los que pinchan. Cuando un dictador dice que representa la libertad no solo se está meando en la idea de libertad, está prostituyendo la palabra y, por tanto, desactivándola. Luego llega la repetición a modo de farsa de esa secuencia despreciable. El resultado es una palabra que ya apenas significa nada. Nosotros hemos hecho lo mismo utilizándola mal.

Hace ya años publiqué un articulito aquí con el título 'Soy un fascista' en el que explicaba que ya todos éramos fascistas en boca de otros. En los años 80, 'fascista' era un término muy fuerte, se administraba su uso. Hoy, con todos escribiendo y publicando irreflexivamente en redes, lo que se nos ocurre para mendigar la aprobación de unos extraños que ni siquiera tienen por qué ser humanos, hemos provocado una inflación de términos fuertes y una deflación de sus significados, el contenido de las palabras cotiza a la baja. En ese mar nadan bien los verdaderos fascistas, como hicieron en los años 30 reclamando la libertad, la preeminencia de sus naciones sobre las otras, el miedo a la inmigración, el deseo de unas leyes más duras que se volvieron contra los que las habían votado. El fascismo necesita al imbécil para llegar a ser fascismo.

Hemos provocado una inflación de términos fuertes y una deflación de sus significados

Todo esto no es la descripción de un mundo teórico o de ideas. Usted ha visto, como yo, un país aterrorizado por si okupan la casa de alguien, pese a que el número de ocupaciones no registra una peligrosidad social relevante con respecto a otros fenómenos como el crimen machista. En la televisión las empresas de alarmas viven su año dorado mientras recientemente una mujer fue asesinada de un puñetazo en el pecho y otro degenerado mató a su hija, de cuatro años. La degolló para vengarse de su madre.

Usted está viendo colas en Jesús Abandonado que dan la vuelta a la manzana. Usted está viendo a niños dormir en el suelo en Moria y oyendo los gritos desesperados de madres y padres como usted porque no saben qué darle de comer a sus hijos. Usted está viendo cómo el sistema educativo español colapsa, cómo el sanitario pide ayuda a gritos, cómo las empresas cierran y miles de personas pasan a la cola aludida de Jesús Abandonado, que tan necesario es hoy. Si usted, viendo todo esto, sigue pensando que el gran problema es la okupación de 40 casas todos los días en un país de 45 millones de habitantes, tal vez deba reconsiderar el punto de vista desde el que ha leído este artículo.

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