Hoy se reúnen Feijóo y Sánchez
La crisis ucraniana, como la pandemia e incluso los retos de desastres naturales, obligan a pensar en gobiernos estables
Una derivada política de la guerra de Ucrania va a ser la tendencia, creciente, en los próximos meses a establecer políticas de Estado más fuertes ... entre los dos únicos partidos que pueden gobernar en España: los dos partidos de centro, el PP y el PSOE.
La crisis ucraniana, como la pandemia pasada e incluso los retos de desastres naturales (desde los puntuales como el 'volcán de La Palma', a los sistémicos como los del cambio climático), obligan a pensar en gobiernos estables no en 4 años sino en 10 o 12 como mínimo. Y la estabilidad la da compartir poder, sin tener que fiar la actividad política en conseguir titulares con los que arañar unos votos.
Además, la alternativa es mucho peor: gobiernos inestables, chantajeados constantemente por nacional-populismos de nación española (Vox), catalana (ERC y Junts) o vasca (Bildu..., el PNV juega en otra división), puestos en entredicho por poderes mediáticos con sus propias agendas ocultas (medios de comunicación que tanto han tenido que ver en la defenestración de Pablo Casado), o zigzagueantes por formaciones políticas adolescentes revolucionarias de salón (Podemos, sin ir más lejos). Frente a ello, la gran coalición es una opción que sería a considerar.
Un hecho a tener en cuenta: tanto en el PSOE como en el PP va a coexistir –como diría Leire Pajín– una constelación astral muy favorable a esta posibilidad: tanto Pedro Sánchez como Alberto Núñez Feijóo son personas de mente fría y racional, maquiavélicos, con inteligencia sagaz y –en muchos aspectos– más interesantes que los partidos a los que representan.
La decisión de los populares. A Núñez Feijóo le conocemos como presidente de una autonomía, pero no como líder de la oposición. Y no es lo mismo.
Ser presidente de autonomía tiene muchas ventajas: ser responsable de inversiones y echar la culpa al Gobierno central de los impuestos; inaugurar mucho (desde centros de salud, a colegios, polideportivos, carreteras...); controlar y gestionar la publicidad institucional... Muchas ventajas siempre ha tenido ser el virrey y no el rey.
Pero ahora viene la prueba del algodón para Núñez Feijóo, y no ha empezado bien. No ha empezado bien porque –hasta ahora– ha intentado ponerse de lado en su actitud frente a Vox. A ver, yendo a la pregunta clara: ¿Abascal puede ser vicepresidente de un Gobierno de España presidido por Núñez Feijóo, igual que Castilla y León va a tener un vicepresidente ultraderechista? Sí o no, porque esta es la pregunta que se va a dirimir en las próximas elecciones nacionales si los números de PP y Vox dan para gobernar.
Nos tememos que Núñez Feijóo al final puede representar el prototipo de buen gallego que todos tenemos en mente: ese que si te lo encuentras en una escalera no sabes si sube, si baja, si vive en la escalera o si, simplemente, está de cuerpo presente. Curiosamente, España ha tenido en el último siglo muchos dirigentes y líderes políticos gallegos. No queremos comparar, pero es que ciertos políticos relevantes españoles nada de izquierdas nacieron en Galicia. Prescindiendo de Franco (que, no lo olvidemos, gracias a que nunca 'se metió en política' tuvo el poder absoluto en España durante 40 años), tenemos a Fraga y a Rajoy. ¿Qué une a Fraga, Rajoy y Núñez Feijóo? Algo más peligroso de lo que parece: sus formas pueden ser más o menos educadas, pero todos tienen un sentido acaparador y muy fino del poder, tan fino que son capaces de permanecer décadas en el tiempo sin que los demás nos demos cuenta de que 'cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí'. Veremos qué pasa en los próximos meses y si, al final, Núñez Feijóo es menos gallego de lo que parece (ojalá...).
El dilema de Podemos. Podemos tiene un dilema: o se convierte en un partido socialdemócrata de izquierdas (el partido socialdemócrata de centro ya es el PSOE) abandonando retóricas sesentayocheras, abrazando los postulados verdes, ecologistas y de desarrollo sostenible como su plan de acción (algo que ya está haciendo Iñigo Errejón), o sigue siendo un partido incoherente contra el sistema, pero instalado en el sistema con sus ministros y ministras. Quizás porque está en ese proceso hay que darle el tiempo de legislatura que falta (unos 18 meses) para que tome una decisión final. En este sentido, Yolanda Diaz creemos que sí sabe lo que quiere y qué puede aportar al proceso de transformación hacia una izquierda verde, solidaria, universalista y defensora de los derechos y libertades individuales y sociales.
Las bases de Vox. La mayoría de los votantes de Vox son antiguos electores y afiliados del PP cansados de un partido incapaz de trasladar un mensaje nítido sobre para qué quieren gobernar. ¿Conseguirá Feijóo que vuelvan a casa por Navidad?
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