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Viva el Rey

PRIMERO DE DERECHO ·

En nuestro país acusamos en especial la incapacidad de forjar consensos para adoptar políticas de Estado

Domingo, 18 de octubre 2020, 12:53

La Corona se ha situado en las últimas semanas en el centro del debate político y, al tiempo que se han visto duras acusaciones contra el Rey en boca incluso de miembros del Gobierno, han sido también muchas las voces que han salido en su defensa. Entre las más llamativas, destaca un vídeo promovido por Libres e Iguales con más de un centenar de voces entonando un ¡Viva el Rey! Sin embargo, no tengo claro que sea esta la mejor forma de defender al Rey, ni a la propia Constitución.

Mostrar una variedad de personas con distintas ideologías y posición social que manifiestan su adhesión tanto al Rey como a la Constitución puede tener el efecto positivo de evidenciar que son un patrimonio común. Pero, al final, se limita a una apelación emocional, más que racional. Y, en lo pasional, los populismos saben jugar mejor. Amén de que el argumento de autoridad que aportan algunas voces de personas de reconocido prestigio queda en cierto modo enturbiado al compartir cartel con variedades de papel cuché y con políticos que poco están aportando a la regeneración de nuestra democracia.

El único argumento racional que aparece salteadamente es que para defender la Constitución de 1978 se debe defender al Rey. Bastante razón hay: el Rey tiene un potente poder simbólico, encarna el Estado, su permanencia e historia, y se ha mostrado firmemente comprometido con sus valores e instituciones democráticas. Pero es el eslabón débil. Y quienes quieren que caiga el régimen del 78 se han dado cuenta.

El problema es que para defender al Rey o a la Constitución no basta con identificar a sus enemigos, como viene ocurriendo con la contraposición entre constitucionalista y no. Al contrario, tales dicotomías emocionales alimentan a quienes tratan de presentarlas como instituciones 'de parte'. Pero, sobre todo, no se desciende a la causa real que debe preocuparnos: ¿por qué están creciendo discursos populistas que de manera más o menos taimada buscan derribar el actual orden constitucional?

Nuestro país –quizá el mundo– está viviendo un momento de disrupción política. La democracia no supone un fin en sí misma, sino que es el medio que hemos encontrado para lograr un gobierno de ciudadanos libres e iguales. Pero cuando nuestras instituciones democráticas no son capaces de dar las respuestas adecuadas para garantizar precisamente esa libertad e igualdad entonces el edificio se tambalea. Desde hace años, observamos factores desestabilizadores: la partitocracia que ha comportado una profunda degeneración de las instituciones, colonizadas por los partidos para satisfacer sus intereses y los de las élites que les rodean; la crisis económica que comenzó en 2008 con el 'crack' financiero y que ha minado la cohesión social; la globalización y los poderes privados mundiales, tecnológicos y financieros, ante los que el Estado se queda pequeño; o las pulsiones nacionalistas. Y están por ver las consecuencias socioeconómicas y políticas de esta pandemia.

En este contexto, la respuesta de los partidos por así llamarlos 'tradicionales' ha dejado que desear. En nuestro país acusamos en especial la incapacidad de forjar consensos para adoptar políticas de Estado y nos dolemos al observar la degradación de la política y su contaminación al resto de instituciones. Lo cual abrió la puerta a 'nuevos' planteamientos. Unos fracasaron en su intento reformista y otros todavía esperan la quiebra de lo viejo, pero son incapaces de construir una alternativa. Y, seguramente, esta se levantaría sobre unos pilares mucho más endebles cuando no claramente defectuosos. Nada nuevo bajo el sol.

Por ello, la defensa del Rey y de nuestra Constitución pasa primero y principalmente por comprometerse fielmente con el buen funcionamiento de nuestras instituciones. Por supuesto que hay que criticar si en algún momento el Gobierno o cualquier institución desmerece o usa partidistamente al Rey, como Jefe del Estado, pero sobre todo lo que hay es que ocuparse de que nuestra democracia funcione adecuadamente para que los ciudadanos recuperen la confianza. Aquí no vale el 'y tú peor'. Si la respuesta constitucionalista sigue el patrón de la populista y no es capaz de cambiar el discurso y la práctica política, entonces «la Constitución será vencida», como sentenciara Galdós en uno de sus 'Episodios Nacionales' al describir los enfrentamientos entre liberales y absolutistas. Una vez que corre la sangre o que se desciende al lodazal populista, da igual que ganen unos u otros, la víctima segura será la Constitución y sus ideales de integración política en un orden democrático vigoroso.

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