Desolación política
PRIMERO DE DERECHO ·
Debemos huir del simplismo populista y hacer un esfuerzo por recuperar la confianza en nuestras institucionesFracasó la moción de censura y, por segunda vez en esta legislatura, no ha sido posible consolidar un nuevo proyecto político para la Región. No ... lo fue hace dos años, cuando, a pesar de que el PSOE había ganado las elecciones en Murcia, Albert Rivera fijó el rumbo de Cs situando al PP como socio exclusivo; y no lo ha sido ahora por el transfuguismo en el seno de Cs.
Ciertamente, hubo carencias al forjar la moción, contra un socio de Gobierno, por justificadas que estuvieran las tachas a realizarle, y con una dosis de imposición partidista. Pero, al mismo tiempo, habiendo sido impulsada por una mayoría absoluta de parlamentarios, ofrecía una oportunidad para lanzar un proyecto político sólido en este grave momento de crisis que podría haber dado vitalidad a la Región. El resultado, sin embargo, ha sido desolador ante el mercadeo de votos. De ahí que, en lugar de haber aceptado cargos, una salida medianamente honrosa para quienes cambiaron el sentido de su voto habría sido su dimisión.
Además, esta moción deja en la Región un panorama político altamente inestable. Aunque los firmantes no podrán reiterarla en el plazo de un año, la supervivencia del Gobierno de López Miras ha quedado duramente cuestionada por esta moción dada la precariedad de la mayoría parlamentaria que lo sostiene. Lo cual, entre otros proyectos, dificulta la aprobación de los presupuestos. Si la oposición, ahora con Cs, se mantiene unida, el PP necesitará del apoyo de Vox y de los diputados expulsados de Cs y de Vox para tener mayoría. No obstante lo cual, si la situación política se hiciera insostenible, el presidente López Miras dispone de la facultad para convocar elecciones anticipadas. Eso sí, salvo que lograra que se reformara antes la limitación del mandato del presidente, él ya no podría volver a ser elegido al haber ostentado el cargo durante dos mandatos.
Más allá, el fracaso de esta moción de censura debe hacernos reflexionar. Por un lado, a nivel jurídico-constitucional, nuestro actual modelo parlamentario está tomando características que reúnen lo peor del parlamentarismo asambleario de finales del XIX e inicios del XX: un Parlamento fragmentado que genera inestabilidad y cada vez más alejado de los problemas de la ciudadanía; y lo peor de su corrección tras la II Guerra Mundial como parlamentarismo de 'canciller' en una deriva presidencialista que atribuye al líder poderes cada vez mayores, quien apela directamente al pueblo con débiles contrapesos institucionales. Adicionalmente, la crisis vivida en Murcia invita a repensar la posición de los diputados individuales. Planteo dos alternativas: la primera sería consolidar lo que es una realidad –el predominio del partido sobre el diputado–. Y es que, mientras el sistema electoral lleve a que los ciudadanos votemos más al partido que a nuestros representantes, habría que plantearse endurecer mediante reformas legales las medidas antitransfuguismo para condenar al ostracismo político a quienes lo practiquen. La segunda, que implicaría un cambio radical, llevaría a limitar el peso de los partidos en nuestra democracia. Para ello habría que reformar en profundidad el sistema electoral e institucional para reforzar la figura del parlamentario individual, conectándolo de forma más directa con sus electores. Esta última, aunque más atrevida, presenta un indudable atractivo.
Por otro lado, a nivel político, son evidentes las dificultades para reflotar el proyecto regeneracionista que encarnó Cs, lo que probablemente termine por reforzar la polarización política, con el riesgo de que sea capitalizada por populismos. Acertarán en las críticas, demonizarán las instituciones, llamarán a salir a las calles enardeciendo a un pueblo cansado del que se erigirán en portavoces. Pero sus propuestas me aventuro a adelantar que serán un fracaso que solo comportará una mayor degradación del orden político. Lo cual me lleva a mirar con envidia al actual Gobierno italiano, aunque no santifique la idea de los gobiernos técnicos. Nuestros vecinos itálicos tocaron fondo con Berlusconi, vivieron periodos turbulentos, pero han sido capaces de forjar una mayoría parlamentaria en torno a una figura de prestigio con un proyecto político para el país.
Sea como fuere, debemos huir del simplismo populista y hacer un esfuerzo por recuperar la confianza en nuestras instituciones. Para ello sería importante que tantas personas de valía, ejemplares en su vida profesional y familiar y que demuestran su compromiso público en tantas otras dimensiones al margen de la estrictamente política, comprendan que, por muy decadente que la política se muestre, su revitalización resulta fundamental para el futuro de nuestro país.
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