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¿Aprobado patriótico?

El curso 2020-2021 tendría que ser algo más largo por delante y por detrás

Miércoles, 15 de abril 2020, 20:29

En una reciente entrevista difundida por YouTube a un prestigioso médico coreano, este explicaba con rigor lo que sabemos del virus y apuntaba ideas sobre por qué han reaccionado mejor determinadas democracias asiáticas que los países europeos (apuntaba razones culturales –como el normal uso de mascarillas–, pero sobre todo el haber afrontado varias epidemias en las ultimas décadas, les ha enseñado la importancia de la prevención). Además, en lo que ahora interesa, se le preguntaba a este médico cómo podía verse afectado en Corea el desarrollo del curso escolar. El sentido de su respuesta era claro y contundente: para los coreanos la educación es muy importante. Tanto que, aun en esta compleja situación, aunque cerraran las escuelas, los niños seguirían estudiando y las academias funcionarían.

En España el debate sobre cómo gestionar el fin de curso está ya abierto y se da por seguro que no volveremos a las clases o se hará por unas pocas semanas. Ante esta decisión no hay ninguna respuesta «óptima» y será necesario ponderar los distintos bienes en juego para tomar la decisión menos mala. Tres podrían ser las alternativas.

La primera, que parece que es la que se va a seguir en Italia para los colegios, sería algo así como un 'aprobado patriótico': que todos pasen curso y ya a finales de julio o en septiembre se dé un repasillo a lo que se ha dejado de impartir. Algo así se está también barajando en España. Esta opción, a mi entender, habría que descartarla porque sacrifica desproporcionadamente el ideal educativo. Deja sin impartir (o mal impartidos) determinados contenidos que, como consecuencia, ni siquiera serán evaluados.

La segunda opción, menos gravosa, es la que se está poniendo en práctica en el ámbito universitario: tratar de salvar el curso improvisando una docencia virtual. Se dan materiales a los alumnos, se hacen tutorías y videoconferencias y se buscarán fórmulas lo más garantistas posibles para examinar. A esta vía creo que cabe oponerle dos objeciones. La primera, quizá salvable, es que habrá alumnos que pueden tener dificultades para seguir con una mínima normalidad el curso. Ya sea por causas 'psicológicas', aunque es cierto que, salvo casos muy excepcionales, una buena enseñanza moral para nuestros alumnos podría ser inculcar la fortaleza, el esfuerzo y la disciplina en momentos adversos. Como también porque hay personas con dificultades materiales, como la falta de ordenador, algo más complejas de resolver a corto plazo.

Pero hay una segunda objeción que me parece más importante si cabe. Esta vía aspira a 'parchear' el cuatrimestre. Con esfuerzo de profesores y alumnos podrán salvarse los muebles dando una aparente imagen de normalidad. Si bien, por mucha voluntad que se ponga, habremos dejado por el camino calidad en la formación y rigor en la evaluación. Aunque es verdad que lo limitado en el tiempo puede ayudar a mitigar daños. El problema es que algunos, y entre ellos el ministro, parecen haber visto en este parche el paradigma que confirma lo que ciertas doctrinas pedagógicas vienen postulando desde hace tiempo: la conversión de la docencia en un juego con revestimiento tecnológico y muchas maquinitas. Lo llaman «gamificar». Se diluye la importancia de impartir conocimientos y de despertar el pensamiento crítico difuminados en un mar de nuevas competencias. Se piensa que grabar un vídeo haciendo una 'flipped clasroom' puede sustituir una buena clase, donde el profesor seduce intelectualmente a sus alumnos, que participan y discuten. Se olvida, al final, la riqueza de la inmediación en esa particular relación profesor-alumno. Las nuevas tecnologías son una ayuda, pero serán nocivas si se convierten en un fin revolucionario.

Es por ello que, si finalmente la salida a esta crisis pasa por esta vía, debe hacerse consciente del sacrificio que comporta, que se trata de un parche solo justificable por lo limitado en el tiempo y por lo excepcional de las circunstancias. Y que, en todo caso, debería acompañarse de alguna medida para quienes no puedan seguir ahora el curso con normalidad, como una convocatoria de gracia en septiembre o matrículas gratuitas para el curso próximo.

Por último, aunque se haya hablado menos de ella, podría haber una tercera vía que, a mi entender, sería la más adecuada si, como el médico coreano, los españoles asumiéramos que la educación es una prioridad. Es la misma que parece que va a adoptar el mundo del fútbol: suspender ahora el curso, si bien los profesores podríamos dar materiales para seguir 'entrenando' y podríamos aprovechar para hacer actividades complementarias para las que normalmente no hay tiempo; y a mediados de agosto retomarlo para impartirlo con normalidad. El curso 2020-2021 tendría que ser algo más largo por delante y por detrás.

Por el bien de las futuras generaciones espero que nuestras autoridades acierten, porque si hay algo seguro es que su buena formación y una auténtica cultura del esfuerzo son la clave para el progreso. Como nos enseñara nuestro querido Quijote: «Bien podrán los encantadores quitarme la ventura; pero el esfuerzo y el ánimo será imposible».

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