La posverdad en tiempos del coronavirus
TRIBUNA ·
En una situación tan excepcional como esta, los medios de comunicación devienen absolutamente esenciales, son nuestro cordón umbilical con el mundoHace unos meses escribí un artículo en este mismo periódico donde enlazaba las teorías del maestro Ortega y Gasset sobre «la rebelión de las masas» y cómo treinta años después fue Marshall Macluhan quien nos habló de la «aldea global» y de que «el medio era el mensaje», afirmando que la cultura audiovisual nos iba a dominar individual y colectivamente. Poco después, Guy Debord ya teorizaba sobre «la sociedad del espectáculo», entendiendo por espectáculo los valores representados por los medios de comunicación, de modo que nos sugieren la creencia de una realidad artificial como si fuese nuestro medio natural. Más recientemente, Vargas Llosa, en su libro 'La civilización del espectáculo', nos habla en el campo específico de la información de la proliferación del periodismo irresponsable, de las 'fake news' y el campo abonado para la posverdad.
Asistimos, lamentablemente, estos días a la mayor pandemia producida en el mundo desde la mal llamada 'gripe española' en 1918. Medio mundo asiste confinado a la incertidumbre de la Covid-19 desde su desconocimiento, ansiando que la comunidad científica cuanto antes pueda alumbrar un remedio en modo tratamiento y ojalá en modo vacuna.
Toda la población confinada en casa espera las horas de los diferentes noticiarios para informarse de cuánto durará el estado de alarma, para saber qué podemos hacer y qué no debemos hacer; para saber cómo evoluciona la curva; para conocer si los infectados hoy son menos que ayer; para, en definitiva, intentar obtener información veraz de dónde nos encontramos y cómo y cuándo nuestra vida podrá volver a normalizarse, en el supuesto de que ello sea posible.
Parece obvio que en estas excepcionales circunstancias cobran un papel especial los medios de comunicación. Si en nuestro día a día son ya importantes, en una situación tan excepcional como esta los medios de comunicación devienen absolutamente esenciales, son nuestro cordón umbilical con el mundo. Se ha paralizado casi toda actividad económica y encerrados en casa, a través de móvil, tablet, ordenador, radio o televisión, ansiamos conocer qué va a ser de nosotros. Si podremos salir o no y cuándo, si debemos usar o no mascarilla, si tomamos paracetamol o si se puede hacer la compra y cuándo... En definitiva, nos informan de todo lo que nos es esencial en estas nuevas circunstancias. Por ello, si en circunstancias normales a los medios les es exigible la veracidad de su información, en estos momentos excepcionales su comportamiento debería ser excepcionalmente veraz, sencillamente por el bien de todos.
No estamos hablando de unas informaciones que favorezcan o perjudiquen a un partido político, o a una empresa del Ibex 35, o que ponderen o no una ideología feminista, por decir algo, estamos hablando de informaciones que afectan a lo lo más esencial del ser humano, que es la vida de las personas. A la hora que escribo este artículo son más de 60.000 muertos en todo el mundo y de ellos casi 12.000 en España, y lamentablemente sin tener controlada la dichosa curva, con lo que esas cifras, desgraciadamente, seguirán creciendo en sus guarismos.
Pues bien, en estas circunstancias hemos sido informados, en ruedas de prensa desde la misma Moncloa, de que los casos en España serían pocos para al día de hoy ser el país líder en el mundo; se nos ha dicho que la mascarilla no debía usarse salvo en el caso de estar infectado para a continuación ver al mismísimo presidente del Gobierno visitar una empresa de respiradores con ella puesta. Las mismas estadísticas sobre el coronavirus no parecen tener el mismo patrón en cada país de la Unión Europea y ni tan siquiera dentro de la propia España. Los sacerdotes y empresas funerarias las cuestionan públicamente.
En definitiva, no parece que la gestión de la crisis transmita confianza a la ciudadanía en modo alguno. Las redes sociales echan humo de críticas y seguro de 'fake news'. Los distintos boletines oficiales de los diferentes gobiernos publican estos días normas y anuncios que, en condiciones llamémosle normales, serían crítica abierta de los medios con portadas a cinco columnas y con artículos de opinión al respecto, sin que nada se diga ni nada se critique. Hemos asistido, bueno o hemos omitido, a cómo el Gobierno ha subvencionado a las televisiones privadas, precisamente en este momento, con la cifra nada desdeñable de quince millones de euros, sin que ningún medio, prácticamente, informe de ello.
El presidente del Gobierno, so pretexto de informar a la población, lo cual por otra parte es su obligación, aparece en televisión una y otra vez con comparecencias que en las redes ya son conocidas como 'Aló Presidente', de no menos de una hora de duración, para comunicar por ejemplo que el estado de alarma se prorroga otros quince días, algo que se tarda en decir menos de un minuto. Ruedas de prensa donde las preguntas de los distintos medios son 'filtradas' por el secretario de Estado de Comunicación, siendo este el único país de Europa donde ello sucede y que ha dado lugar a un comunicado firmado por más de 400 periodistas criticando el recorte de la libertad de prensa que ello supone y que ha motivado ya que alguno de los principales medios de comunicación de este país haya declinado asistir virtualmente a ese remedo de ruedas de prensa. La Moncloa se ha visto obligada finalmente a rectificar y a admitir ruedas de prensa por videoconferencia.
Parece evidente que en una situación excepcional, son exigibles comportamientos excepcionales, como los que nuestros sanitarios, transportistas, reponedores, cajeras y tanta y tanta buena gente está teniendo. Por ello, en este momento en el que los autónomos de este país siguen pagando sus cuotas sin tener ingreso alguno, o el conjunto de la ciudadanía este o no en ERTE sigue pagando sus impuestos religiosamente, los medios de comunicación, hoy más que nunca, deben tener un comportamiento valiente, veraz, crítico y comprometido con los valores constitucionales.
Anoche, sin ir más lejos, el telediario de una de las principales televisiones privadas del país rememoraba los Pactos de La Moncloa como modelo a imitar en estas circunstancias. Sea por mis años de experiencia, o sea por mi intuición, comenté con mi mujer: «Verás como esto sale de Moncloa». Hoy, esa misma televisión en las noticias de las tres, otras no, retransmitía la comparecencia de más de una hora del presidente donde este invocaba los Pactos de La Moncloa como modelo de concordia a seguir, después de más de diez días tomando decisiones sin hablar con ningún partido político, para a continuación. La primera pregunta de su secretario de Estado de Comunicación era si contemplaba un acuerdo similar al de los Pactos de La Moncloa, a lo que respondió rotundamente con un sí. Ni que decir tiene que esa televisión es una de las beneficiarias de la generosa subvención del Gobierno.
Sin duda alguna, no es esto lo que se merecen los españoles en estas circunstancias, en modo alguno. Pase que, por nuestra propia voluntad, más los legítimos acuerdos posteriores, no tengamos el mejor Gobierno para estas circunstancias, pero sería deseable al menos que los medios de comunicación obrasen, con libertad e independencia, mirando a la cara a las personas y no tanto a la cuenta de resultados. Las cuentas de resultados en estos momentos son desfavorables para todos, grandes empresas, medianas empresas, autónomos. De lo que estamos hablando es de nuestras propias vidas y de nuestra libertad. Los medios de comunicación, ahora más que nunca, pueden aportar su grano de arena, como lo están realizando nuestro personal sanitario y tantas y tantas buenas gentes de este gran país llamado España. Humildemente espero que no nos decepcionéis.