Perrear por la Internacional
ESPEJISMOS ·
Hacerse voluntario de una ONG o salir de cañas son actos de libertad en la misma medida, pero ya sabemos a cuál de los dos se refieren las derechasUn arma discursiva de las derechas, más vieja que el hilo negro, pero que siempre funciona, consiste en desacreditar a voces de izquierda por su « ... superioridad moral», para a continuación exponer la hipocresía de esos profesionales de la regañina, que no siempre se aplican lo que predican. ¿Os suena? Claro que sí. Y si funciona es por un buen motivo: a nadie le gusta un sermón. Y todos tenemos un amigo que no para de dar la brasa con la sostenibilidad y el medio ambiente pero que luego, a la que pilla unos días de vacaciones, coge cuatro vuelos.
Así, el 'progre' es todo teoría y todo indignación, pero no es capaz de conectar con su lado disfrutón. Un izquierdista es 100% superego, por decirlo en términos freudianos, pero cero ello. Mí no perrear, digamos. O sí, pero de tapadillo, con culpabilidad y en contradicción con lo que se predica. Para mandarlos a terapia, vaya.
Por supuesto, todo esto le está cayendo encima, en cantidades industriales, al ministro de Consumo estos días. Garzón, una persona de natural sosainas al frente del Ministerio más sosainas (Consumo solo emite recomendaciones, que a su vez son tan sosainas como aquello de la pirámide alimentaria de 2° ESO), tiene sin embargo un superpoder. Cada vez que abre la boca (para leer en voz alta el prospecto del Gelocatil, por ejemplo), consigue que las derechas entiendan que está declarando la abolición del Estado y la propiedad privada: el 'efecto Alberto' ya ha puesto a cientos de políticos conservadores a salir en tromba en defensa del catálogo completo de la comida basura, debates que creíamos superados y que están haciendo llorar ahora mismo a tu profe de Nutrición del 'insti'.
Viendo cómo le dan candela a Garzón –ese Simón del desierto, ese hipócrita que una vez comió solomillo– en todas las tertulias me pregunto por qué no se pone de moda la caricatura contraria: personas que son 100% ello pero 0% superego. Nada pensar, todo perrear, digamos. Gente a la que se la pela la humanidad, el planeta y hasta los bebés de foca, conduciendo su todoterreno de gama baja para ir de casa al bar, comprando todo tipo de mierdas innecesarias por Amazon y mezclando el plástico con el cristal. Comiendo hamburguesas de macrogranja y bollería industrial todos los días. Puestos a retratar, por qué no jugamos todos.
La palabra 'libertad', ese nuevo fetiche de las derechas, hace referencia en realidad a este juego freudiano, a esta tensión entre principios y deseos. Hacerse voluntario de una ONG o salir de cañas son actos de libertad en la misma medida, pero ya sabemos a cuál de los dos se refieren las derechas. 'Libertad' entendida como 'darse el gusto'. La política de la 'gosadera'. Esta asimetría contrasta vivamente con el liberalismo clásico, de corte humanista, que entendía la libertad como la condición de actos nobles. El neoliberalismo, por contra, es nihilista. Ni nobleza ni hostias. Todo el mundo a producir y perrear, digo consumir. De perdidos al río. Tú no te preguntes ni su calidad, ni cómo se produce, ni qué impacto negativo tiene sobre tu país. Abre la boca y 'pa' dentro. 'No future'.
Pues sí. Estaría bien que las caricaturas cambiaran de bando. Que fuera hortera comportarse como un zombi consumidor con una huella ecológica más grande que la de un dinosaurio de Teruel. Que enseñar por ahí una nómina obscena –la del marido de Shakira, por ejemplo– quedase peor que mandar fotopollas. Pero sobre todo estaría bien que los progres aprendieran a perrear. Que recuperasen la iniciativa en esta guerra cultural que van perdiendo por goleada.
No hay buena vida sin recolectar nuestros ideales y nuestras caderas de cemento. Sí, ir en bici es sostenible y saludable y ahorra chopocientos kilos de CO2, pero vamos a centrarnos también un poco en cómo aumenta eso tu follabilidad. El placer –sí, placer– de reducir jornada y ganar tiempo para pasear, leer o convivir, aunque tengas que quedarte más cerca en vacaciones. Lo buenísimas que están las hortalizas de nuestra Huerta cuando dejas de percibirlas como comida de cuaresma. El subidón de encontrar una prenda tirada de precio que te está perfecta en alguna tienda de segunda mano. Lo que te ríes, y la gente sexy y maravillosa que conoces, en cualquier colectivo de barrio. Que sí, que ya, que el sentido de todas esas cosas es otro y avanzar hacia una sociedad mejor y la corresponsabilidad y blablablá, pero cállese un momento, señor ministro. Bájese del púlpito. Libere los glúteos. Hasta el suelo le quiero ver perreando ahora mismo. Hágalo por la Internacional, aunque sea.
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