Perrear con el enemigo
ESPEJISMOS ·
'Motomami' hace guay el castellano, le pone el turbo y lo lanza a rodar por el mundoSí, yo también me he rendido a 'Motomami'. Lo he escuchado –y bailado– muchas más veces de las que el decoro recomienda para un padre ... de familia cuarentón, cishetero, cadera-de-cemento y filólogo. Gozándolo además. Y complementando el perreo con otro de los placeres de los discos de Rosalía: las críticas desaforadas. Como pasó con 'El mal querer' (no así con 'Los ángeles', que se quedó en flamenquito payo con producción hípster y no torció tantos culos), juntaletras de toda clase y condición –entre los que me incluyo– devienen instantáneos rosaliólogos y publican encendidas apologías sobre –o destrozan con un placer satánico– cada nuevo disco de la catalana. Que por cierto ha alcanzado el número uno en la lista mundial de Spotify y sigue siendo el mejor disco de 2022 para la crítica especializada según el portal Metacritic. Primer músico español en conseguirlo, flipa.
De entre la riada de reseñas no me resisto a recomendar cuatro: las de Sebas E. Alonso, Mónica Zas, Alberto Torres Blandina y Héctor G. Barnés. Basta hojearlas (es un decir, están todas en medios digitales) para darse cuenta de la amplitud del aparato crítico rosaliano, que no duda en tirar de Bourdieu, de Butler, de Fisher y hasta de Willy Colón desde el primer párrafo. A la altura del segundo ya aparecen las conexiones entre 'La combi Versace' y la 'Crítica de la razón pura' de Kant, y puede que alguien esté comparando un fotograma del videoclip de 'Hentai' con el cine de Ingmar Bergman y el videoarte de Bill Viola. Es delicioso. Reguetón conceptual. En teoría, se podría hacer con cualquier disco, pero en la práctica nadie saca este tipo de artillería cultural para hablar del último de Álex Ubago. Es un indicador de grandeza. Mucha.
Me apunto a los superlativos: un álbum que no solo es adictivo, no solo capaz de poner a cuatro patas a un inspector de Hacienda, no solo una producción estratosférica, un sonido del futuro, un cóctel supervaliente de estilos diversos (flamenco, bachata, punk, reguetón, bolero) que encajan como un milagro, no solo un tapiz de todo lo que mola. También –pongo monóculo– una síntesis perfecta de las variedades orales más 'cool', mestizas y callejeras de nuestro idioma, que se deconstruye en estos temas de una forma casi Dadá –quito monóculo–. 'Motomami' hace guay el castellano, le pone el turbo y lo lanza a rodar por el mundo. Y sin apoyo ninguno de Toni Cantó.
Permitidme que introduzca ahora –alerta herejía– algún inesperado pero. Porque lo hay. El 'leitmotiv' del disco, a la sazón las penurias e inseguridades que acarrea la fama, está más visto que el hilo negro. Los géneros tienen sus límites y sus clichés, y los de las músicas latinas y urbanas de las que bebe Rosalía traen al álbum elementos que cansinean. Dios esto, Dios lo otro, todo el rato. Autoafirmación constante y no solicitada: que sí cari, que ya sabemos que eres oro molío. Nada te puede parar (y además de verdad). Capitalismo afectivo en todas sus formas: «Tú eres el que pimpea o te pimpean a ti, yo elegí mi lado desde el día en que nací». Consumismo sin tubo de escape: Fendi diamantes Moschino oro Kawasaki etecé etecé. Trazas de machismo también, ojo. A Rosalía, que en 'Bulería' se atreve a meter un chándal de Versace, un vocoder y un filtro pitufo en un palo flamenco, no le llega la osadía como para introducir alguna crítica de clase o de género en el rancio imaginario de la música de baile global.
Si esto fuera Twitter, a estas alturas yo ya me tendría que haber puesto el candadito: los tres primeros párrafos habrían atraído a hordas de 'haters' de la Rosalía dispuestos a desollarme vivo; el cuarto, y esto duele más aún, a sus fans. ¡Pero yo también soy fan! Da igual: a la primera pega, garrote vil. A quién se le ocurre sacar la ideología. La ideología es algo feo, embarazoso, desagradable que solo tienen los que no piensan como tú ni les gusta la misma música. Rollo pajas, vigas y ojos. Pero no es así, claro. Parafraseando a Clint Eastwood, las ideologías son como los culos: todo el mundo tiene una. Hacer como si no existiera, o fijarse solo en la de quien no opina como tú no va a hacer que desaparezca. Y si esto es válido para el debate público sobre un disco de música pop, o la yoya que le encajó Will Smith a Chris Rock el otro día, ni te cuento con conflictos de la envergadura del transporte, Cataluña, el agro o Putin contra Ucrania. Mírese el culo, caballero, que usted también lo tiene y lo puede poner en movimiento. ¿Está el enemigo? Que se ponga, que esta noche perreamos.
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