Apuntes desde la Bastilla

Esperpento Tamames

Quedará para la historia de esta legislatura la simbiosis perfecta entre PSOE y Vox, y cómo, día tras día, han ido ayudándose para sobrevivir los dos

Nada tengo en contra de la vejez. Es una etapa a la que pretendo llegar algún día. Aspiro, incluso, a pasar muchos años en ella. ... De los ancianos uno aprende los matices de la vida, a valorar los grises, a salir de las trincheras y descubrir que los extremos se tocan siempre, que pocas causas son tan importantes como para sacrificar la dignidad. La vejez es el territorio de los supervivientes, de los que han sido testigos de lo que nosotros llamamos historia. Eso los eleva a la categoría de protagonistas y, aunque se nos olvide, merecen un respeto. Me cuesta mirar la historia con la severidad de los nuevos inquisidores precisamente porque es una forma de juzgar a mis abuelos, a la generación que sufrió la guerra, que soportó la dictadura y que, finalmente, trajo la democracia.

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Nunca he considerado a Ramón Tamames un modelo a seguir. Para mí era prácticamente un desconocido hasta hace unos años, cuando me adentré en los pasillos oscuros y apasionantes de la Transición democrática. Aparecía su nombre cercano al de Tierno Galván, el alcalde madrileño, hoy último bastión que queda sin mancillar de aquellos años. Espérense a que las nuevas generaciones accedan a los vídeos en los que animaba a la juventud a drogarse y miraba de soslayo los pechos de Susana Estrada. Le quedan dos telediarios a sus calles.

Pero lo de Tamames siempre fue más discreto. Un hombre que militó en el PCE (ahora dice que, como Sánchez Dragó, porque era la única alternativa a Franco, y no tengo por qué no creerlo) y que se fue diluyendo en la vida política en partidos de escasa duración y menor popularidad. Pasó a IU, cajón de sastre de los renegados de la Transición, hasta acabar en el CDS de Suárez. La cuadratura del círculo. Aunque el destino estaba por deparar al economista Tamames un giro más espectacular, acorde con el esperpento de la política actual.

España pretende ser salvada por un partido que lleva la agitación en la sangre y que ha demostrado en sus escasas oportunidades de Gobierno y de oposición, no estar a la altura de la política, que consiste en facilitar la vida de la gente. Vox vino al gallinero creyendo ser el zorro que acabaría con el bullicio, y se ha convertido en un triste aspirante de gallo real. En su pretendido carácter mesiánico, Abascal nos dice que España será con él, o no será, y se guarda la fórmula del éxito en la manga. Porque el fantasma, sin sábana, deja de ser fantasma.

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Ha sido el líder de Vox el que ha convertido la moción de censura no en un instrumento político para ejercer el cambio, sino en un sainete que devuelva su nombre a las cuotas de audiencia perdidas. Vox se desinfla, y no porque sea una moda, sino porque los españoles se han dado cuenta de que detrás del dorado de sus discursos no se esconde más que miedo, vacuidad y causas que, siendo justas, se enmascaran con el maquillaje del odio. Es el partido de los desacomplejados, el mismo que no se ha atrevido a votar la modificación de la reforma del 'solo sí es sí', absteniéndose en una jugada macabra. ¿Cómo se puede abstener un partido que dice defender de verdad a la mujer? ¿Pesa más su orgullo que los 800 violadores beneficiados?

Ahora expone a Ramón Tamames a la palestra mediática, en una moción de censura que perderán de antemano y que no servirá más que para dar oxígeno a un Pedro Sánchez desnortado, necesitado de maniobras como la de Vox para seguir respirando. Quedará para la historia de esta legislatura la simbiosis perfecta entre PSOE y Vox, y cómo, día tras día, han ido ayudándose para sobrevivir los dos. Su enemigo común, que es el PP, hoy celebra esta amistad prohibida y se relame al descubrir las opiniones del candidato a la moción de censura.

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En efecto, Tamames no es que esté alejado de Vox si comparamos sus inicios políticos, es que está en las antípodas si leemos sus ideas, por ejemplo, sobre la solución catalana. Propuso encajar a Cataluña como una nación, posicionándose en contra del orden constitucional y del espíritu de igualdad de todos los españoles. Eso lo escribió en 2014 y lo reafirmó en 2018, cuando ya existía Vox.

Si lo máximo que puede proponer Abascal para arreglar este país de feria es a Tamames, Vox no merece entrar en el arco parlamentario ni con un solo diputado, por más que haya gente noble en sus filas, como Ortega Lara. Sobre todo porque demuestra que ha escogido al candidato sin conocerlo siquiera. Y ahí se encierra el alma del partido. Hacer ruido, sin importar las consecuencias del estropicio. No acabar con el gallinero, sino llenarlo de alpiste.

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